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CÓMODO CENTÓN está orgulloso de "ser", y considera que cualquier "ser humano" ha de estar "orgullo de ser", pero cuando ese "orgullo" pende de un calificativo, el propio calificativo hace disminuir el valor real del orgullo. Cada PERSONA es lo que es, hasta que deja de serlo por el mero efecto de personalizar lo que "es", ya que en toda personalización subyace una carencia. Pareciera que el "orgullo" fuera patrimonio de lo "homosexual" ya que se dice "orgullo" y se tiene por cierto que no fuera necesario añadir "homosexual", de tal manera que fuera de lo "homosexual" nadie tuviese orgullo, lo que sin duda es una falacia más resultado de una imposición.
CÓMODO CENTÓN se sonríe ante cualquier manifestación, sea la que sea, ya que toda manifestación y, en especial algunas de ellas, suelen confundir la "libertad" con la "basura" que dejan a su paso. En sentido amplio amplio, todo manifestante es un guarro, dice Cómodo Centón. La REALIDAD, sin embargo, es otra. Toda transformación social precisa de un hombre y de su pensamiento; lo demás son los manifestantes. Añade Cómodo Centón. Ejemplos: Confucio, Gengis Kan, Sócrates, Aristarco de Samos, Buda, Zoroastro, Pitágoras, Mahoma, Copérnico, Cristo, Mozart, Newton, Einstein, Leonardo Da Vinci, Marx, Gutenberg, Montesquieu, Kant, y unos cuantos más son los transformadores de la sociedad, los demás somos meros manifestantes tan impotentes como innecesarios.
Y es ese "ser impotente" y ese "ser innecesario" lo que nos transforma en "seres manifestantes" convencidos de que somos esenciales para el devenir de los cambios históricos.
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