martes, 3 de septiembre de 2024

08523-172.IMPOSIBLES: La Mujer y la Luna

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08444 (20.08.2024 - Con Noa hasta el infinito)

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08536 (08.09.2024 - Del doctor Emeterio)


     La mujer sentada sobre una roca en el puerto de aquella montaña, desde donde percibía la maravilla de las montañas bajo ella, miraba el subir de la luna sobre el fondo gris que separa a la tarde de la noche. Sus ojos, vinculados con el devenir de la naturaleza, se llenaban de la imagen que diseñaba el mundo de la mujer, dando a ésta un modelo de la realidad imaginada y convirtiéndola en el hecho de cómo ascendía la luna.

     Yo, que caminaba sobre el vericueto que al puerto me llevaba, la vi, desde lo lejos, sentada, y al llegar allí la ví que continuaba sentada; era de cabellos negros y piel blanca, más pequeña que alta, más delgada que gruesa, más fea que guapa. Y sabiendo yo lo que ella hacía, me preguntaba qué hacía aquella mujer confundiendo las imágenes de su vida con las imágenes de la naturaleza. 

     Me detuve, como indiferente, cerca de ella, y ella, indiferente, continuaba a a la luna mirando, como esperando que la luna le hablará; así el tiempo, con la luna como medida, transitaba de una parte del mundo a otra. ¡Ay, qué tiempo perdido es el admirar a la naturaleza, como si a la naturaleza le importará la admiración por la mujer asentada!

     Placentero era el momento, placentera la luna miraba, en tanto por el cielo zigzagueaba como pareciendo perdida sin tener destino alguno. ¿Dónde vas luna?, le pregunté. ¡Qué vida más inútil la de la luna!

     En su quebrado franquear subía y luego bajaba la luna, y estando ya en el cenit, como alcanzando una culminante prosperidad, fue la luna a caer sobre la mujer, tragándosela. 

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