domingo, 16 de febrero de 2014

01767-12.EL FIN DE LA HISTORIA: Del nacimiento de Cómodo

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        Mientras se trabaja en el centro todo va bien, pero a la medida que se llega a los lados uno debe pararse. Tal hizo Cómodo; se detuvo. Y escribió:

                La vida es un continuo descubrir

                lo que ya otros ya descubrieron.

                Solo que, al tiempo, somos incapaces

                de descubrir,

                a tiempo,

                que ya otros ya lo descubrieron.

                De forma que caminamos esforzándonos

                en predicar

                nuestros descubrimientos,

                hasta que un día descubrimos

                que ya otros lo descubrieron.

                Más,

                es tarde

                y somos viejos.

    Se sentía agotado, profundamente cansado... de tanto mirarse en otros y no hallarse en aquellos descampados, de tanto buscar tiempos nunca perdidos ni de hallar jamás los recobrados. Su casa cedía, necesitaba en aquella esquina de un calamón nuevo.

   No eran estos tiempos de letras, eran los pergaminos reliquias, mansos instrumentos, quejas enmudecidas, eran los tiempos un rosario de encuentros, papel y tinta, aquella vietnamita.

      Pantallas y teclados nacían.

      En este sentido era Cómodo un producto de desenganche, un anunciado fracaso de la naturaleza, un animal humano a extinguir, un hombre viejo, un ser dormido en el pasado, sin futuro, sin presente; amante del pergamino, de la tinta, del esfuerzo innecesario.

      Solo cabía esperar la muerte bajo el flujo de un adagio.

     En esto transcurría la vida de Cómodo Centón; mientras se trabaja en el centro todo va bien, pero a medida que uno llega a los lados debe pararse.

     Mantenía sus ojos cerrados por temor de ver la vida, por convicción de que ésta proseguía sin su ayuda.

      Javier le observaba; sonreía..., pero a medida que se llega a los lados uno debe pararse.

     ¡Pararse!

- Estudia niño, estudia. No te pienses que del entretenimiento vivirás. ¡Abajo lo ameno e instructivo!. ¡Viva el coñazo del derecho romano y demás derivaciones mierderas! -dijo Javier-

- Escribir estas cosas es el principio de la locura -replicar Cómodo-

- Al orden establecido jamás, comprobado históricamente, se le ha encerrado en un manicomio, ni en las revoluciones -afirma Javier-

    Cómodo, atorado, mira hacia los lados, donde los libros se ajustan los unos a los otros, en apoyatura necesaria que les mantenga en digna posición. Y mira hacia arriba, a lo alto de La Pecera del ateneo, por donde entra la luz que tanto tarda en llegar a la tierra, y de noche la luz de los hombres se enciende.

     Todo es historia; piensa el desdichado.

   Más la anarquía radica en la superación de dos imposibilidades. Cebado se es continente. El purismo en la relación hombre-vida es morbo regio, encono, matafuego. Levantó la vista y le oyó decir a Dolsa... "en quinto lugar está nuestra voluntad de mejorar al revelarnos en contra del infortunio para aprovechar nuestras inmensas posibilidades, toda la riqueza de elementos de que disponemos con lo que construir una auténtica cultura obrera que sea la base de una profunda y revolucionaria transformación de la decadente sociedad actual.

     Cómodo estaba a razones denotando como la frase es correcta ya que busca un mejoramiento ya no solo a nivel personal, a nivel de sociedad; la idea no es correcta, dijo, y miraba fijamente a Dolsa, porque no se adapta a la realidad..., a la realidad, la idea no es correcta, no se adapta a la realidad; no es aceptable el término cultura obrera.

     Levantaronse puños endurecidos como puños.

     Todos aparentando levantarse se levantaban con los puños, en sus manos, endurecidos como puños.

     Cómodo, sentado, en actitud de soberbia, dijo: la clase obrera no existe, ni ha existido, ni existirá. De ahí que todo el pensamiento obrero sea pura teoría de poder y que el obrero, como teoría de poder, esté contra el fin de la historia. El obrero, por su propia condición, está destinado a ser obrero, no tiene más elección que ser obrero, entretanto que el capitalista puede elegir entre ser capitalista o ser obrero. He aquí que la esencial diferencia, duda, entre ser y no ser, objeto de reflexión de un entupido príncipe danés y de su aún mas estólido autor sajón, es necedad supina, insistencia inoportuna y obstinada, pretendiendo que la elección es grave  y dolorosa, y que el capitalista, aún amando al obrero y deseando ser obrero, se ve en la obligación imperiosa de ser capitalista, aún a su pesar y por amor a su conciencia. Tú condición, pues obrero, aún siendo elevada resulta mísera, ya que estás destinado a ser obrero, y el capitalista a debatirse entre su condición obrera y se deber capitalista, como está destinado el hombre a ser hombre y dios a poder elegir entre ser hombre o ser dios. ¡Escuchadme, si aún sois capaces de hacerlo!..., el destino de un hombre es sucumbir, su futuro es envejecer, su esperanza morir. Nada cabe esperar ni tan siquiera de uno mismo, ¿qué de otros?. La pobreza es peor que un infortunio, es una estupidez, decía Calderón Collantes, y a nadie pareció aquello un desatino. La riqueza de una nación se sustenta sobre la seria de sus hombres. De tal es que el alto desarrollo económico de un pueblo se sostiene sobre el bajo desarrollo de los salarios de sus hombres. Mirad sino a los países que han sido, y son, dueños de La Historia y forjadores de imperios, y los veréis llenos de hombres mediocres, de culturas torpes y de esencias sin olores. Debéis elegir, pues, entre la sociedad y el hombre. Es un destino cruel que a nada os conducirá, más no temáis. Sed felices. Tenéis el deber constitucional de ser felices, ya que la constitución se hizo para vuestra felicidad.

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