martes, 28 de abril de 2015

02271-27.IMPOSIBLES: La cortina

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02221 (24.03.2015 - La primavera al Sol altera)

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02355 (25.06.2105)


    Se movió hacia la derecha; "estate quieta" le dije. Le dí al espalda y la observé al través de un espejo como se movía hacia la izquierda, recuperando la posición. Oscilaba teátricamente sus pliegues de color rútilo, sabiendo que la observaba por medio de la reflexión de la luz que, sin duda, hacia el camino en recto. Había estado leyendo la vulgata y creía saberlo todo.

    Si no hacia viento, pues no se movía el aire, como era que oscilaba como si lo hiciera al viento. La ventana estaba cerrada y ella estaba dentro, lo que era cierto pues el licaón tenía su hocico pegado al cristal y parecía hambriento; una moradura se atisbaba cerca de su ojo izquierdo. Más allá solo se veía un infinito cielo negro. 

    Yo seguía con lo que estaba haciendo, que era nada lo que estaba haciendo, y por no hacer nada me fije como la dorada caminaba impulsaba por el viento a los sones de un organillo mudo que expedía notas musicales sin sonido alguno. Pasaba el capiller avisando a los cofrades, que todos debían presentarse en la sede para concertar nuevas impunidades, mientras bordaban las mujeres sobre el paño de mi cortina la imagen de la mater desolata que se mostraba desolada. Yo nada dije; mi cortina, antes atea, ahora cristiana, ¡como cambia la vida!, y todo por darle la espalda como ya dije en la primera línea. Me sentí, debo decirlo, desolado, más desolado estaba que la mater desolata, que si bien ella a su hijo había perdido, no menos cierto era que yo a mi cortina había perdido. ¿Cómo explicar el ardor en mi mente?, un infinito cielo negro veía mi mente sobre una crústula incipiente.

    Bajo palio la virgen, seca y fresca, aunque desolada, mientras se mojaban los hombres; y mi cortina oscilando como siempre, en ese baile de contorsiones al son de una calacuerda, aplicando la mecha a mosquetes... y disparando. Todo el cielo negro coloreado.

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