DOCUMENTO ANTERIOR
06591 (21.09.2021 - Los dos charcos)
DOCUMENTO POSTERIOR
06662 (18.11.2021 - 01.El juicio de la Historia)
Paciaecus se había equivocado, y aunque fue la poetisa quién, en la taberna, le miraba, en realidad Dama le había mirado, sin embargo, no supo verlo, de ahí que aquel día abandonara la taberna tras la poetisa, a la que nunca pudo olvidar a lo largo de su vida, a pesar de aquella evaporación ya descrita.
Dama le vio salir tras la Poetisa, mientras el hombre le hablaba y ella no escuchaba, en tanto el olor del hombre se dispersaba en Paciaecus como una venganza propiciada por los celos. ¿Era posible tener aprensión de alguien a quién no se conocía?, más esa idea infundada, tan extraña, se acogió en Dama, desbaratándola por sus adentros; ¿quién era aquella mujer que le arrebatada al hombre que había puesto una pica en su pecho?
Un sueño lleno de dispersas elucubraciones la llenó aquella noche; tomo en sus manos un raspador tras abrirse con un cuchillo el cráneo, y sin atender a los daños fue limando aquella parte de su mente en la que Paciaecus se había acomodado, y una vez, aquella parte, la tuvo en virutas en su mano, la lanzó al retrete, pero por mucha agua que descargase la cisterna, seguía el serrín, sobre el líquido, navegando, y aunque evacuase, defecase y vomitase, si bien éstos en pequeños trozos por el sifón se marchasen buceando, los residuos, de su cerebro limados, continuaban bojeando.
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