martes, 18 de mayo de 2021

06475-63.LIBROS: 01.Paseos por el pueblo y la mar de José Antonio Montero

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06365 (13.02.2021 - 05.Veintiuna lecciones 
                                  para el siglo XXI de Harari)

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06479 (19.05.2021 - 02.Paseos por el pueblo y la mar 
                                      de José Antonio Montero)

I: INTRODUCCIÓN

     PASEOS POR EL PUEBLO Y LA MAR de José Antonio Montero Pizarro es una delicia de texto, resulta ameno y entretenido, sencillo, triste y alegre, poético, pero no lirico; capta la atención del lector. Nace en el alma y se extiende por todo el cuerpo en una sucesión de instantes plásticos que responden a un determinado momento de una historia continuada, aunque no completa, pues se advierten vacíos históricos no detallados, no buscando la justificación argumental de cuanto se dice. 

     Los protagonistas son los propios de un lugar, aquellos que son parte de uno mismo, los familiares y los conocidos, y de otra parte los desconocidos y los soñados, con sus vidas y sus haceres, como un conjunto en torno a dos espacios, de agua uno formado y el otro de tierra, quedando un resto de aire apenas perceptible. 

     El propio título del libro determina que son el pueblo y la mar los sujetos esenciales junto a Maseda, el protagonista principal, de la totalidad de los relatos.

     El PUEBLO es la raíz de Maseda, su infancia, la parte natural de su existencia, la herencia recibida pero no continuada, lo que llena su alma. Toma del pueblo y de sus gentes la vida Maseda, y la expresa contenida en sus calles y en sus tierras. La MAR es lo que adquiere Maseda, su parte artificial, la que hace suya desde fuera y la incorpora a su existencia como elemento determinante de “su ser”, de forma que la mar permite a Maseda completar, con el pueblo, su esencia, conjuntando lo natural con el artificio. 

     Además del pueblo y de la mar, nos presenta el autor la existencia de un PUEBLO ADOPTIVO, de cuyo nombre no quiere el autor acordarse, espacio de la plena madurez del autor, y al que le atribuye un embalse o MAR ADENTRO, cuyo nombre por el autor es ignorado, pero que es presentando como un sucedáneo ante la lejanía de alcanzar el mar abierto, invadido por la clase turista. 

    ALICANTE es la bajada que hace el autor a los infiernos, haciéndolo en dos periodos que tienen entre ellos el paso por CARTAGENA, donde logra el alivio entre la mente y el cuerpo; en el primero se sitúa la juventud, en el segundo la primera madurez. Pero es en Alicante, en la averno, donde Maseda encuentra su sentido de la existencia más allá de la tierra de Zarzalejo, en la mar alicantina, lo que le impide conocer la Montaña de Alicante; dicho amor a la mar lo explotará en Cartagena, más durante años será expresado y ejercido en Alicante en su máxima plenitud.

     Dos elementos más componen a Maseda; por una parte, el lector de libros, siempre solitario y en soledad, escenifica lo positivo, quedando lo negativo en la figura del urbanita, el cual se dedica a pisar el asfalto y a recorrer como turista invasor de fines de semana y vacaciones, el pueblo y la mar de Maseda, atribuyendo el autor, sin decirlo, cierto desprecio personal por el urbanita que todo lo llena de ruido, lo que plasma como si el mar de Alicante y la montaña de Zarzalejo fuesen de propiedad de Maseda.  

II: MASEDA EN SÍ MISMO

     Maseda es el protagonista del libro de José Antonio Montero; se presenta como un separarse “de” para tomar distancias en una fracasada tercera persona, lo que permite al autor presenciarlo todo a vuelo de pájaro manejando bien las peculiaridades de cada momento relatado.

