lunes, 4 de marzo de 2013

01350-04.GURULLADA Y CAMARANCHON: Reginaldo se va

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DOCUMENTO POSTERIOR: 01391



     ACTO 2 – ESCENA 3º


     Entra Reginaldo con la maleta


REGINALDO
Listo
  (dice con indiferencia)

IRENE
  (se vuelve)
Poco tenías...
  (señala la maleta)

REGINALDO
Por algo sería,
que aunque no sepamos
sucede en ocasiones que no sabiendo
por qué no avanzamos
lo descubrimos
al detenernos el obstáculo
que no veíamos,
ese que se encuentra en el camino,
ese que nos impedía el paso.
  (pausa)
Comprendo que prefieras a tu hijo

IRENE
Solo existen los obstáculos que ponemos,
los que inventamos
cuando la realidad
no coincide con nuestros anhelos.
Te lo ruego,
no me obligues a renunciar a mi pasado.
Amancio me dio la vida,
la misma que quedo dormida
cuando Amancio
convirtió su cuerpo en un muerto.
Hasta que tú llegaste
con el viento frío del invierno,
envuelto en un cálido aire de verano,
abriéndose entonces mis ojos,
mis labios,
y mis brazos.

REGINALDO
  (coge la maleta)
¡Basta de excusas!

IRENE
Me tienes que oír
  (Reginaldo deja la maleta)
Desde la muerte de Amancio,
ese divino amor, era mi cuerpo
una masa inerte de carne y hueso,
una estructura sin vida que deambulaba
por las salas de conciertos,
unida a ese instrumento
  (en el escenario hay un vilonchello)
Fueron tiempos de soledades,
de sueños inmateriales
y de inaccesible felicidad.
Después...,
todo se presumía tan cercano
tras aquel beso de Fila,
que por su proximidad
misma se hizo tan lejano,
tan distante y tan apretado,
que llegó un momento  en el cual
no cabían más desdichas
inexistentes...;
Fila me había olvidado.
Después del beso de aquella noche
el silencio,
un castigo no declarado
me invadía y prometía más desdenes
alumbrando mí camino
de incertidumbres. Sin embargo,
un día las paredes de esta casa
se fueron cubriendo con arambeles,
el color se hizo dueño
de los haces del sol
penetrando en las habitaciones,
el olor de la tierra parecía
menos amargo,
crecían como nunca
los árboles y fueron las flores
brotando en tales cantidades
que parecía la naturaleza
confundida con su propia obra.
¡Cuanta esperanza
Reginaldo
plantaste en mi existencia!
¡Cuanta luz...!;
Tus palabras traían
las palabras de Fila,
sus pensamientos venían,
contigo,
a mis sentidos, y yo sabía,
sin que tú me lo dijeses,
que mi hijo vivía la existencia
mas grata de su vida.
  (pausa)
Has sido para mí el portador
de mis alegrías. ¿Te vas?

REGINALDO
  (ha cogido la maleta)
Si has terminado...

IRENE
¿Qué puedo hacer para retenerte?

REGINALDO
Amarme

     Pausa; se miran
     Suena el violonchelo
     Sale Reginaldo



     ACTO 2 - ESCENA 4


     Suena el violonchelo
     tiempo suficiente
     para dar sensación de tiempo.

      
IRENE
¡Inexorable!.
Reginaldo se ha mostrado inexorable.
¿Por qué?.
Su estolidez ha mostrado
su cara de dragón.
¿Qué buscaba en mí
sino
atraparme y condenarme en sus brazos?.
Pobre iluso...
  (pausa)
¡Vete pues Reginaldo!
Vete por ese camino vacío
que es tu sendero,
huye por el cerro dominante del veneno,
bebe
y muere lejos de mis pechos
  (pausa)
  (suena el violonchelo)
Mi pobre Amancio...
¿Por qué
te dejaste vencer
por el odio que sentías por ti mismo?
Mi pobre Amancio,
no supiste vivir con tus negaciones
Y
caíste a la corriente,
donde el fluido infernal de la vida
te llevo entre plácidos
arrastres y terribles convulsiones.
Mi pobre Amancio,
No quisiste tomar de mi mano,
la que te ofrecía desde el margen,
tierra firme de la rivera,
la savia que entraría en tus venas,
renovaría tus pasiones y te elevaría
por encima de la existencia
que tanto padecer te infringía.
Mi pobre Amancio,
¡Qué te hiciste a ti mismo?,
aquí me dejaste,
prendida a una vida
sin vehemencia alguna,
en esta casa donde
se compartieron nuestros pecados,
negándome a mi misma
el regalo de un nuevo amor.
Sin embargo
no es esto lo que debe entretener
mis pensamiento,
pues Fila viene, y viene a verme.

     Sale Irene


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