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05628 (05.02.2020 - Febrero)
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05971 (28.08.2020 - Bártulos callados)
Hoy he salido a pasear por un bosque; tierra, piedras, arbustos, árboles, cierta humedad en el ambiente y alguna nube perdida en la plana azul del cielo; animales, alguna mosca, algún insecto, cada uno a lo suyo. Y entre sombras y soles he iniciado el camino.
El camino lo es como un extenso indefinido entre dos rectas que ni son paralelas ni curvas son, pues cada una, a cada del camino, ni se conocen ni se ven, ni saben que la otra existe, ni falta que les hace, mientras a su antojo marcan, como un horizontes de sucesos, el borde del camino.
Silencio entre las leves ráfagas de vientos furtivos, balanceo inapreciable de las copas, silbidos finos rozando las viejas cortezas de troncos heridos. Todo pausado yace quieto en su sitio; en este espacio de espacios infinitos todo se vuelve una queja de si mismo.
Soy un caminante de escasos pasos, que se detiene a escasos metros, que contempla la tierra que pisa y las rocas a los lados, que huele el cielo arriba y el transito interesado de lo que nunca sucede; porque nada sucede, sino lo que es inventado.
Recuero que aquí la vi, siendo algo más que un niño, sobre el hombre tendido; ella sin falda ni blusa, su espalda yo vi, bella estampa de carne al compás de un suspiro. Y supe, entonces, para que estaban las mujeres en este mundo. Y tuve envidia del hombre tendido.
Hoy aquí la he visto, con el rostro cuarteado de los trabajos mal pagados, sola caminando por el camino hacía abajo, indiferente a mi presencia ni me ha mirado. Y yo, que un día su espalda desnuda vi, he mirado su espalda vestida como se va alejando.
Bosque fatuo, que enciendes hogueras para guiar mis pasos, que alimentas en mi la esperanza de llegar a algún lado, que apagas candeladas y me dejas perdido, entre tus pinos, con el recuerdo de las extravagantes luces pálidas de esa mujer que es pasado ido.
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