domingo, 12 de noviembre de 2017

03999-67.IMPOSIBLES: Andar era un forzado caminar

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03992 (08.11.2017 - Sentados sobre sus cabezas rapadas)

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04171 (24.02.2018 - La liberación de los muebles)


    Caminaba sobre el fondo de un barranco, mis pies se hundían sobre el lecho embarrado, los muros de las acequias laterales se abrían, vertiendo el agua, crecía el sotobosque; andar era un forzado caminar. 

    En las alturas, curvas pegadas al cielo dejaban las aves, sinuosas rotaciones eran dibujadas en las paredes verticales, las rocas se asomaban en lo alto del monte y formaban inestables figuras a cada paso de mis pies sobre los revoques cambiantes de tierra; andar era un forzado caminar. 

   Suaves chillidos, superados por graznidos, cantos desacompasados, por entre las ramas de los pinos, fluían invisibles como viniendo y hiendo hacia ningún lado, más parándose en las intimidades de mis oídos, acrecentando, entre matas y arbustos, el enfangado de mis pies; andar era un forzado caminar.

    Hormigas en desbanda, bifidos alocados, gatos y perros acobardados, mulas desasistidas, águilas de alas malheridas, ciervos y lobos a la defensiva, en grupo cohechado mientras la tierra daba su última vuelta, me miraban desesperados por ver mis pies alzando el barbecho de sus capos y de sus aires; andar era un forzado caminar.

    El légamo se engrandecía, y comedones mi piel cubrían, deshechos miz zapatos en el cieno, eran mis pies arcilla, y a cada paso que ya no existía, existía un caminar quieto que entraba y salía por entre el sotobosque, por entre el lecho, llenando mi ojos de figuras infinitas que a mis pies veían; andar era un forzado caminar.

    ¡Que pausado pasa el tiempo en el fondo de un barranco, un día de noviembre!

    Y pido ayuda

    Calmosos mis pies se hunde, sosegadas se hunden mis rodillas, gradualmente desaparece mi cuerpo enlodado..., más todo se detiene cuando mis pies, que ya no son míos, tocan fondo, y hace frío, y yo ya no me siento, que solo mi cabeza queda expuesta a los elementos. Y pido ayuda. Me miran, todos me miran... los ciervos se acercan y, de mi cabeza, de los cabellos se alimentan, gatos y perros mi lengua se reparten, entran los bifidos por mis ojos, y por mis oídos penetran las hormigas, mientras martillean mi cráneo las águilas accediendo a mi cerebro, y arrancan, de mi, mis carnes  de la cara los lobos. 

     Yo todo lo soporto... más, estoy perdido; en ocasiones es mejor no pedir ayuda, que en ocasiones la ayuda de unos se confunde con la ira de otros.

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