miércoles, 29 de abril de 2020

05782-104.IMPOSIBLES: 38.Virus Corona: Evico-19 ha llegado a mi pueblo

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05778 (24.04.2020 - 103.IMPOSIBLES: 36.Virus Corona
                                         ¡Sal a dar un paseo!)

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      Vivo en un pequeño pueblo que carece de nombre, entre montañas y bosques, donde la niebla, en ocasiones, viene a visitarme; corre un hilo de agua que, más abajo, muta en río, y éste, recuerdo, evacua su líquido en otro. A diario, por el pueblo, pasean animales, que miran a un lado y a otro, y cuando salgo de mi casa a saludarlos, huyen espantados pensando que soy un alienigena, acaso, que viene a succionarlos, aunque algunos me miran, los más jóvenes, tal vez porque ya están acostumbrados y no han conocido las desgracias que sobre sus padres caían por las manos de los pobladores de este pueblo.

      Es éste pueblo, donde vivo, un pueblo como otro cualquiera; tiene una calle principal que lo cruza de lado a lado, tres calles a un lado de apenas treinta metros, y dos más al otro lado no mucho más largas que los tres primeros. Son calles tortuosas nacidas por entre las curvas de niveles, rodeadas de casas de piedras, algunas sin techo, algunas sin balcones, que están en el suelo, de agujeros llenas otras, y de puertas abiertas las menos. En total, si las sumo todas, y las sume por necesidad de saberlo, llegan a treinta, cinco más si cuento las que, prácticamente, están desapareciendo, carcomidas sus vigas y al pairo del tiempo sus recuerdos.

      Tiene mi pueblo un templo, un edificio que construyeron en el nacer de los tiempos, una casa que hacía de consistorial, un bar que hacía de todo. En el templo hay una sacristía con un ropero con algo de ropa divina, troceada y deshilachada, que huele a infierno. En la consistorial, libros de tapas corroídas y hojas amarillas con tinta en negro, una bandera y diversos objetos. En el bar queda la barra, que es de madera, dos mesas y tres sillas.

     Yo suelo pasear por mi pueblo, por sus calles y entre sus casas. Del bar suelo tomar una botella, enciendo una vela que sobre la mesa del alcalde sigue existiendo, repaso el libro por si hubiera un recién nacimiento, y luego, con una copa de metal que hay en el templo, saludo a la imagen divina, que es una mujer bien tapada, y le ofrezco, por si tiene sed, algo del vino que me traje de la taberna. Y todos los días paseo por los alrededores del pueblo, contemplando mi imperio.

     Hoy me he enterado, he tenido un sueño, que un tal Evico-19, al que los extranjeros y los españoles llaman Covid-19, ha llegado al pueblo; y me ha molestado, pues no lo he invitado, ni está censado, ni parece que venga con dinero, a gastarlo en la prosperidad de mi pueblo, sino que ha venido porque se ha quedado sin alimento, y se lo he advertido, "si me comes, luego te morirás tú, porque en este pueblo no hay más alimento que yo".

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