lunes, 30 de agosto de 2021

06555-244.ALICANTE: Dudamel y la exposición audiovisual de Sympfony

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06586 (20.09.2021 - Terremotos y Maremotos)


     Caixa Forum tiene una exposición itinerante llamada Sympfony para los ILUSTRADOS; para un IGNORANTE, como es Cómodo Centón, se trata de Caja Foro y Sinfonía. Dicho de otro modo, Cómodo dice Londres, no dice London, y dice mesa, no dice table.

     Aclarada la diferencia entre un ilustrado y un ignorante, dicha EXPOSICIÓN ITINERANTE se encuentra paralizada en Alicante, en la Playa de San Juan, donde acuden lugareños y forasteros para asistir a una sesión, en dos partes, sobre el ALMA DE LA MÚSICA; más, dejando de lado que el alma no existe y que la música es una invención, cabe mencionar que el expositivo consiste en una experiencia de realidad virtual dirigida por el director de orquesta GUSTAVO DUDAMEL, acompañado por la Orquesta Mahler, fundada por Claudio Abbado en 1997, y los autores Beethoven, Mahler y Bernstein.

      La primera parte es una suerte envolvente de imágenes y música, donde se establece la relación entre los ruidos producidos por máquinas humanas, el agua del mar, el bosque y la ciudad, enlazándolo todo junto a una clásica, famosa y reconocida pieza de jazz, de cuyo nombre no tiene Cómodo entendimiento, así como un violonchelo, una flauta y, cree recordar Cómodo, un violín, como solistas, con total ausencia de la voz humana. Toda dicha cadena produce una especie de concierto, para diferentes instrumentos naturales y artificiales, enlazado y que se ajusta a las diferentes imágenes resultado de los diferentes ambientes antes citados, destacando una fotografía a tres bandas donde las imágenes quedan igualadas mediante un bosque de palmeras, un bosque de rocas puntiagudas sobre el mar, y un mar de rascacielos; en cierto sentido esta parte puede ser comprendida como una introducción.

      La segunda parte es la realidad virtual en sentido estricto; al asistente se le provee de un sillón, una máquina para la exposición de imágenes y unos auriculares para el recibimiento del sonido. La realidad exterior desaparece y todo queda expresado dentro de una realidad interior en un viaje dirigido por Dudamel, al frente de una orquesta sinfónica, anunciando tres elementos claros como son la madera y el metal de los instrumentos, y el alma de la música; primero Beethoven nos introduce en la orquesta propiamente dicha, así como en el interior de algunos de los instrumentos, sin olvidar la construcción, en un taller, de uno de ellos, introduciéndonos, por medio de Mahler, en el mundo espiritual de la música a través de toda una paleta de elementos oníricos, donde destacan puntos que contienen los tres colores primarios, como son el  amarillo, el rojo y el azul, añadiendo de seguido fluctuaciones de luz de diferentes motivos y colores que acompañan el devenir de la música, y siguen un camino de sucesivos agujeros negros que absorben al espectador a otros universos plácidos, hermosos y desconcertantes. Finalmente, la música de Bernstein, pulsada por la presencia, de nuevo, de la orquesta, crea un ambiente espectacular, festivo y revulsivo; el momento cumbre es cuando el espectador es observado por la totalidad de los músicos al mirar éstos directamente al oyente. 

      Parcialmente curiosa es la estructura espacial de la orquesta; Dudamel rompe con la distribución clásica de los instrumentos sobre el escenario, de modo que a la izquierda del director contemplamos a los violines, y a la izquierda de éstos a los violonchelos, situándose, de seguido las violas. Sobre esta primera línea se sitúa el viento madera y el viento metal,  así como los timbales en diversas posiciones no clásicas. 

      Entre la permanencia en las dos salas, primera y segunda parte, y el traslado de una a otra, se puede contar con una permanencia expositiva de unos cuarenta minutos. Sin duda alguna al asistente le parece a poco, y el auditorio, en general, reacciona como que la experiencia le ha sabido a poco; tal es así en la medida que el conjunto imagen/sonido ha logrado envolver al concurrente, sometiéndolo a una idealización de la materia, de modo que el cerebro es la única actividad aparentemente real que existe, con una eliminación sistemática del resto del cuerpo, el cual, sin embargo, realiza un esfuerzo muscular de traslación permanente en un espacio que pretende ser de trescientos sesenta grados, pero sin lograrlo, debido, sin duda, a la limitación impuesta a la butaca donde se encuentra atado. 

      La experiencia es meritoria; los elementos visuales y auditivos se presentan claros, la escenografía y planos de diversos encuadres están conseguidos, logran su cometido, aunque se pueden advertir algunos defectos de dirección del metraje que, en todo caso, se suplen con un buen montaje y una excelente fotografía.

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