sábado, 13 de septiembre de 2014

01971-13.IMPOSIBLES: Ceros Infinitos

DOCUMENTO ANTERIOR: 01725 (08.01.2014)

DOCUMENTO POSTERIOR:


      Al caer de la tarde se abrió la Tierra; la butaca de Cómodo Centón se quedó fija al borde del precipicio que a su derecha se había abierto, suspiró y admiró esa decisión de la Tierra de abrirse desde las patas de su butaca hasta más acá de las rocas. Lentamente el agua del mar fue precipitándose hasta las abiertas profundidades mientras Cómodo observaba como el Sol Azulado sudaba hielo metalizado. El Centón, sin embargo, estaba tranquilo, sí la Tierra lo hubiese querido estaría él en el fondo de la apertura mojado por la sal del agua que se precipitaba sin conocer su destino. 

     Los jóvenes se acercaron al precipicio, se abrió por allí la Tierra y fueron los jóvenes a las profundidades, allá donde el agua perdía la sal y se convertía en bebible, más los jóvenes, ya muertos, no pudieron saciar su sed, esa sed que les producía los rayos azulados de la estrella que sudaba hielo metalizado mientras el mar se secaba y sobre su lecho los tiburones yacían muertos. Cómodo se acercó a uno, a un tiburón que aún no había muerto, y le puso la mano en su hocico y pudo tocar sus afilados dientes, y le dijo... "ya no eres tan valiente". Después corto del tiburón algunos trozos de carne, que puso al fuego, que se comió más tarde mientras le decía al tiburón... "te como porque de haberlo tú podido a mi me hubieras comido", y miraba el tiburón y pensaba... "maldito". 

     Miró a lo alto, al Sol Verdoso que llenaba de fuego a un meteorito, aquel meteorito donde los jóvenes, que habían caído al precipicio, bailaban mientras gritaban que frió. "No existe el frío" les gritaba El Centón desde su silla junto al precipicio, mientras subía la sal y regresaba el agua a ningún sitio. Y fue entonces cuando Cómodo Centón sintió miedo de quedarse solo en aquel mundo, y se levantó y fue hasta el Tiburón... "amigo, no te mueras; no me dejes solo en este mundo", de manera que una fila de ceros se fue formando hasta el infinito.

     Llovió agua violeta que fue apagando el fuego negro donde Cómodo cocinara al Tiburón, y siguió formándose la fila de ceros infinitos; cada cero era infinito, y sí lo era, cómo era posible que aquellos ceros infinitos formaran una fila infinita de ceros si ninguno de aquellos ceros terminaba tomándose como cero infinito.

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