miércoles, 25 de enero de 2017

03384-63.EL VIAJERO MADURO: 01.Munich (Alemania): 01.Generalidades

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03324 (17.12.2016 - 33.Alicante: Antonyo Marest y su pintura)

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03386 (26.01.2017 - 02.Munich (Alemania)
                                      De la Plaza de María, la Catedral y el Odeón)
03388 (27.01.17 - 03.Munich (Alemania)
                                   Del Monumento Nazi y de la Cervecería Hofbräuhaus)
03394 (30.01.17 - 04.Munich (Alemania): Espíritu Santo y El Mercado)

I: DE BAVIERA

     El VIAJERO MADURO ha estado en Munich o Monje, capital de Baviera, estado federal de Alemania y única región oficialmente católica de la república alemana, que fue parte del Sacro Imperio Germánico, partidario del papado, independiente como reino bajo el poder de Napoleón, tuvo por reyes a Maximiliano I, Luis I, Maximiliano II, Luis II, Oton I y Luis III, incorporándose a Alemania como estado en 1918. Cuna del nacionalsocialismo de Hitler y de uno de los primeros campos de concentración en Dachau. Al término de la Segunda Guerra Mundial era una región pobre que fue ayudada y apoyada por otras regiones alemanas, para convertirse en la actualidad en la región que aporta el 20% del PIB y capaz de estar enviando dinero al resto de Alemania, especialmente a la antigua Alemania Oriental Comunista. Desde la década de 1960 se inició la inversión en I+D+I, lo que la ha convertido en un estado tecnológicamente muy avanzado, apoyado por una extensiva agricultura.
 

II: DE MUNICH

   La capital de Baviera es Munich o Monjes desde el siglo XIV, pero es una ciudad sin historia, exceptuando el periodo de nacimiento y desarrollo del nacionalsocialismo de Hitler, y el anterior periodo de reino donde tuvo lugar su explosión monumental. Su bebida es la cerveza, su comida se reduce a salchicha blanca y codillo, y su vino nace de la uva riesling. 

    La ciudad de Munich que ha visitado Cómodo Centón se hallaba cubierta de nieve y hielo, con temperaturas en menos trece grados, y la impresión general ha sido satisfactoria en cuanto que es una ciudad agradable, limpia y tranquila. Su centro histórico carece de tráfico rodado y su entramado urbano es fácilmente identificable, sustentado por edificios rehabilitados, vías anchas y plazas que son el resultado del ensanchamiento irregular de las calles. Y aquí se encuentra la primera característica de la ciudad, no tiene en general calles estrechas ni tortuosas propias de una ciudad medieval, ni tiene un punto elevado de referencia, ni el río que la cruza es referente de su viales, aunque si se encuadra dentro de un círculo no murado, del que conserva tres puertas, actualmente sustituido por sendas avenidas-carreteras, y cuyo centro es la Plaza de María, lugar donde se cruzan los cuatro caminos que parten de las cuatro puertas, situadas al norte, sur, este y oeste. 

    En general los edificios no forman lineales paralelos en sus enfrentadas fachadas, sino que son más estrechas en las puertas de entrada de la ciudad y se vuelven anchas en el punto cero que es la Plaza de María. Encontramos una fuerte concentración de marcas comerciales, mientras que por otra se abre a espacios más históricos y mercado en otra zona, concentrando los más de los templos al oeste y apenas minúsculos parques de difícil identificación. Su espacio urbanizado alcanza el 80% del término municipal, restando un 20% entre foresta (5%) y agricultura (15%), disponiendo de un anillo verde de frondosos bosques que ya pertenecen a otros pueblos de su área metropolitana.

   La luz de Munich es opaca entre el cielo nuboso y la blanca nieve que fluye a hielo; la nieve se agolpa en farolas y fuentes, formando como largos valles en algunas ocasiones, y se muestran témpanos de agua helada. En ocasiones se deja ver el sol, sus haces son cálidos y huelen a limpio. No parece que estemos entre menos cinco grados y menos diez grados, aunque es cierto que solo los ojos del cuerpo del Viajero Maduro se dejan ver por el tenue aire que circula, y se aprecia la coloración entre blanca y ocre de los edificios y los monumentos, con algunos verdosos productos del correr del tiempo, especialmente en diversas cúpulas y terminaciones, preferentemente los tejados en rojo, alguno en negro, mientras que el suelo muestra una conjunción de gravilla y hielo que da la sensación de sucio. De noche la iluminación azul metálica de la tarde, que contrasta con los ocres de los interiores, se vuelve de un negro profundo que parece estar enamorado de la blanca nieve, mientras el asfalto liberado del blanco manto recoge, en sus húmedas partes, los rayos reflejados de los escaparates, mostrando figuras humanas en ellos insertados.

    Los muniqueses y los turistas llenan las calles, desde el alba al crepúsculo, como si la baja temperatura fuera una extraña presencia lejana y ausente. Las tiendas bullen, ropa y calzado, algunos establecimiento sirven comida rápida, bocadillos y pasteles, que se insertan en bolsas de papel, y a comer en la calle; son pocos los restaurantes, pizzas y carnes con abundancia de patatas fritas, siempre con cerveza, agua, lúpulo y cebada, en botellas y vasos de medio litro, y en jarras de litro, que entran suaves y saben apetecibles.

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