lunes, 13 de abril de 2020

05760-16.EL FIN DE LA HISTORIA: Hay que comprar al hombre

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      Olía a otoño

- ¿Qué haces con tus pensamientos? -preguntó Dolsa-

- Las cosas las hago porque tomo la decisión de hacerlas, lo que me lleva a tomar esa decisión es solo la decisión de una anterior decisión, y es esta el producto de una anterior, de modo que podría llegar hasta el infinito y en tal situación alcanzar la primera decisión, en este caso la decisión de mis padres, la decisión, en suma, de otros sobre mí.

- Eso ya lo invento don Tomás de Aquino.

- El llamado método científico de la justificación humana. Es imposible que el mismo ser mueva y sea movido por el mismo concepto y del mismo modo, ó que él se mueva a si mismo. Es preciso, pues, remontarse a un primer motor, que lo mueve todo y que no es movido por otro. Y esto último a despecho de lo dicho al comienzo, es decir, la imposibilidad de que el mismo ser mueva y sea movido en el mismo concepto y del miso modo, o que él mismo se mueva a si mismo, ya que si se mueve es porque antes que ese ser que se mueve a si mismo existe el movimiento, con lo cual el movimiento es dios. A pesar de lo cual don Tomás de Aquino no duda en sentenciar, por emanación divina que existe un primer motor. ¿Cómo es posible que un cretino de la talla del de Aquino haya podido hacer tanto daño a los hombres y aún hoy siga haciéndolo?

- A veces pienso que te vendría bien un poco de humildad.

- Bien está que el hombre y la mujer gocen de sus asuntos, pero... ¿debo ser yo el resultado de ese goce de otros?

Varias astillas de sus pensamientos se habían acomodado en la cesta. En su fondo yacían en el mas inexplicable de los silencios todas las causas y decisiones de Cómodo, de modo que él podría engañar al mundo cambiando causas y decisiones a su antojo, mostrándolas a cada momento en galano envoltorio... las constantes justificaciones que determinan la vida de un hombre. Más allí quedando las raíces inmutables, allí, en la cesta, la verdad que aspira a ser ocultada, aquello que el ser humano nunca reconoce como propio. Esto es el hombre: la tenaz conspiración de la justificación.

El hombre es destrucción; nada tiene que aportar a la naturaleza de las cosas, nada.

¡Nada!.

Y una vez más Cómodo sintió lastima de si mismo; alargose en vuelto en frío, "ahora que llega el otoño y todo viene a morir yo me siento nacer, donde el crecer revierte en un cúmulo de incapacidades, donde el sentido queda inmóvil, donde se está solo, de la dicción de los sueños a la tragedia de la realidad, donde un hombre queda en lo que supone no es, cuando entre el anticiclón de las Azores y las nubes de Gibraltar, los cálidos vientos de África y los fríos del norte, esta tierra de Contestania viene a padecer de aguas y a palidecer de ellas, cuando el hombre tiene por obligación vender su mercancía, Cómodo apenas alentaba un suspiro para ratificarse en su condición de siervo de la gleba..., olía a humo. Circunspecto husmeaba y el yuntero arreciaba bravamente a las bestias y su arado marcaba los surcos en el seso. Hay que comprar al hombre.... ¡Hay que comprar al hombre!, porque un hombre lo es cuando ya está vendido. Mas para apreciar bien y en su justo extremo cuanto aquí se narra, no debe ser olvidado que el hombre es su propia consideración.

Y la calle, siempre la calle; una tierra que vive en la calle, pues en ella nace y en ella muere. La calle... El cielo parecía aclararse. Y la teoría métrica de la información no presta atención al mensaje. Inspiró oxígeno.

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