sábado, 26 de noviembre de 2022

07243-103.LIBROS: 02.Xixona entre dos épocas o Nomenclátor de 1887, de José Bernabé y Marisa Francés

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07241 (25.11.2022 - 01.Xixona entre dos épocas 
                                       o Nomenclátor de 1887, 
                                  de José Bernabé y Marisa Francés)

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III: SEGUNDA PARTE 

      La SEGUNDA PARTE corre a cargo de Marisa Francés; comienza destacando el hallazgo o descubrimiento del nomenclátor citado, fijando la parte toponímica del dicho documento o cómo se han de designar los nombres, los sobrenombres, y si el lugar cuenta con dos o más nombres, y su orden de prevalencia, los nombres compuestos de dos sustantivos y los nombres de un lugar seguido del nombre del propietario

         Los toponímicos se recogen en y de diferentes documentos como los notariales, el padrón de 1730 y el de casas de 1859, padron de vecinos de 1801 y 1840, concluyendo Marisa Francés que, en su mayoría, coinciden con los actuales.

       Con la aproximación lingüística al nomenclátor entra Marisa Francés, de pleno, en el tema que la ocupa; establece los génericos traducidos y los no traducidos, la forma de la escritura y el uso de diferentes letras características como la "ch" y la "x" entre otras, tanto en escritura como en pronunciación, sin olvidar el uso de artículos y diminutivos. Concluye, en este punto, la evidente españolización de la lengua, los usos caídos en desusos y el invariable uso del artículo como rasgos generales en valenciano.

        En la antroponimia, orígen de los nombres, destaca Marisa Francés el uso de los malos nombres o formas peyorativas de nombrar a alguien, de los que pone diferentes ejemplos. Separa los femeninos de los masculinos, siendo mayoritarios los segundos, destacando, en esto, la herencia patrimonial del varón, relacionándolos con el linaje, del padre, de los santos, de zonas geograficas, condición o cargo social, por circunstancias de nacimiento, y, en general, ampliamente españolizados.

      La toponimia urbana recoge ejemplos idiosincrásicos como la calle de la Vila de intramuros en contraposición a la de Raval de extramuros o bien foso fuera de la ciudad, citando los ejemplos de calles como Nou y Nova, de origen religioso o de santos, fossar o cementerio, entre otras, lo que da a entender la particularidad de cada una de ellas.

       La toponimia rural ocupa un mayor espacio en el texto. Aquí establece diferentes orígenes como catalán, árabe, latín o de origen incierto, entre otros,

         El actual nomenclátor, nos dice Marisa Francés, debe de tender desde un punto de partida catalán a una imposición normativa de la Academia Valenciana de la Lengua (AVL), quién tiene transferidas la materia onomástica. Finalmente, la autora da una guía, a grandes rasgos, de los criterios que han de seguirse en el uso y designación de los nombres tanto urbanos como rurales

     En la página 87 establece Marisa Francés su principio de designación, dando prioridad a las etimológias planteadas por Juan Corominas, o Coromines, un catalanista.

     En la página 89 fija Marisa Francés que, a grandes rasgos, el contingente más abundante de toponimicos responde a la lengua catalana.

      En la página 65 escribe Marisa Francés que, es sabido de todos, una de las características del DIALECTO VALENCIANO...; es decir, determina Marisa Francés, que el valenciano no es una lengua, sino un dialecto que, se entiende, derivado de la lengua catalana, de lo que debería entenderse que el nombre de Academia Valenciana de la Lengua (AVL) debería de ser, en realidad, ACADEMIA DEL DIALECTO VALENCIANO.

       En la misma línea, partiendo de que el valenciano es un dialecto del catalán, y sin retirarle las funciones normativas a la Academia Valenciana, la escritura y el habla debería de darse en la forma catalana, aunque expone Marisa Francés que, en el caso de Jijona, existen particularidades de uso. 

