martes, 11 de agosto de 2020

05945-25.PRINCIPIO DE LA HISTORIA: 04.Cómodo Centón en el Molino

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00061 (20.03.2010 - 01.Cómodo Centón en el Molino)

00096 (16.04.2010 - 02.Cómodo Centón en el Molino: de la Abeja)

00099 (20.04.2010 - 03.Cómodo Centón en El Molino: del Agua)

DOCUMENTO POSTERIOR


Al lubrican del oriente, en aquellas primeros segundos de resplandor, Cómodo Centón, intitulado Héroe de Herpetol y Señor de Si Mismo, en las profundidades de su cerebro oyó decir... “creéis en la muerte..., ¿existe la muerte?, ¿la habéis probado?, ¿cómo sabéis que existe la muerte si no la conocéis, si no la habéis probado?” a La Calavera, quién siguió diciendo “¡ah!, sabéis de ella por otros..., como sabéis que el fuego quema por otros que se han quemado, y del agua sabéis que sin ella la vida no es posible, más..., ¡miradme!, yo no bebo agua desde que adopte a la muerte por vida, y os hablo”, ...mientras Cómodo abría los ojos ante su enemigo: la Pantalla, el Teclado y el Disco Duro. ¡Cuánto tiempo arropado entre las paredes del Molino! Desaliento, postración y abatimiento eran parte del AKRETISME que se vislumbraba. Más allá pudo, más que verlo, ver como lo miraba el Perro Ciego mientras calmaba la sed con el agua de ferralla, en aquellas primeras horas de la mañana. 

- Felicidades Cómodo

- ¿Felicidades? ¿Qué día es hoy? ¿Qué celebramos?

- Hoy cumples años -dijo El Perro Ciego- Sesenta años

- ¿Hoy abandone a mi madre?

- Si

- Eso quiere decir que ayer cumplí cincuenta y nueve años, y que es hoy cuando inicio mi año sesenta..., el cual cumpliré al cabo de trescientos sesenta y cinco días.

Enseñó, apenas y con resignación, los dientes El Perro Ciego, haciendo un gesto de desaprobación y tomando entre sus manos un libro; Cómodo se preguntó qué libro sería aquel que un perro ciego podía leer. 

Les miraba el Facistol.

- Por fin despiertas, -dijo con aquella mirada que da la impotencia de permanecer quieto- de entre tus inútiles ideas, abriendo tus ventanales de legañas cubiertos. ¿Qué piensas? Tu corazón sigue latiendo por imperativo legal de la naturaleza, tiemblan tus manos, sienten frío tu tronco y tus piernas; te pesa la vida. Has vuelto del sueño sin que tus sueños te delaten el camino trazado, ¿dónde has estado?, y ahora respiras el noble aire de este Molino. 

- ¿No tienes trabajo? 

- Ya me ves... por mis cuatro lados vacíos. Hace tiempo que permanezco desdeñado por ese tu enemigo –replico El Facistol al Héroe de Herpetol-  

- Así es. Se bienvenido pues esperamos de ti ser bien hallados –anunció La Calavera. Más, oyendo no escuchaba..., como gotas de lluvia al golpear el suelo, hierven los pensamientos contra mi cráneo, se replegaba Cómodo Centón sobre sí mismo. La Calavera, en estos instantes, con sus oquedades visuales, me mira sonriendo. Quiere decir algo, yo lo siento, pero nada dice mientras sonríe, porque ya lo ha dicho. Me ha preguntado sobre mis pensamientos, ¡ilusa Calavera!, no sabe que yo no pienso. Es la condenada Calavera la que multiplica en mí esas melancolías de hombre sin futuro, que me turban e incapacitan para tomar en mi mano el estilete que ha de reducirme a nada. Ciertamente, cada vez, con más premura, caigo en el aljibe que lleva a ninguna parte, donde busco la salida natural de todo pozo, pero no la hallo. “Has olvidado tus propias enseñanzas” me dice; y sigue “las has trascordado, de modo que confundes aljibe con pozo”. Ciertamente tiento las paredes, y descubro que no existiendo tienen vida. Francamente no sé dónde me encuentro, si en un pozo que tiene su origen en la tierra o en un aljibe que yo mismo he excavado. Se que me metieron, entre mi padre y madre, en este agujero, y sé que lo hicieron con todo el amor con que fueron capaces de hacerlo, en aquellas noches de amantes que conocieron, buscándose el uno al otro hasta que comprendieron, tarde, que los hijos se tienen tras un engaño. Somos unos infelices que infelizmente buscamos la felicidad de ser felices.     

La Calavera acostumbraba a decir “la muerte es dormir sin sueños...” desde cualesquiera de los cuatro puntos cardinales que configuraban la rotonda del Facistol, en la sala central del Molino, añadiendo Cómodo Centón “...no pensar, ser pensamiento”

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