miércoles, 5 de diciembre de 2012

01265-09.EL FIN DE LA HISTORIA: 01.Postiguet y Balnearios

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DOCUMENTO POSTERIOR: 01330



    Seguía el señor Canalejas subido en lo alto, desde que allí lo pusieron. ¿Cuanto tiempo puede permanecer un hombre en lo alto?. Allí había quedado prendido de piedra el señor Canalejas, en lo alto, desde que tuviera que legislar el ruido de los carruajes tirados por caballos, pues peliagudo justificar era por qué caballos y no yeguas, y era que las yeguas no sabían realizar aquel serio trabajo porque eran yeguas y solo, decíalo la ley, por eso. Se le ve en la explanada de San Carlos, al señor Canalejas, de piedra, junto a un león equivocado. Desde allí, sin embargo, desde la columnata, las cosas del mundo denotaban mayor amplitud y perspectivas más asombrosas, desde allí contemplaría las evoluciones del barco-pez de Monturiol, que se ponía en práctica aquel loado día. Se vivía agitación en los muelles, toda la rada atenta seguía el caminar de los sucesos, ¿qué acontecería?.

- Yo solo quiero, señor Cuartana, un empleo más humano...

- Ya lo intento don Cosme García...

     Y evolucionaba el barco-pez de Monturiol en la rada.

