domingo, 31 de diciembre de 2023

07972-164.IMPOSIBLES: En el desierto de un desierto: 06.Del libro "El Héroe" de Cómodo Centón

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                                 05.Del libro "El Héroe" 
                                      de Cómodo Centón)

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                                  07.Del libro "El Héroe" 
                                      de Cómodo Centón)


        Desde lo alto del risco pudo contemplar el desaguar de la presa, el golpear del agua sobre el lecho y el renacimiento del río entre dos pequeñas paredes laterales. Al cabo de un rato, y dándose la vuelta, vio la ligera pendiente de la colina de arbolada y verdor repleto, y ascendiendo entre matojos alcanzó el apogeo, apareciendo ante él un desierto de piedras y tierra. 

       "¿Cómo no va existir la desigualdad entre las personas, unas ricas, otras pobres, si en la naturaleza existe la desigualdad entre tierras, unas de agua llena, otras secas?" clamó al vacío. 

    Y tuvo miedo El Tercero de aquella infinita soledad que, sin embargo, tenía que cruzar sin miramientos, sin que cupiese en tal determinación argumento alguno saludable. “O me trago este desierto o él a mí me traga” se dijo, sin que este pensar tuviera sentido alguno ni argumentarlo fuera posible; lo cruzaría porque sí, más, sin saber para qué. ¿Cómo justificar lo que no se puede justificar?; cruzar aquel desierto, ¿qué sentido tenía?, no lo podía explicar, y cruzarlo porque sí, sin explicar el por qué sí, era un sinsentido que podía mostrar, allí estaba el desierto de rocas, pero esclarecer su sentido le resultaba imposible. ¿Por qué pinta un pintor, escribe un escritor, pone notas un músico?; todos ellos muestran lo que ha derivado de su mente, más no sabe su mente decir cómo lo que ha derivado de su mente de su mente ha derivado. Recordó, en este punto a El Primero, “pensar es darle existencia a lo que no existe mostrándolo como un pensamiento que evidencia que aquello que no existía, existe, y que esta existencia, y solo ella, puede argumentarse como un contrasentido que niega la existencia ya que de la existencia no se puede hablar”

     Y comenzó a bajar; “¿es lógico pensar?, más, ¿cómo lo expreso?, solo si lo puedo expresar claramente es porque lo he pensado, pero, una vez pensado me resulta imposible transmitirlo”. Y con esto llegó al valle.

       Anduvo todo un día entero, no encontrando ni persona ni animal alguno, salvo alguna gigantesca ave cruzando el firmamento. “Esperas que caiga al suelo, maldito pájaro. Y no dudes, caeré a media jornada” le anunciaba al alado. 

       El sol, cruzando, a El Tercero avizoraba, tendido sobre piedras y tierra reseca, entretanto aligera el ave torneando su cuerpo con cabriolas y piruetas, como estar esperando el momento, y no mucho pasando tomó pie en el suelo a pocos pasos de El Tercero, y decidió acercarse y husmear al muerto, y cuando la punta de su asqueroso pico pincho en el pecho de El Tercero, una daga tenebrosa, de la mano de El Tercero, penetró en la panza del avechucho, que, dando un salto atrás, cayó al suelo. Ahora era El Tercero quien se acercó a la figura desagradable del aéreo, sintiendo la ausencia de respiración de aquel adefesio, al que cortó el cuello, lo abrió en canal y lo despojó de todos órganos internos; “no sabía yo que encontraría una carnecería en este desierto” se dijo para sí satisfecho. 

      Al cabo de la tarde, hambriento, llegó al fin del desierto, donde unos pequeños árboles muertos tenían su cementerio, y arrancado de ellos sus ramas, hizo un fuego, quemó la carne del ave sobre la fogata y se llenó la panza sin sentir remordimiento alguno.  

        Cansado de sí mismo, se durmió en buena hora.

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