sábado, 28 de mayo de 2016

02941-19.AGUAS ALTAS Y BARAÑES: 01.El Hombre de Las Quinolas: La desaparición de María Ivorra de Sexona

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02858 (12.04.2016 - 03.Iborra de Flandes se confiesa con su hijo)

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03109 (06.09.2016 - Tras la muerte de Antigua Sexona)



     María Ivorra de Sexona nació entera, como pocas veces la naturaleza hubiera obrado.

Decía el padre Antonio: 

- Has de saber que estas leyes hechas en la corte, si se da dinero por el pueblo, como suele suceder, se trasforman en contrato, son leyes paccionadas y se hacen irrevocables, incluso por el príncipe, pues aunque según la naturaleza de la ley, la revocación de ella está al arbitrio del principe y no ata al sucesor a su observancia, si la ley es paccionada y adquiere naturaleza de contrato, se liga al príncipe y a su sucesor, puesto que tal ley y contrato tiene justicia natural, a la que el príncipe y el sucesor están obligados. Porque la ley que se convierte en contrato se hace irrevocable tanto para los súbditos como para los extraños. 

Cuando llegó el Hombre de las Quinolas.

Pareciera que fuera a enmudecer la tierra; la mañana se levanto coronada por finas placas de nubes que, con ayuda del sol, daban tinte al cielo. La quietud del momento merecía estar sin vida a sabiendas. Algo razonable lo dominaba, dejarse transportar era sencillo, nada en el cuerpo de Lorenzo Ivorra de Flandes se oponía. Crecía en él el amor a la tierra que trabajaba

- Dios se porta bien conmigo.

- ¿Crees en Dios? -preguntó el Hombre de Quinolas- Todo aquel que cree en algo que está más allá de su cuerpo vive enfermo. ¿Juegas a las quinolas?.

- No me gustan las cartas.

- De la tierra de donde vengo, no jugar es perder.

- ¿Qué quieres?.

- Sé que has sido padre de una niña....

- ¿Quién eres?. -y el Hombre de Quinolas desapareció-

No hubo forma de encontrar a María; no hubo forma.

No la encontraron.

Se flageló con saña desmedida el padre Antonio.

No hubo forma de encontrar a María.

Batieron los hombres todos los contornos de los lugares de Aguas y Barañes, y no hubo forma de encontrar a María. 

No la encontraron.

Suplicó y obtuvo Lorenzo la ayuda de la Casa de Bosot, nadie había visto al Hombre de La Quinolas. Se enviaron emisarios por los caminos, nadie supo dar noticia de la niña.

- ¿En Barañes?. ¿Y donde queda eso?. -preguntaban-

Una nube perpetua ocultaba la casa de Barañes al sol; la vida de Antigua yacía esclava de su impotencia, un desvanecimiento sinfín la tenía sujeta a los llantos de todos los días, y no sentía nada. Sus ojos, mas secos que aquella tierra, no conocían el parpadeo de la confusión, no imaginaban el regreso de la niña, algo en su vientre le avisaba de la ausencia, su boca entreabierta no hablaba, sus espalda parecía estar sostenida por el temblor oculto de todas sus ansias, sus pechos erizados perdían la leche de María.

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