sábado, 21 de febrero de 2015

02190-24.IMPOSIBLES: Llegado a mi destino

DOCUMENTO ANTERIOR:
02185 (18.02.2105 - Miércoles de Ceniza)

DOCUMENTO POSTERIOR:
02216 (20.03.2015)

    
      Entré porque se podía entrar, y aunque no pagué por entrar, tal vez pagué, pero no recuerdo exactamente si pagué, más no había que pagar y sin embargo creo, tal vez, que pagué, tal vez no, pero entré contento porque no pagué, porque yo no era como esos que para entrar tienen que pagar, y además pagan, que estaban convencidos de que habían pagado para entrar donde yo, sin pagar, había entrado. Y tomé, no se por qué, a mi cargo a un grupo de trabajo, porque me dijeron, no se quién, que al no pagar mostraba mi capacidad para moverme sin pagar, no como aquellos que sí no pagaban, no sabían entrar.

       Era una sala, lo parecía, al menos lo parecía, pero no era una sala, sino más bien un tubo que parecía una sala según el sistema de referencias y el punto posicional donde me encontraba, llena de estorbos que no estorbaban pero que estando para estorbar no se movían, ya que era yo quién se movía entre los estorbos, como estorbándoles, que se amontonaban en anaqueles, uno junto a otro, sin estorbar. Y me puse al frente del grupo, aquel grupo de pagadores, y quise hacerles caminar, pues yo conocía el significado de todo ya que yo no había pagado, y ellos sí. Pero no se movían, alguno sí, y me fui quedando solo en aquel tubo de estorbos que se asemejaba a una sala de anaqueles llenos de estorbos, y al frente del grupo que no existía, pero del que yo era responsable, seguí mi caminar solo a veces, en otras ocasiones del grupo a mi cargo acompañado, pero con menos gentes, la misma a veces, en otras ocasiones no, todo según que el tubo fuese sala o tubo fuese, o bien que la sala fuese tubo o sala fuese, entre los estorbos ordenados en las estanterías y aquellos otros que se desordenaban en los anaqueles. 

       Y seguía el andar por un suelo del que se desprendían los tornillos, y se movía, más yo siempre pisaba en suelo quieto, ellos no, que por no haber pagado estaban obligados a pisar suelo sin tornillos, por lo que se caían, desaparecían y luego, más allá, aparecían debajo del suelo, preguntando como salir de allí, haber pagado, y yo les contestaba que entraron en plan listos, que se lo hubieran pensado, que ignorar el hecho de que se nace para pagar no excluye del cumplimiento del pagar, de modo que mientras tales diatribas les encaminaba, les ayudaba a pasar encima del suelo, lo que no me agradecieron, porque me odiaban, por esa mía manía del pagar todos, uno de ellos me sujetó la cámara de fotos, porque se lo mandé, y desapareció, pero le seguí, aunque no lo encontré, y salí, no se por qué, de forma que para volver a entrar de nuevo tuve que pagar, y volví a entrar, y encontré, no se dónde, entre los estorbos, la cámara, descubriendo que ya no era jefe de grupo. 

    Seguí, pues había pagado ya dos veces, el doble, sin tener el billete en mi mano, que vino a reclamarme lo uno del grupo, que ahora era jefe, y que quiso detenerme, más le reclamé mi cámara, y obsesionado la busqué entre los estorbos, descubriendo las entradas que todos los del grupo habían pagado para entrar, sin encontrar la mía, que me dijeron, al girar una curva, que la tenía aquel, aquel. Así que inicié, no se por qué, la búsqueda de aquel, ya que a mí la entrada no me importaba, sino que me importaba la cámara de fotos, aquel al que conocería porque caminaba con los píes por encima del suelo, aunque haciendo, al pisar, mucho ruido, de modo que entre varios estorbos lo encontré, con mi entrada en la mano, tratando de cambiarla por otra que descansaba en una de las estanterías que se movían entre curva y curva del tubo, hasta que encontré la cámara de fotos que, al pasar tanto tiempo abandonada había aprendido a hacer fotos ella sola, y ahora ya no me necesitaba. Y fue aquí dónde supe que había llegado a mi destino.

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