    Establecer como origen el catalán es una mera posición política, de forma que se toma ideológicamente, como una deformación en pasado, el catalán como sustento del valenciano, a pesar de que Marisa Francés cita otros antecedentes más antiguos como el latín, del que, a su vez, deriva el catalán, lo que implica, en buen hacer, que el nombre de las cosas y de las personas deberían de retrotraerse a la lengua latina y no a la catalana. En esta misma vía, si el valenciano deviene del catalán, y este del latín, habría que suprimir la numeración arábiga y numerar con números romanos. Sin embargo, lo que hace Marisa Francés es imponer políticamente como verdad la lengua catalana, ignorando los antecedentes toponímicos anteriores. 

       Lo cierto es que cuándo Cómodo Centón escuchaba a sus ascendentes hablar en valenciano, se perdía una parte significativa del hablar, en tanto hoy es capaz de acceder a la casi totalidad del habla valenciana, así como leerla, ya que lo evidente es que cuando más se impone políticamente una lengua, como sucede en España, antes con Franco, ahora con las autonomías, lo único que se consigue es españolizar dicha lengua y dejarla, finalmente, sin contenidio real, quedando como verdad que la única función del aprendizaje del valenciano es el poder acceder a una oposición a la función pública, evitando el acceso a otros opositores que tengan su origen en otras autonomías; dicho de otro modo, lo que se está consiguiendo es la muerte del valenciano.

       Una curiosidad, muy extendida, que aplica Marisa Francés, es el uso de la palabra "castellano", despreciando el uso de la palabra "español". Aquí se oculta una realidad social, que el murciano es lo que se habla en Murcia, que el castellano es lo que habla en Castilla, y que el español es lo que se habla en España, de modo que los atletas que acuden a una olimpiada son miembros del Equipo Olímpico Español y en ningún caso del Equipo Olímpico Castellano.

        Toda lengua padece de un proceso de transformación vivo que viene marcado por la evolución social y la dictadura política, antes resultado de un régimen absolutista, posteriormente por una democracia liberal, una dictadura franquista y, actualmente, por una democracia constitucional. Todos estos cambios históricos establecen formas en el uso, escritura y habla, de una lengua, de modo que los nombres de origen de las cosas, lugares y personas están al pairo de la normativa legislativa, lo que hace inaceptable establecer que las designaciones por nombres tengan que estar sometidas, históricamente, a una determinada lengua, en el caso que nos ocupa, el catalán.


IV: CONLUSIONES

    El libro de José Bernabé y Marisa Francés es, sin duda alguna, una aportación importante al hecho localista de Jijona. Denota, mediante un lenguaje claro, común y preciso, tanto en español como en valenciano, el devenir de los orígenes y cambios acaecidos en diferentes nomenclaturas expuestas, mediante enumeraciones y relaciones, en cuanto terminologías y léxico empleado. Asimismo, es un exponente claro del Nomenclátor de 1887, del que toma inicio el estudio, reflejando, parece que fielmente, los objetivos del mismo, procesos de cómo fue llevado a cabo y el hecho de ser la base histórica de la onomástica de Jijona, del cual evoluciona hasta los actuales contenidos en cuanto designación y fijación de nombres tanto de lugares como personales. 

      Ciertamente es un texto localista, pero significativamente muy importante para aquellos que, si bien no estamos identificados con dicho conocimiento, obtienen del mismo lecciones importantes en cuanto a desarrollo y apreciación lingüística. 

       Este tipo de textos es lo que da grandeza al hecho de publicar, y queda lejos de la multitud de publicaciones baldías que realizan diversos organismos oficiales, que, en general, son contenidos vacuos e innecesarios, carentes de fundamento, insustanciales y pueriles, y que, en las más de ocasiones, responden a planteamientos políticos/ideológicos y de servidumbre, de difícil sostener en el ámbito estricto del saber

      Leer este "Xixona entre dos épocas", y hacer anotaciones al margen, ha sido un disfrute de inteligencia práctica.

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