    Maseda en sí mismo es el principio y fin de su entorno, y si quisiésemos definir a Maseda, deberíamos de acudir al texto (62.Retorno), donde se dice “cansado de la ciudad, contaminada de ruidos y prisas, Maseda torna al pueblo, al encuentro afortunado consigo mismo, huyendo de la perplejidad de lo mundano”, en busca de la infancia perdida, de manera que retornando al pueblo podrá abrazar al niño que lleva dentro. 

     Estamos ante un individualista-colectivo; por una parte, “es solo”, no quiere decirse que “esté solo”, sino que “es solo” porque “solo” lo hace todo, por otra parte, sabe “estar solo” y con lo demás, pero selecciona a “los demás” férreamente y no perdona las traiciones, ni permite que su campo personal sea invadido (50.Paseos en barca), y en un periodo de su vida ese sentido del individualismo aflora especialmente (49.Tempestad y 51.Navidad en la Mar), donde prefiere el mar a la familia, pero con la llegada de la avanzada madurez Maseda antepone la familia y renuncia a sus sueños de retorno a la Aldea Blanca, aunque adquiere la promesa (113.Colofón) de ser llevado a la misma para evitar realizar “un final de viaje anónimo y triste en la villa de tu esposa, rodeado de cientos de seres extraños”, a pesar de que en Zarzalejo ya nadie sabe quién es Maseda, ni reconoce Maseda a sus gentes y se siente aislado en su plaza como un intruso, un extraño (109.El devenir de la plaza). A su vez, tiene alma colectiva, aunque en apariencia, ya que se relaciona con propios y extraños siempre que de tal ligazón la conversación sea la ajustada (93.Don Andrés), o bien pequeños grupos de amigos (19.Juegos)

     Se trata de un viajero sin serlo, que recorre su vida entre la huerta, el mar y los libros; la huerta es la niñez en el pueblo (18.Huerta del Abuelo), juega con sus amigos, pero se tiene la impresión que su gran amigo es su abuelo Juan; el mar es la posesión de la ingravidez (39.Buceo) y el paseo sobre las olas, lo que recuerda una obra de Claude Debussy sobre el mar y otra de Ravel que describe a una barca sobre el océano; los libros (111.Biblioteca) forman su eremitorio particular, junto a la música y las películas. Y a todo dicho conjunto se podrían aplicar un par de frases de David Thoreau como “encuentro saludable el estar solo la mayor parte del tiempo. La compañía, aun la mejor, cansa y relaja pronto. Me encanta estar solo”, y “donde quiera que me sentara podía vivir, de manera que el paisaje se irradiaba desde mí mismo”. 

     Se considera la ignorancia y el error en el que vive “la persona” y yace entre fuegos artificiales. Es una persona torpe y temblorosa, que carece de tiempo para el libre vivir. La persona es una máquina que vive en una desesperación, y vive una vida de tranquila desesperación vestida de resignación, de manera que una ciudad es millones de personas viviendo juntos en soledad, siendo así como de una ciudad desesperada pasa la persona a un campo desesperado. Hasta detrás de los llamados juegos y diversiones de la humanidad se encuentra una desesperación estereotípica, aunque inconsciente. No hay diversión en ellos, porque esta viene sólo después del trabajo impuesto.

1 comentario:

  1. ¡Buenas tardes, Santiago! Maseda ha recibido tus palabras como un grato regalo. El pobre pasea casi siempre solo, ya sea entre naranjos o por los verdes senderos de su pueblo, y casi nadie se acuerda de él, porque la fama que adquirió hace tres años, al presentarse al público, se ha evaporado como fortuna pasajera, ahora lo ven como un viejo con bastón. Él se siente identificado con tus sabias palabras, y te recuerda que en sus Paseos, son protagonistas, además de los que has mencionado: Laura, la Huerta y la Montaña.
    He de ir a Alicante y conversar contigo, viejo amigo, y he de ir, aunque no me gusta la ciudad, para poder verte, porque es más fácil que mil quinientos millones de chinos aprendan la lengua castellana que Santiago aprenda chino. Recibes un fuerte abrazo, José Antonio.

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