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02981 (19.06.2016 - 01.El árbol sabio)
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Hay una niña centrada sobre un fondo agrario que contiene una solitaria nube, en el páramo del cielo, sobre su cabeza. Sonríe la niña; no sé porque sonríe entre la franja secana del suelo, la blanca luz del sol naciendo, y el oscuro firmamento, donde unos puntos luminosos, a veces destellean todos juntos, cada uno por su cuenta en otros momentos.
La nube, sobre la cabeza de la niña, parece una galaxia caída del universo; fluctúa del cenit al nadir sin tocar nunca el lacio pelo de la niña, mientras expulsa nubecillas de su extenso y las recupera al instante sin mediar misericordia.
Las nubecillas piden auxilio, las oigo. Gritan, y cuanto más alto gritan, menos las oigo, mientras la niña, con su lengua bifida que sostiene en su mano, sonríe. Caen gotas de lluvia, rebotan; no se sabe si sobre la última línea de aire o bien son rechazadas por la primera línea de agua del lago al que, finalmente, se incorporan, lago extendido delante de la niña.
Todo se refleja en el lago, menos la nube, que al reflejarse en el agua, en líquido suspendido se ha convertido; allí se baña la niña, vestida, bajo un paraguas donde golpean las gotas de lluvia, que no se saben de dónde proceden, y no se moja la niña mientras todo, a su alrededor, permanece quieto.
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