     La explanada de los mártires era larga, estrecha y larga, aguada por el tiempo del levante, ¿dónde está el paseo de las palmeras?, era hija de la explanada de San Carlos. Y ella entera, estrecha y larga, soportaba, mártir, las pisadas de los hombres y de las mujeres que la hollaban. Le pesaba el pecho, los hombros le pesaban, y el tiempo le pesaba, que mas que pasar se quedaba, sin saber para que se quedaba. Y lo hacía mandando, deshecho el pensamiento y sin valor la esperanza, cuanto todo parece al hombre de otro hombre y todo sabe a tiempo que no pasa. La naturaleza es estática, nada cambia en el hombre salvo el bulto del dinero, y en aquel lugar, después de que tomaran asiento sus veleidades, levantaría Cómodo su imperio y aquel imperio sería el de los hombres, levantados por el comodismo mas brillante, que niega a Dios, al hombre y al tiempo, que bate alas en pro del silencio, la última risotada y el fin de la burda mentira humana. Paseaba el incauto por aquel declarado su imperio, nadie que lo viera pasar, paseando, pensara jamás que aquel Cómodo de otros tiempos, tuviera declarado su imperio, nadie que allí le viera pudiera pensar que era distinto y eterno, eterno mientras tuviese aliento, la resultante de un momento, el valor aparente, la decisión de otros...., poco es un ser inmerso en si mismo y para si mismo, aspirando, tan sólo, así mismo. Se muestra, a lo largo de aquel largo paseo, como aquello que siempre ha ocultado, lo oculto, y entroniza este leve discurso: "el hombre es aquello que oculta, la razón que esconde, la mentira que siempre guarda, la esperanza que le avergüenza, la estricta sensación de no vivir, los hechos consumados..., doña Blanca", murmuran sus entrañas. Y la ve de las aguas desnudas salir, de las aguas del mar mediterráneo, impoluto su blanco pelo de la sal, húmeda y limpia, y enamorado de aquel ofrecimiento, que ya considera suyo, camina a su encuentro, mientras Blanca, que no le puede ver, ya se ha arrodillado en la arena y seca sus pechos y seca su vulva indiferente al suceso, ajena al acontecimiento, y cae tumbada sobre la arena, al sol la espalda y a Cómodo que viene, presuroso y con la voluntad despejada, sus terrenos vaginales sobreviene, quien extrayendo de su cueva el falo dormido y ahora vivo, la toma, bajo los influjos de un adagio de violín de un concierto de Bach, de los muslos, la eleva y la penetra jadeante, mientras ella, indiferente al macho, toma el sol y duerme, y sueña... y ensoñada como se hallaba fantaseaba a Cómodo venir, presuroso y con la voluntad despejada, extrayendo de su cueva el falo, vivo al advertir su presencia, subyugado a la hembra. Presumidas quedan las fieras que se ofrecen y son satisfechas, en las playas de Alicante..., Postiguet, Alcocó, Albufereta, San Juan, Los Borrachos, Calabarda, Saladar..., podrás, fiera, mostrar tus necios encantos, ofrecer y poseer serán los nuevos conceptos salidos de la transmutación de los valores, los términos que, en el Sistema de Inflexión, han venido a sustituir al bien y al mal. La vida nace muerta; ¿qué mejor consideración merece la muerte?. Tal es la urbanidad sin la cual no es posible al hombre el triunfo. Satisfecho se yergue: por San Telmo, el otro postigo, el más cercano a la Puerta del mar, ve salir gente de la ciudad. Los balnearios de la playa del Postiguet abren sus habitaciones, circulando por sus pasillos centrales gran cantidad de familias, envueltas en albornoces para que el cuerpo este caliente y pueda reaccionar adecuadamente contra la impresión que produce la frialdad del agua, los hay, y apenas se les puede ver, que ya están a pie de las escalerillas que conducen al mar, mojando los pies antes de la zambullida, tras haberlos calentado levemente al sol. Los hay, no obstante, mucho mas avanzados, son aquellos que mojan su rostro y su pecho en evitación de que haya un agolpamiento sanguíneo del exterior al interior, y de los miembros inferiores a la cabeza. Los hay, finalmente, que regresan del baño a sus casetas, se cubren debidamente el cuerpo y toman un vino generoso. De los establecimientos se renuncia a hacer su elogio, pues el público, imparcial y justo, juzgara de ellos con la justicia que se merece por su elegante y sólida construcción, sus espaciosas y cómodas habitaciones y su excelente salón de descanso, sin olvidar las vistas que a los ojos avezados procura, el solaz que sienten los ojos cansados y el bienestar general que recibe la totalidad del cuerpo y en especial los oídos al ser, estos, tratados con la dulce música mediterránea. El bañero está a su servicio, él le atiende en todos sus gustos, acuda y conozca al bañero, quién le proveerá de habitaciones y cuartos, le indicará donde está el departamento general de baños, en la tina pondrá agua caliente de mar, le surtirá de bata o de botarga para las señoras, de sabanas si las precisa, de un par de calzoncillos, de blusas y hasta de sombreros. Cómodo se siente revivido. Ha sido, el suyo, aquel, un polvo con contenido. No ha sido un polvo cualquiera. Es capaz, como se vera a lo largo de esta la vida oculta de Cómodo, de salvar mil obstáculos más. Ha caminado un poco más hacia el levante, hasta los lugares del caballero Bonivern, señor éste cuyas armas puso a resguardo en lo alto de la Cruz de Piedra, en linterna, altillo frente al cual la privativa fuente de La Goteta, queda en ruinas, sobre el cerro del Calvario, la ermita de Santa Ana. A su derecha ve venir a los canteros de Malivern, y a los obreros de la Británica, y a los del refino del aceite. ¡ Imbéciles que trabajan y no disfrutan de los baños!. Desde allí los vio llegar con el alma cargada de cansancio; uno de ellos entrado en años, el otro sin apenas años en su vida. Descalzáronse y entraron en aquel mar azul que sería, para ellos y sus sucesores, su eterna casa. Poco más tarde, antes habían estado hablando con un pescador de Alcocó, se calzaron, tomaron lo poco que cargaban y subieron al arrabal por la calzada del mar. Cómodo se sintió interesado por ellos, más no fue a su encuentro, no preguntó por ellos, quienes eran aquellos.

- El mayor es un soldado de los tercios, su hijo el menor. Caminan en busca de dos mujeres perdidas -dijo Alcocó-

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