sábado, 12 de diciembre de 2015

02632-37.IMPOSIBLES: En casa de locos, perdido

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02549 (21.10.15 - Los granos van a morir)

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      Hoy he vivido entre locos un día de tranquila tranquilidad. La munda tranquilidad entre locos es como un bálsamo de tranquila munda tranquilidad que me ha puesto extremadamente nervioso, especialmente cuando todos lo locos pretendían que fuese yo como ellos, un loco. 

     La mañana ha transcurrido tranquila, como una tranquila mañana en un mundo de locos y entre locos. Hemos hablado; más bien ellos conmigo, como si fuese yo un loco entre locos tranquilos, aseados y amables, y me he sentido loco entre locos en una tranquila mañana de tranquilidad llena, en ese paranoico lugar que es la casa de los locos.

    Hacía un calor tibio, y ellos hablaban de un frío intenso fruto del estío, de aquellas hojas que habían caído sobre el suelo helado del patio que rezumaba humedad, y uno hablaba de sus amigos petrobusianos... "nada ayuda al vivo cuando muta en muerto" decía ligeramente encendido, de ahí que "nada valen las buenas obras", ni es posible "trasferir la bondad de uno a otro", lo que demuestra que la maldad es bondad bien entendida. Y fue que uno de ellos, de los locos, vino a hablarme de sus cómo somos más, y más somos los locos cuando la mañana suple a la noche y llena el sol con su brillo la mañana en los alegres campo de los locos. Y por un momento, confieso así haberlo vivido, he creído, como ellos, estar loco como ellos apenas el alba acababa con el rocío. 

    Me han invitado, varios de entre ellos, de capirote, capa, fajín y cíngulo, y de vestas imbuidos, a tener sus sentimientos, a razonar sin razonar, a incorporarme con ellos a su frío mudo de locos fríos, y yo entonces me he dado cuenta que no estando loco como estarlo parecía, podría caer en la red de aquel patio de locos ávidos en ganar carne humana para sus fríos, pues me hablaban como si yo fuera un loco entre cuerdos perdidos.

   Sé que llegó la tarde siguiendo los pasos de la mañana, que ya se había ido, y fue a quedarse en el patio tras comer y arroparse en las estancias donde reposaban los lechos y, en ellos, los locos tendidos; "oiga, que el frío no existe" gritaba al aire mientras tiritaba de calor, mientras el sol se guarecía de aquellos locos en aquella otra parte del mundo.

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