domingo, 15 de diciembre de 2013

01701-09.IMPOSIBLES: 01.El asesino inexistente

DOCUMENTO ANTERIOR: 01628

DOCUMENTO POSTERIOR: 01714


             -I-

- ¿Se puede pasar?
- ¿Quién te ha dejado pasar?
- María
- Pues le dije que no te dejara pasar
- Pues me ha dejado
- Pues regresa  la salida y le dices a María que venga a verme
- Puedo volver allá donde está la salida, y puedo a María decirle que venga a verte, pero no vendrá.
- Vendrá si se lo dices.
- No vendrá; no puede andar
- ¿Qué dices?
- Que yace muerta a la entrada, como tú lo haces sobre este escritorio...


              -II-

- El cuchillo penetrando por el cuello había alcanzado la garganta
- ¿Qué dices?
- Y la sangre fue saliendo del cuerpo y de rojo todo llenándolo se extendía por el cuerpo que ya no se movía.
- ¿Y el asesino?
- Vivo
- ¿Vivo?
- Vivo salió e la casa por la puerta que entrará, tras pasar por encima de María, sin que nadie la salida de la casa le impidiera.
- ¿Y qué pasó luego?
- Silencio
- ¿Y después?
- Más silencio; nada dijeron los muertos
- ¿Y el asesino?
- Nada dijo el asesino
- ¿No se despidió?
- Si lo hizo, no le contestaron
-¡Que maleducados!
- ¿Quienes?
- El asesino y los muertos
- Es cierto


             -III-

- ¡Que bella está María!
- Y él..., que sosegada calma muestra su rostro
- Considerando que le han cortado el cuello....
- Cierto
- ¿No te parece bella?
- Bueno..., ahora que lo dices..., parece más bella muerta que viva lo era
- Verdad que sí
- Cierto. ¡Como cambian las cosas!
- Cambian, es verdad. Hay cosas que para ser bellas han de morir.
- ¿Qué pensaran uno junto al otro, cada en su caja?
- ¿Piensan los muertos?
- Tendrán cerebro
- Pero si no tienen cuerpo, quiero decir que se les está pudriendo
- Será, digo, que tendrán un cerebro en espíritu
- Claro, como Dios
- Eso es; además, ¿no dicen que los muertos se preocupan por los vivos?
- Algunos lo dicen, otros no. A mí, que quieres que te diga, me parce bella.
- Ya lo veo; ¿estuviste enamorada de ella?
- Nunca me fije en ella
- Pero hoy si
- Hoy si. Me atrae su rostro blanco de muerta

           -IV-

- Pero... ¿qué pasó?
- Dicen que cuando  María abrió la puerta, el Asesino le puso el puñal en el pecho, y al tiempo que la introducía, un beso en sus labios dejó. Luego fue al despacho donde él trabajaba, y yéndose a su espalda con otro cuchillo su garganta desangró. Al salir, junto a María dejó el filo que a él le quitara la vida, y en el mango la mano de ella puso como empujando el arma cortante que en su pecho penetraba.
- ¿Ella, entonces, le mató?
- Eso parece
- ¿Y después ella se mató?
- Parece; mira... aquí viene. Entra compungida.
- Es la viuda...
- Si, lo es; trae con ella la desdicha
- Como debe de ser
- Pero no hay derecho
- ¿A qué?
- Él le prometió amor eterno
- Cierto es
- Estar con ella para siempre
- Así fue
- Y sin embargo... ahora la abandona
- Se ha muerto
- Pero eso no es excusa; uno puede morirse, pero eso no es argumentario para violar el contrato matrimonial; los contratos se han de cumplir
- La muerte siempre lo impide
- No creas, si yo tengo una deuda y muero, son mis hijos los que cargan con la tal deuda. Mi muerte no rompe el contrato de mi deuda, y mi acreedor sigue de mis hijos cobrando, porque son ellos los que ocupan el puesto que yo ocupaba en vida
- Es verdad. ¿Qué propones?
- Alguien debería de ocupar el puesto de él en la vida de la viuda.
- ¡Ah!

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