viernes, 1 de julio de 2016

03007-46.IMPOSIBLES: En una plaza de dioses

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     En una plaza, que no es una plaza cualquiera, hay un matorral que me habla. Es una plaza redonda, de tierra su suelo bañada, hay un verde naciendo del suelo y unas palmeras en su centro, como dioses reunidas, en círculo, mientras entre ellas hablan; y hablan sobre el azul del cielo que las protege de los enemigos agazapados tras el cielo. Unos setos las rodean; son las tropas con las que han acudido al encuentro, son los ayudantes, los modistos y los peluqueros, los médicos, y son los secretarios provistos de secretarios bajo el brazo, son los que les aconsejan sobre colores, sobre el color del cielo. 

    El matorral que me habla, dice que no están cuerdos; no es azul el color propio del cielo, que es negro, afirma, como una mancha negra es el cielo, por donde cruza la luz del sol y nada alumbra. 

    Arrecian las palmas de las palmeras sus conversaciones entre ellas, dice cada palma lo que quiere, y no se aclara cada palmera de cuanto dicen sus palmas. Me dice el matorral que me habla, que es el aire mutado en viento, ese aire que no vemos pero que sabemos que está, quién arrecia a las palmas en su movimiento, que no hablan porque yo me lo pienso, sino que se mecen y parece que hablan, pero que nada dicen al son del aire que pasa en movimiento, que es cosa de las cosas quietas el moverse si muta el aire en viento. 

    Más yo veo como hablan las palmas, como se mueven los cabellos de los dioses que están reunidos, en círculo, en aquella plaza, en su centro, sobre la tierra de la que mana el verde, y les oigo decir cosas de ociosos dioses. 

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