jueves, 3 de noviembre de 2016

03233-75.CINE: Que Dios nos perdone

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     QUE DIOS NOS PERDONE es una película española del año 2016, de 125 minutos de duración, una historia policíaca con asesino en serie, dirigida por Rodrigo Sorogoyen, montaje de Alberto del Campo, fotografía de Alejandro de Pablo, música de Olivier Arson, con guión de Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen, interpretada  por Anonio de la Torre (Velarde), Roberto Álamo (Alfaro) y Javier Pereira (Andrés), secundados por Mónica López y María Ballesteros entre otros, que cuenta la HISTORIA del típico asesino en serie, los típicos policías, una limpiadora de escaleras y una policía judicial, junto a un grupo de ancianitas, en Madrid y con el Papam Romanus a la vuelta de la esquina; es decir, una serie repetitiva de ideas, vulgaridad y poca imaginación.  La NARRATIVA se sostiene en una serie de secuencias dentro de un Madrid sucio, un cuerpo de policía más sucio que la ciudad, unas carencias en cuanto a los elementos sicológicos de los policías y el inevitable apiolador que mata porque su madre lo hizo así. Hasta aquí la parte aburrida e insulsa de una idea cinematográfica que al decir de algunos muestra a la sociedad española del año 2011, lo que es del todo tan falso como pretencioso. Pero es el final de la cinta, un final casi imposible de preever por el espectador, lo que de forma ejemplar se sobrepone al resto del film

      El GUIÓN es preciso y suficiente, con DIÁLOGOS no extensos pero que ayudan al entendimiento de la cinta. Si algo es notorio y sobresaliente en la cinta, es el MONTAJE, claro encaje de relato cinematográfico que hila las secuencias de forma metódica y magistral, y donde historia y narrativa se ven ampliamente superadas, de forma que los defectos de las dos anteriores quedan ocultos por los puntos de cosido de la trama montada. El RITMO responde a trozos generalmente acelerados, entre breves y rápidos, interponiendo intensidades y en menos medida detalles, con secuencias bien continuadas. Se añade, de seguido, la MÚSICA, clara, precisa, oportuna, encendida y plenamente conturbada; sin duda alguna estamos ante notas musicales que inquietan, conmocionan y perturban el ánimo del espectador, de modo que en bastantes secuencias se presenta con el actor principal de los acontecimientos; se muestran RUIDOS 

      Los ACTORES añaden espectacularidad a la película; Roberto Álamo ejecuta con talento al inspector Alfaro pero no llena la pantalla a pesar de los grandes esfuerzos de trabajo que realiza, Antonio de la Torre hace que el inspector Velarde se adueñe de la pantalla y sea el sendero por el que navega toda la visualización de la cinta, de forma que su tartamudez y sus infinitos primeros planos nos muestren un extenso personal que capta drama personal y tragedia general, mostrando una cara unificada, pero diversificada, a lo largo de la cinta, y su reverso en la escena final. Pero si alguien destaca es Javier Pereira (Andrés), que se apodera del último tercio de la historia y al que se le roba protagonismo en la escena final. 

    Dicho todo lo anterior la DIRECCIÓN tiene cumplido un amplio espectro de la película; significativamente Rodrigo Sorogoyen atrapa el contenido total y lo hace suyo, manejando la insulsa historia en una interesante y atrapadora sucesión de secuencias, mejor en interiores que en exteriores, y sobre todo haciendo desaparecer el colapso narrativo que se inicia al principio del último tercio de la película, cuando el equipo de policías se unifica y aparece el asesino. Es importante aquí la contribución de la FOTOGAFÍA con buenos encuadres y perspectivas en fondo y que, aunque ocupa un lugar secundario, contribuye al mejor manejo de la dirección; destaca, que si bien estamos en un Madrid caluroso, la gama de colores fríos, blancos y grises, entrelazándose sensaciones limpias y puras, escenas de Antonio de la Torre con María Ballesteros (la limpiadora), con neutralizaciones, vida familiar de Roberto Álamo, y cierto aparente misterio que no logra despegar. La ILUMINACIÓN se desarrolla con contraluces y luces de figuras en planos medios, lateral de recorte en primeros planos sin sombras.

     La CÁMARA es básicamente horizontal, se porta, en algunas ocasiones, al hombro, especialmente en la escena de la violación-asesinato, como queriendo captar la especial visión del asesino, imprimiendo aquí colores más cálidos y un subjetivismo penetrante que se envuelve en una música atronadora en crecimiento, pudiéndose ver una suspensión de la cámara que recorre un pasillo y ejes variables de seguimiento semicircular; se observan diversos travelin de acompañamiento y panorámicas descriptivas que completan planos generales, pero sobre todo primeros planos, planos medios y de tres cuartos que destacan las acciones pero que no olvidan cierto nivel de ambiente,

      Finalmente hay que destacar MAQUILLAJE y PELUQUERÍA, esencialmente en la decoración personal de Javier Pereira (Andrés) y que cubre una amplia traza sin barbar, con barba, con barba y bigote, con pelo largo y pelo cortado, abundante cremas en la cara, y cierta confusión con el personaje del sacerdote. 

      QUE DIOS NOS PERDONE es una película para ver, aunque resulte desagradable, una cinta cuya visión se puede repetir

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