martes, 5 de febrero de 2019

04948-81.IMPOSIBLES: Fortunato, Raquel y Lucina

DOCUMENTO ANTERIOR
04909 (23.01.2019 - La soledad y la Compañía)
04945 (04.02.2019 - 69.DE LO FEMENINO
                                       Para Elvira Sastre: Hay mujeres)

DOCUMENTO POSTERIOR
04990 (22.02.2019 - Un beso de amor eterno)


     Apenas ha amanecido que Fortunato está preparando su equipaje, ha decidido abandonar a su mujer Raquel y a su hija Lucina, la que tiene veinticinco años. Durante años ha trabajado, las ha cuidado, a Raquel como hombre enamorado, a Lucina como hija, no faltándoles al respeto, por ser Raquel su mujer, por ser su hija Lucina, por ser ambas la razón más intima de su existencia.

     Pero ésta mañana se siente Fortunato despreciado, abominado, execrado.

     Hace unas noches llegaron al dormitorio los pesares de Lucina; Raquel se levantó de la cama y entró en la alcoba de Lucina, su objetivo era curar la desesperación de su hija. Se sentó en la cama y la tomo de la mano, y hablaron, pero Lucina se resistía a ser consolada, de modo que Raquel se recostó junto a su hija, y así pasaron algunas horas de aquella noche hasta que se quedaron dormidas.

    Fortunato, a media vela, vio pasar las horas, y levantándose del colchón fue a verlas por si no siendo suficiente con su madre, precisara Lucina, además, del consuelo de su padre. Lentamente abrió la puerta de la alcoba, y quedó sosegado al ver, a su mujer y a su hija, desnudas sobre las sábanas puestas en el lecho, de modo que regresó al dormitorio, quedando dormido y satisfecho de saber que su mujer a su hija había consolado, de verlas dulcemente dormidas.

     Anoche Lucina mostró, de nuevo, su desesperación; Fortunato se levanto de la cama y acudió a la alcoba de su hija, se sentó en la cama y la tomo de la mano, y hablaron, pero Lucina se resistía a ser consolada, de modo que Fortunato, siguiendo lo que hiciera Raquel, quiso hacer lo que Raquel hizo unas noches antes, recostarse junto a su hija y dormir desnudos.

    Se revolvió Lucina contra su padre, y lo expulsó se la alcoba.

    Y estando Fortunato preparando su equipaje, aparecieron su mujer y su hija; "¿dónde vas?" le preguntaron, "de casa me voy, os dejo porque vosotras ya me habéis abandonado" respondió Fortunato; después de treinta años de feliz matrimonio, de haber hecho por ellas lo infinito, hoy Fortunato se sentía despreciado por aquella su hija y por aquella su esposa, porque quiso, como buen padre, consolar a su hija como Raquel, como madre, lo había hecho, pues él, como padre, quiso hacerlo... pero su esposa no lo comprendía, no entendía que habitaba en él un amor infinito de padre, ni lo entendía su hija, que no comprendía  que habitaba en él un amor infinito de un padre.

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