DOCUMENTO POSTERIOR:
02584 (11.11.2015 - Locos y Cuerdos)
05222 (03.07.2019 - 87.IMPOSIBLES: Demandado por Nacer)
Mientras se trabaja en el centro todo va bien, pero a la medida que se llega a los lados uno debe pararse. Tal hizo Cómodo; se detuvo. Y escribió:
La
vida es un continuo descubrir
lo que ya otros ya descubrieron.
Solo
que, al tiempo, somos incapaces
de
descubrir,
a
tiempo,
que
ya otros ya lo descubrieron.
De
forma que caminamos esforzándonos
en
predicar
nuestros
descubrimientos,
hasta
que un día descubrimos
que
ya otros lo descubrieron.
Más,
es
tarde
y
somos viejos.
Se sentía
agotado, profundamente cansado... de tanto mirarse en otros y no hallarse en
aquellos descampados, de tanto buscar tiempos nunca perdidos ni de hallar jamás
los recobrados. Su casa cedía, necesitaba en aquella esquina de un calamón
nuevo.
No eran
estos tiempos de letras, eran los pergaminos reliquias, mansos instrumentos,
quejas enmudecidas, eran los tiempos un rosario de encuentros, papel y tinta,
aquella vietnamita.
Pantallas
y teclados nacían.
En este
sentido era Cómodo un producto de desenganche, un anunciado fracaso de la
naturaleza, un animal humano a extinguir, un hombre viejo, un ser dormido en el
pasado, sin futuro, sin presente; amante del pergamino, de la tinta, del
esfuerzo innecesario.
Solo cabía
esperar la muerte bajo el flujo de un adagio.
En esto
transcurría la vida de Cómodo Centón; mientras se trabaja en el centro todo va
bien, pero a medida que uno llega a los lados debe pararse.
Mantenía
sus ojos cerrados por temor de ver la vida, por convicción de que ésta
proseguía sin su ayuda.
Javier le
observaba; sonreía..., pero a medida que se llega a los lados uno debe pararse.
¡Pararse!
- Estudia niño, estudia. No te pienses que del
entretenimiento vivirás. ¡Abajo lo ameno e instructivo!. ¡Viva el coñazo del
derecho romano y demás derivaciones mierderas! -dijo Javier-
- Escribir estas cosas es el principio de la locura
-replicar Cómodo-
- Al orden establecido jamás, comprobado
históricamente, se le ha encerrado en un manicomio, ni en las revoluciones
-afirma Javier-
Cómodo,
atorado, mira hacia los lados, donde los libros se ajustan los unos a los
otros, en apoyatura necesaria que les mantenga en digna posición. Y mira hacia
arriba, a lo alto de La Pecera
del ateneo, por donde entra la luz que tanto tarda en llegar a la tierra, y de
noche la luz de los hombres se enciende.
Todo es
historia; piensa el desdichado.
Más la anarquía
radica en la superación de dos imposibilidades. Cebado se es continente. El
purismo en la relación hombre-vida es morbo regio, encono, matafuego. Levantó
la vista y le oyó decir a Dolsa... "en quinto lugar está nuestra voluntad
de mejorar al revelarnos en contra del infortunio para aprovechar nuestras
inmensas posibilidades, toda la riqueza de elementos de que disponemos con lo
que construir una auténtica cultura obrera que sea la base de una profunda y
revolucionaria transformación de la decadente sociedad actual.
Cómodo
estaba a razones denotando como la frase es correcta ya que busca un
mejoramiento ya no solo a nivel personal, a nivel de sociedad; la idea no es
correcta, dijo, y miraba fijamente a Dolsa, porque no se adapta a la
realidad..., a la realidad, la idea no es correcta, no se adapta a la realidad;
no es aceptable el término cultura obrera.
Levantaronse
puños endurecidos como puños.
Todos
aparentando levantarse se levantaban con los puños, en sus manos, endurecidos
como puños.
Cómodo,
sentado, en actitud de soberbia, dijo: la clase obrera no existe, ni ha
existido, ni existirá. De ahí que todo el pensamiento obrero sea pura teoría de
poder y que el obrero, como teoría de poder, esté contra el fin de la historia.
El obrero, por su propia condición, está destinado a ser obrero, no tiene más
elección que ser obrero, entretanto que el capitalista puede elegir entre ser
capitalista o ser obrero. He aquí que la esencial diferencia, duda, entre ser y
no ser, objeto de reflexión de un entupido príncipe danés y de su aún mas
estólido autor sajón, es necedad supina, insistencia inoportuna y obstinada,
pretendiendo que la elección es grave y
dolorosa, y que el capitalista, aún amando al obrero y deseando ser obrero, se
ve en la obligación imperiosa de ser capitalista, aún a su pesar y por amor a
su conciencia. Tú condición, pues obrero, aún siendo elevada resulta mísera, ya
que estás destinado a ser obrero, y el capitalista a debatirse entre su
condición obrera y se deber capitalista, como está destinado el hombre a ser
hombre y dios a poder elegir entre ser hombre o ser dios. ¡Escuchadme, si aún
sois capaces de hacerlo!..., el destino de un hombre es sucumbir, su futuro es
envejecer, su esperanza morir. Nada cabe esperar ni tan siquiera de uno mismo,
¿qué de otros?. La pobreza es peor que un infortunio, es una estupidez, decía
Calderón Collantes, y a nadie pareció aquello un desatino. La riqueza de una
nación se sustenta sobre la seria de sus hombres. De tal es que el alto
desarrollo económico de un pueblo se sostiene sobre el bajo desarrollo de los
salarios de sus hombres. Mirad sino a los países que han sido, y son, dueños de
La Historia
y forjadores de imperios, y los veréis llenos de hombres mediocres, de culturas
torpes y de esencias sin olores. Debéis elegir, pues, entre la sociedad y el
hombre. Es un destino cruel que a nada os conducirá, más no temáis. Sed
felices. Tenéis el deber constitucional de ser felices, ya que la constitución
se hizo para vuestra felicidad.
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