jueves, 28 de noviembre de 2019

05525-91.IMPOSIBLES: Pagar en un restaurante con móvil

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     Hoy, Cómodo Centón, ya pasado el mediodía, y tras tomarse un vino en una taberna... de las que ya no quedan, algo oscura y aparentemente destartalada, con sabor a antaño, aire roñoso, fotos de cuando Maria Castaña, y taburetes oscilantes, atendida por un hombre de algo más de setenta años con su señora en la cocina, la cual ha extraído, con cierta penurias de piernas, una tapa de jugosa tortilla de patatas... ha salido a la calle, y paseando sin destino, por su destino llevado, entre gentes por las aceras y vehículos de tracción a motor por las calzadas, se ha detenido.

    No acostumbra Cómodo Centón a detenerse cuando pasea, porque pasear es caminar paseando, como si nada alrededor existiera, desterrando escaparates y con la vista puesta en las gentes. 

    Pero siempre, cómo es la vida del hombre, una contradicción en forma de excepción hoy ha acontecido; un restaurante, antes casa de comidas, le ha llamado la atención. Dicho lugar de deglutinar era uno de esos espacios en los que "uno" come y los "demás", los que pasan por la acera, te pueden ver ingerir alimentos, pero que, curiosamente, no te pueden ver cagar, porque el urinario si que esta oculto a la vista pública, asunto éste que no entiende Cómodo Centón, ya que si te pueden ver los demás tragar alimentos, ¿por qué no te pueden ver defecar alimentos?; más ésto último es otro asunto.

    En la cristalina puerta de entrada, del restaurante, una advertencia; "solo se aceptan pagos de la consumición con móvil"

    Entra Cómodo Centón, y el camarero que le recibe, le recuerda, "solo se aceptan pagos de la consumición con móvil", a lo que responde Cómodo Centón que ya lo ha leído en la puerta de entrada. 

    Toma Cómodo Centón asiento en una mesa; toma nota el camarero, y con evidente prestancia llega el pedido a la mesa; mientras tanto ha observado el lugar, iluminado y bien aireado, no como en la citada taberna, pero tan impersonal como la vida misma, pero ha podido disfrutar del pasar de las gentes por la calle. La comida, reconoce Cómodo Centón, está buena. 

    Llama al camarero y pide la nota; regresa el camarero con un artefacto y se lo ofrece a Cómodo, quién cae en la cuenta que, aquí, se paga con el teléfono móvil, y siguiendo las indicaciones del camarero pasa el móvil sobre el artefacto; mira el camarero el artefacto, no pasa nada o la máquina no responde, algo falla, y le indica al Centón que pase de nuevo el móvil sobre la máquina, y sigue sin pasar nada o el artefacto no responde. 

- ¿Tiene su móvil conexión a internet? -pregunta el camarero-

- No -responde Cómodo-

- Entonces no puede usted pagar...

- Pero tengo móvil -afirma Cómodo-

- Pero debería de estar usted conectado a internet para poder pagar

- Ahí dice que se puede pagar con móvil

- Pero con móvil conectado a internet -aclara el camarero-

- Ahí nada dice de internet

- Se supone -insiste el camarero-

- Ahí dice que hay que pagar con móvil

- Perdone, pero... ¿me está usted tomando el pelo?

- ¿Sí quiere le pago con papel moneda de curso legal? -dice Cómodo Centón-

- No se puede pagar con dinero, es la norma de la casa

- Pero la norma constitucional dice que tengo derecho a pagar con dinero del país

- Definitivamente se está usted riendo de mi -asevera el camarero-

- Lejos de mí la funesta manía del reír

      Extrae Cómodo Centón de su bolsillo la cartera, y deposita el dinero sobre la mesa. 

- Ya le he dicho...

- Quédese con la vuelta; la comida y el servicio han sido buenos

       Y sale.

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