sábado, 24 de febrero de 2018

04171-68.IMPOSIBLES: La liberación de los muebles

DOCUMENTO ANTERIOR
03999 (12.11.2017 - Andar era un forzado caminar)

DOCUMENTO POSTERIOR
04202 (15.03.2018 - La sangre se ha extraviado)


      Oigo el transitar del aire entre los muebles de la que llamo mi casa; veo polvo sobre los muebles, y el envejecer de los muebles siento junto a mi cuerpo. Cuando los compré, hace sesenta años, juré felicidad eterna a mis muebles, y ellos, los muebles, me han devuelto la felicidad que juré darles. Siempre me he llevado bien con mis muebles, los he cuidado con paños limpios, les he hablado, y me han respondido.

    Cuando llegaron, recuerdo, marmulaban como restos de árboles terciarios, entre ellos murmurando, criticándome por no estar conforme donde yo los iba ubicando, mientras yo los asentaba en su lugar, a mi conveniencia, sin escucharlos, entendiendo que eran maderos maleducados, salidos de los bosques canarios, incapaces de comprender que su libertad era un sueño pasado, que eran de mi posesión, que por ellos, como esclavos, yo había pagado. 

    Puse sobre ellos trastos, objetos que tenían que soportar de por vida, como muebles esclavos, callados, sin rechistar alguno, y si estaban malhumorados pronto tendrían que cambiar sus pensamientos, pensares que, por mis alrededores, pasaban de largo, que yo estaba tan en mí situado que no advertía mi soberbia cuando los miraba, ni cuando los usaba a mi parte, a destajo, sin buscar que tuvieran alma los átomos de los que estaban, como yo, formados. 

     Más un día vi a una partícula llorando, una partícula en reposo, como las demás partículas quietas y mirando, y supe que era yo el bárbaro que de sus bosques las había arrancado, para hacer de ellas desgraciadas partículas sin encanto; las acaricié con mi mano, con cuidado, con la desesperación de mi mente, y quise que fueran felices en esta prisión que era mi casa y donde yo las había encerrado. 

    Todo pareció cambiar desde entonces, cuando les prometí que serían los amores de mi existencia, que las cuidaría, y que conmigo morirían... y se alegraron. 

    Y ha llegado el momento; hoy he muerto, y no voy a consentir que sigan, mis muebles, siendo unos esclavos, de modo que voy a liberarlos, que no quiero consentir que sean unos muebles desgraciados en manos ajenas que carezcan de amor por ellos. Y hoy que he muerto voy a encender un fuego para mí, para mis muebles, para liberarlos a ellos y redimir en mi que los sometía a esclavitud.

No hay comentarios:

Publicar un comentario