08538-179.LIBROS: 01.Fernando VII, de Emilio La Parra López

DOCUMENTO ANTERIOR

08227 (03.05.2024 - 61.Contribución a Así habló Zaratustra de Nietzsche

                                  07.Conclusiones: El texto y su mundo)

DOCUMENTO POSTERIOR

08540 (11.09.2024 - 02.Fernando VII, de Emilio La Parra López)

    FERNANDO VII de EMILIO LA PARRA es un texto dividido en las siguientes partes; una introducción descriptiva del "ser" de Fernando VII, un texto central de la vida y obra del mismo, y unos apéndices académicos que respaldan el trabajo de La Parra

    En la última página de la INTRODUCCIÓN del libro consta el objetivo del texto, "esto es lo que se pretende relatar en las páginas que siguen", mientras que en el retrato de la portada aparece la risueña imagen de un rey montado en un caballo real, apareciendo, cruzada en su pecho, la banda de capitán general de los ejércitos, así como un fajín rojo/amarillo/rojo que terminarán sido los colores adoptados por las Cortes de Cádiz como paño representativo de la nación. El porte es regio y masculino, aunque las lineas contiene cierto aire afeminado. 

     Quiere empezar Cómodo Centón por lo que ignoraba de Fernando VII, esto es, por los PAPELES RESERVADOS del rey, los cuales se estructuran en dos grupos de volúmenes. Uno de dichos grupos son 108 tomos numerados y encuadernados iguales, en cuanto al otro grupo son de diversa encuadernación y legajos sin numerar. En esto nos hace notar Emilio De La Parra el carácter meticuloso del rey y la obsesión por controlar sin mediación alguna. Dicha documentación hace referencia a la familia real, a los trabajos de Las Cortes, de los ministerios, organismos judiciales, y hasta de partículares. 

     Al final del libro recoge Emilio La Parra un abundante apartado de APÉNDICES con un total de 145 páginas, estando disrtibuidos en diversos epígrafes como son referencias documentales, bibliografía, cronología del rey, notas e índice onomástico, mostrando de tal modo lo meticuloso del autor y el sentido reglado de su trabajo. Es significativo que estamos ante un catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Alicante nacido en 1949 y que, por lo mismo, su trabajo responde a una compilación exhaustiva que, sin duda alguna, se extiendo, por necesidad, en el tiempo. En cuanto al texto propiamente dicho, Emilio La Parra despliega su saber en unas 450 páginas que, al tiempo de escribir esto, aún no ha leído Cómodo Centón, de modo que esta primera valoración del texto podría sufrir algunos cambios en relación a la percepción actual del mismo. 

     Sin haber leído el texto en su totalidad, nos dice Cómodo Centón que ha ojeado, ligeramente percibido, y apreciado algunas de las páginas al voleo, y sin ton ni son, como de manera arbitraria y, evidentemente, sin criterio cierto, en un primer intento de valorar el ESTILO de la narración; se trata de una exposición selecta, con párrafos bien definidos y no largos que refieren un determinado tiempo de la historia, el reinado de Fernando VII, y, por lo mismo, en un espacio concreto de la historia, siglos XVIII y XIX, sin duda académico y didáctico, de comunicación simple con términos corrientes, muy directos, y llanos para su fácil comprensión, de modo que la narrativa es, aparentemente, lineal, sin torceduras, con abundancia de personajes históricos y los comentarios de los mismos sobre el rey, siendo básicamente expositivo a partir de pruebas documentales; es una clase donde el profesor se dirige a sus alumnos. 

     En la introducción del texto de Emilio La Parra se describe, en primer lugar, como Fernando VII no parece estar en el ser de los españoles, no hay calles que lleven su nombre ni estatuas en el ámbito público, lo que acontece en una parte muy significativa de los gobernantes españoles, bien porque fueron odiados, bien porque otros vinieron que les sustituyeron, o simplemente porque vivimos en una España dada a no conocer su pasado y a destruir todo aquello que no es políticamente correcto. Dicho de otra manera, no hay mayor felicidad en los españoles que en derribar estatuas, tapar lápidas, y sustituir el nombre de las calles de los enemigos por los amigos.