sábado, 19 de diciembre de 2015

02645-05.TEATRO: Ojos de Agua

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      OJOS DE AGUA es una obra basada en La Celestina de Fernando de Rojas, dirigida por Yayo Cáceres, adaptada por Alvaro Tato, escenografía de Carolina González, iluminación de Miguel Ángel Camacho, vestuario de Tatiana de Sarabia y música de Yayo Cáceres, representada por Charo López (Celestina), Fran García (espíritu de Pármeno),  y Antonio Trapote (guitarra y comparsa). El titulo de la obra, Ojos de Agua, responde a un diálogo, en la obra de Rojas, entre Pármeno y Celestina. Recuerda el primero el tiempo que estuvo de niño sirviendo a Celestina, que en manos de la puta dejaron los padres de Pármeno al niño. Celestina, al oírlo, evoca a su amiga, la madre de Pármeno, diciendo que los ojos se le llenan de lágrimas.

    Sobre las tablas del TEATRO PRINCIPAL de Alicante hemos visto una Celestina mutada de sí misma desde un personaje que fallece en el último tramo de la tragicomedia pero que revive, en la adaptación de Alvaro Tato, para contarnos quién escribe la obra y como se la ofrece a Fernando de Rojas, lo que muestra a las claras que Celestina no tenía abuela. Nos encontramos, allá por el año de 1500, en el Convento de la Consolación, en Salamanca, teniendo como soporte el renacimiento. Hace tres años que llegó a la congregación una mujer vieja, que a cambio de efectuar trabajos en la misma es recogida por las monjas. En ese lugar ha tenido tiempo de escribir una tragicomedia de dos amantes y de una alcahueta, y como está pronta a morir, relata a la asamblea de monjas quién es realmente la acogida en aquel centro de silencios que es el convento. A partir de este momento asistimos a una dualidad de escenas entre las propias del texto y la adaptación de poner el conjunto en escena .

    El ESCENARIO se desarrolla dentro de un cuadro único, interior del convento, con el músico clavado en una esquina y un extenso sobre tablas que permite un aceptable movimiento de los dos actores. Tonos pastel cálidos, principalmente amarillo, sobre los personajes, perfectamente relacionados con un verde sobre tablas y un gris claro de fondo, ofrecen una serie de fotografías visuales de meritoria calidad. Trastos y útiles son manejados adecuadamente por los actores (Fran Garcia) de manera que su cambio de ubicación espacial resulta natural y contribuye al tránsito teatral. Se relaciona el VESTUARIO, de estilo renacentista, con el entramado de colores en escena, de forma que resulta agradable y oportuna la plástica resultante, donde verdes y azules junto a grises claros sirven al carácter trágico de lo que se cuenta, entroncando perfectamente con el tono general de la escenografía. La ILUMINACIÓN crea claros y oscuros, especialmente sobre Celestina (Charo López) en los momentos que el texto resulta más intimista y en el centro del escenario, resaltando la imagen de Pármeno (Fran Garcia) en los monólogos sobre el fondo de la escena, manteniéndose fija sobre el músico (Antonio Trapote), y todo sin que menosprecie al ambiente general del decorado. El entramado se complementa con la MÚSICA, notas de guitarra lentas y pausadas que marcan espacios definidos de la obra.

     El DRAMATURGISTA (Alvaro Tato) ejecuta un interesante matrimonio entre la obra de Rojas y la adaptación de la misma. El estilo culto de la obra original se adapta al lenguaje actual, se intercalan vocablos de origen con elementos y referencias de la España del siglo XXI, queriendo mostrar como, en el fondo, nada ha cambiado. Parte del texto de la adaptación se mantiene, otra parte muta en un lenguaje más de hoy día, y queda un resto de libre expresión al antojo, casi, del actor. Definir a Ojos de Agua como un monologo, como se hace en el programa de mano, es una vulneración de la realidad, si no en sentido estricto si en sentido más amplio; ciertamente no hay diálogos, la relación entre Celestina y Pármeno es más espiritual, pero los parlamentos son propios de ambos personajes, de manera que Ojos de Agua se podría definir como una obra de "dobles monólogos", donde el mayor porcentajes de los mismos queda a cargo de Celestina, uno de los cuales es de fácil localización con ser el Conjuro a Plutón, donde muestra Celestina sus artes oscuras mientras amenaza al dios sí los dones de éste no caen sobre ella 

     En la introducción de la obra habla Celestina de si misma, de su origen "sin posibles", y de como ha vivido de su oficio muy limpiamente, vieja y puta se define, por los deleites hecha y por la bolsa llena, y no entiende como hay mujeres, las monjas, que no entreguen sus cuerpos al destino para los que fueron hechos, apenas mencionando a los hombres que, ya se sabe, son hombres, que cuando terminan o bien se van o bien se duermen. Sigue luego contando Celestina lo que ha escrito, los amores de Calisto y Melibea, y de como ella intervino, a cambio de un sueldo, en la juntura de ambos, y como siendo ella la trabajadora no quiso compartir con los criados dinero alguno, de lo que vino su muerte a manos de Sempronio, la consiguiente de éste y de Pármeno, la caída fortuita de Calisto rompiéndose la cabeza y ese salto al vacío de Melibea. A la tragedia se une la comedia, los enredos y las burlas, el disfrute de la carne y alguna que otra cosa. 

    De CHARO LÓPEZ no sabría que decir, pues dudo si se traga la escena o ella misma es la escena. Su tamaño como actriz y su fuerza como mujer son la esencia que se mueve sobre las tablas como si éstas fuesen su casa; respiración y regulación así como timbre de emisión muestran una voz inconfundible por su notoriedad, a lo que añade una vocalización de frases y palabras que con clara limpieza llenan la sala. Su expresión corporal es ligeramente más floja, pero dice más con la mirada y con las pausas, de manera que sabe esperar y disfrutar del aliento contenido del espectador, al tiempo que recita y declama con pasión. Ahora bien, como señora del escenario que es, no se apodera del mismo, sino que lo comparte con sus dos compañeros, de forma que pareciendo estar en contubernio habitacional con sus dos compañeros, está de hecho como divinidad solitaria sobre las tablas

     Le acompaña, en estado de gracia, FRAN GARCÍA, que se muestra algo más distante dentro de la variedad de papeles que afronta, pues traslada útiles, recita, canta y detalla con mayor evidencia una expresión corporal que se contrapone al quietismo de Charo López. Es la voz del monologo de Pleberio que cierra la obra de Fernando de Rojas, aunque tal recitación es un resumen actualizado del largo parlamento que tiene lugar en la obra original. Sus paseos por el escenario en general y particularmente sobre la tarima superior de fondo crean una interesante plástica de conjunto entre su vestuario gris y el gris blanco del fondo, dando un empaque espiritual frente a la coloración ocre de Charo López, al transitar descalzo tanto por el patio de butacas como por la escena

     ANTONIO TRAPOTE con su guitarra ejecuta notas que proporciona un fondo musical a la deriva interpretativa. Aporta también una réplica a Charo López cuando ésta al repasar los pecados capitales muestra haber olvida uno de ellos... la soberbia. 

    Sin duda alguna hay que ver OJOS DE AGUA, por cuanto ha sido antedicho y, también, porque el trabajo de conjunto de los servicios técnicos, de arte y de interpretación no pueden ser sin una producción cuidada.

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