domingo, 13 de junio de 2021

06504-132.IMPOSIBLES: Sirena y Jesucristo

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06412 (10.03.2021 - 11.Algea: La artritis reumatoide)

DOCUMENTO POSTERIOR
06550 (29.08.2021 - El Oso Polar y Yo)

-I-

      Cómodo Centón ha caminado sobre la tierra y recorrido una senda que desemboca en el mar; ha seguido transitando sobre las olas y alcanzado un punto en el cual solo la mar se veía. 

- ¿Caminas sobre el mar? -le preguntó un tal Jesucristo-

- Si; ¿de qué te extrañas?, ¿acaso pensabas que solo tú habías deambulado sobre la mar?

      Y continúo viendo solo el agua asentada sobre la tierra; pareciera que el agua fuese atraída por el fondo marino o tierra, de modo que no pudiese el agua abandonarse por el espacio, no podía alcanzar al Sol y apagarlo. Sin embargo, ¿cómo era que, siendo la gravedad el atractor que mantenía presa al agua, podía esta subir y bajar formando olas?

      Como el tal Jesucristo estaba desaparecido, no pudo comentarle su pensar, y siguió, entre ola y ola, trotando por la mar; lo cierto es que corría viento, el cual, apresado por la gravedad, no podía abandonarse por el espacio, no podía alcanzar al Sol y, de un soplo, apagarlo, pero podía ser el atractor capaz de romper el espacio del agua sobre la mar, sustrayendo a la gravedad su poder de atracción sobre el agua y formando un espacio, entre olas, no plano, sino ondulatorio, que parecía dar vida al mar en medio de una gotas desordenadas que, en cierto sentido, actuaban como un caos encubierto de un orden imposible. 

      Advirtió Cómodo, en este punto, que podía andar de cresta en cresta de una ola a otra, o bien que deslizarse desde una cresta, bajar la valle y subir a la siguiente cresta era la otra opción, de modo que, en todo caso, empleaba un tiempo, siendo así como el espacio y el tiempo se unificaban en una acción

-II-

      Más allá, la Sirena emergió cambiando el todo de la realidad y determinando el rotar de los extensos que formaban las aguas, mostrando su belleza de diosa; Cómodo, sonrió.

- ¿Quién eres? 

- Soy la gravedad que mueve cuánto es; ven

       Cómodo pensó, ¡no!; las manos, una tras otra, de la Sirena se mostraron extendidas, pidiendo su unión con las manos de Cómodo, manos que Cómodo no extendió; "ven", oyó, susurrante "ven" que Cómodo obvio, que si bien hermosa era de rostro y de manos, de cabellos dorados, y de voz, era tal el murmullo de las gotas diciéndole "no", que Cómodo un paso retrocedió ante la gravedad de aquellos pechos mostrándose ante él. Y hubo un silencio, de forma que todo quedó paralizado, expectante, sin respiración. 

-III-

       Estaba evitando la atracción, sin embargo, los pliegues del espacio en aquel tiempo estaban sometiéndolo a una deriva que lo movía hacia ella, no porque ella le atrajese, sino porque Cómodo no lograba evitar la atracción, de manera que fue saltando de cresta en cresta en rededor de la Sirena, como una peonza desprendida de su cuerda, mostrándose vencido por la mujer, de manera que la fuerza lo llevo al fondo de un valle y lo hundió, momento en el cual pudo contemplar su medio cuerpo de pez.

      Y sintió repugnancia; primero por la naturaleza, segundo por aquel engendro de mujer-pez que la naturaleza había, en su ignorancia y egoísmo, creado, mientras la imagen de una parrilla al fuego se presentaba ante él, sosteniendo la parte del pez, y un cocido con la parte de la mujer.

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