sábado, 5 de mayo de 2012

01011-26.LIBROS: 01.Cómodo Centón: 07.Botsuana en 1992

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                             VIII: REGIÓN DE NGAMILAND

     Tiene el Delta del Okavango una entrada humana en Botsuana. Es un lugar abierto por el campo, extendido sobre tierra seca y cubierto de mopamis, llamado MAUN, una superficie de tierra aparentemente sin límites que ha estrenado, apenas hace unos días, el alumbrado público en la principal de sus calles, que no es sino la carretera, la única que la une con el lejano mundo de Napa, una pequeña ciudad que es la más cercana, uniéndola con Gabarone, la capital de Botsuana, cientos de kilómetros, más allá de Makarikari, de modo que vive MAUN solitaria en la soledad infinita de un África desconocida.

     MAUN es la capital de Ngamilandia, un extenso territorio donde otra ciudad no se levanta, a la que se llega, desde Gabarone, por el éter y sobre un desierto de dura arena; el avión suma algo más de veinte plazas, se mueve a derecha e izquierda, aunque parece que planea, pero tiene motores, un ruido infernal así parece indicarlo. El azafato viene del carro de la bebida tirando; "iberia" dice el carrito de las viandas..., ¿cuántos años tiene éste avión en el voy, apenas unos metros de la tierra, volando? Hay algo hermoso en esa tierra, sin fin, que está ahí abajo. Pero no se puede evitar, si el avión fue de "iberia" y antes de los "usas", ¿cuánto tiempo lleva éste avión volando?



     Pero llegamos, África escondida, África que estás esperando, a la ciudad de los batsuanas; es un asentamiento humano a orillas del río Thamalakane, cuyo nacimiento no se conoce pero si su muerte, que lo es el mismo Delta del Okavango, donde las aguas, lentas a su paso por MAUN, se detienen... para bajar a los infiernos, donde nadie sabe que es del agua. El Thamalakane es un río ancho, parsimonioso, al que no hay que acercarse, que del interior de sus aguas salen demonios vestidos de bestias hambrientas... dicen los ilustrados.

     MAUN no es una ciudad medieval, ni lo es renacentista, ni lo es barroca, ni clásica ni mora, ni saben sus habitantes que es la industria..., MAUN no es una ciudad cerrada, ni lo es abierta, es una ciudad de una sola calle, donde toda la vida de MAUN pasa de negras y algunas blancas pieles. Pasan algunos coches, no muchos, y pasan por donde quieren, y pasan burros y cabras, también por donde quieren, y pasan los hombres negros mientras unas negras mujeres extienden asfalto sobre la seca tierra que las sostiene. Tiene aires modernos enlazados con negros tintes antiguos, una tienda de productos congelados, un banco y una carnicería donde las moscas, sobre la carne, viven. Se ven empresas de safaris, una tienda de regalos..., cosas de hombres blancos, y en todo el entramado unos nombres sin fin, silbantes y suaves, graves en su pronunciación, que llenan de contenido, agradable y estimulante, el cerebro. Y algo hay que es extraordinario, una escalera de unos diez escalones en el único edificio que tiene, sobre el piso que toca la tierra, un piso elevado. ¡Que difícil es subir esos escalones donde todo es raso!


      Negros y blancos se cruzan como extraños conocidos, trabajando los negros en los negocios de los blancos, sin recuerdos de guerras, ni de tragedias, ni de persecuciones, aunque todos estén allí, negros y blancos, arropados por el sentimiento de huidos y prófugos, pegados a la tierra por una fuerza inexistente, donde lo "blanco" vive en un lado, y lo "negro" en otro lado. Extendido sobre un llano, como átomos, miles de PONTOK forman como un manto sin calles y sin aceras, como puestos y de algún modo enlazados; el mortero es arena y tierra, adheridos por latas de refrescos, mezclados con estiércol de vaca, de lo mismo de la vaca es el suelo interior de la choza, el techo de recuerdos de árbol, paja cerrando y todo atado con hilos de hierba..., pareciendo como un "lejano oeste". No hay luz, no hay agua, no hay gas, ni nombres que designen las ubicaciones ni números que los nombren, como un camino tortuoso, de sendas y caminos serpenteantes, donde delicadas vallas y parapetos juegan un extraño e inexistente urbanismo. Es una sucesión interminable de chozas colocadas, hombres y mujeres, animales.

     Hay otra zona que sin ser moderna, quiere serlo. Son casas de planta baja, en medio de un trozo de tierra, vallada y alienada. Allí viven funcionarios y gentes, por diversas razones, al servicio del Estado, negros y blancos, pero sin formar parte, digamos del mismo barrio. Nadie pasea, nadie camina por aquellos lugares asfaltados, salvo las cabras, los burros, las gallinas y algún que otro despistado. No parece una ciudad, parece un lugar expresamente fabricado para recorrerlo en auto.

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