jueves, 28 de septiembre de 2023

07733-123.LIBROS: 06.Contribución a Así habló Zaratustra de Nietzsche: 02.Conceptos

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07727 (26.09.2023 - 05.Contribución a Así habló Zaratustra 
                                       de Nietzsche
                                  01.Conceptos)

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07740 (02.10.2023 - 07.Contribución a Así habló Zaratustra 
                                       de Nietzsche 
                                  01.Concepto de Zaratustra: Introducción)


     Al inicio del texto, Zaratustra o El Hijo del Sol, hace diez años que abandonó el mundo de los hombres, saluda a la estrella, y descubre que él, como el Sol, está destinado a iluminar a los hombres; está hastiado de su sabiduría, quiere dar y distribuir todo ese exceso de sabiduría, abandona su caverna y desciende al mundo de los hombres, acompañado del águila y la serpiente, destacando la primera como proveedora de alimentos y visión elevada de cuanto acontece. 

     Acontece de ordinario, lo mismo, con todos los dioses y semidioses que han descendido del Cielo a la Tierra, trayendo consigo esa condición supremacista divina de enseñanza única y verdadera, cuando lo suyo sería, nos dice Cómodo Centón, que un rayo convirtiese a los hombres en dioses, y este caso de Zaratustra fácil sería ya que bastaría que su padre el Sol, de igual modo que hace con Zaratustra, hiciese con el resto de los hombres. Pero no, lejos de esta sencilla idea de Cómodo, prevalece la idea del divino ser venido de las estrellas y que fracasa en su intento de transformar la ignorancia humana en un conocimiento humano. Así, todos estos seres divinos, nos dice El Centón, venidos a salvar al Hombre de sí mismo, solo son invenciones de falsos creadores humanos que previamente han creado el mundo de lo espiritualmente divino, y entre ellos está Zaratustra. 

    Cuando termina el texto, Zaratustra sale, de nuevo de la caverna, y acompañado del águila y la serpiente, saluda a la estrella, cuya dicha, como la de Zaratustra, es alumbrar, de modo que Zaratustra y sus animales, abandonan la cueva y siente que ha llegado su hora; ¿qué hora?

     En cierto sentido recuerda a Bowman, conforme Arturo Clarke, el cual ha perdido los lazos con la Tierra, supera como criatura las necesidades de la materia y ha de emprender la marcha desde aquel lugar donde había renacido hasta la Tierra, puesta bajo sus pies, ya como amo del mundo, lleno de pensamientos y poderes, pero sujeto al "pensar". De tal modo Bowman, como Zaratustra, es el Hijo de Las Estrellas, y pone a contribución su voluntad, pone en orden sus pensamientos y sus poderes, y adquiere conciencia de, aun siendo el amo del mundo, no saber que hacer de seguido, lo que le lleva a la conclusión de que “ya penaría algo”. De igual modo le sucede a Jesús, Hijo de Dios y Dios a un mismo tiempo, solo que este oscila entre los devaneos de una doble personalidad, una madre inmaculada y un padre putativo que nada significa en su vida. Jesús viene a salvar a los hombres de los mismos hombres, ¿quién es Jesús para salvar a los hombres?, y termina por desaparecer en su finca divina sin importarle la salvación de los hombres. Solo Stirner abandona la idea celestial de ser “hijo de”; el hombre es el hombre y solo es hombre cuando adquiere la propiedad sobre sí mismo en una asociación de hombres libres.

    Entre el inicio y el final de Nietzsche, la caverna que se abandona en ambos momentos, podemos asistir a toda una gama de discursos de Zaratustra más salidos de los intestinos que dé la razón. La tonalidad de dichas alocuciones, entre diatribas y prédicas, se disfrazan como en un alegato que contrapone al cielo con la tierra. 

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