viernes, 22 de febrero de 2019

04990-82.IMPOSIBLES: Un beso de amor eterno

DOCUMENTO ANTERIOR
04948 (05.02.2019 - Fortunato, Raquel y Lucina)

DOCUMENTO POSTERIOR
04994 (23.02.2019 - Día de la Felonía)


-¿Qué haces? -pregunta Él-
-Orino -responde Ella-

   Él pasa, toma el pequeño taburete y se sienta frente a Ella

-¿Qué haces? -pregunta Ella-
-Espero -responde Él-

   Se miran.

-Ya he terminado -dice Ella; se limpia el sexo, lo mira a Él, y advierte que no puede levantarse-

   Él separa las piernas de Ella, sus manos, depositadas en las rodillas de ellas, inician su peregrinación hacia el santuario. Ella sonríe, rectifica sus posaderas sobre la tabla del inodoro y su espalda sobre el tanque mientras sus ojos se nublan y se cierran, sus muslos se abren, se caldean y se enardecen, abriendo los ojos; da su permiso con la mirada mientras abre la puerta de la abadía. 

  Él nota el despertar de su pene, se inclina y la besa dulcemente; uno de sus dedos se pierde por entre el pubis, encuentra la senda entre los árboles de aquel bosque, y alcanza la puerta del cenobio. Ella de nuevo ha cerrado los ojos; nada le impide al dedo alcanzar el flujo del río, que es de azúcar fino, se enerva el monte y resbala la espalda sobre la cerámica del tanque, recibiendo el frescor que contrasta con la calentura de la tapa. Él nota como su pene lucha contra la pernera que es su bragueta, la mano izquierda de pecho en pecho salta; la mira y sonríe, y alcanza el dedo el oratorio donde el azúcar a la miel ha dado paso.

    Ya se agita entre una leve sonrisa; entorna a instantes los ojos, aprecia que Él sigue siendo parte de su dedo, y descubre que, más que a Él, ama a su dedo, que navega entre sus entrañas llenándolo todo de cielo. Muta en Ella la agitación en estremecimiento, se separan hasta el infinito las rodillas, bambolean sus apretados pechos, reciben sus pezones besos; y sufre el pene por no poder romper la bragueta que lo está conteniendo en su crecimiento. 

    La quebrada del acontecimiento, puntiaguda de alto y bajos, se torna una onda gravitacional que se extiende sin impedimentos y causando daños por todos los poros de su femenino cuerpo, al pairo del dedo que no cesa su derrota por entre aquella miel ya extendida por todo el convento, hasta que, de pronto, todo cesa, descubriendo que carece de respiración, abre los ojos y toma aliento, mientras sus manos toman al dedo, lo besan, lo adoran, "eres mi dios eterno"

   Todo está quieto; se miran los cuatro ojos como cuatro soles, dos que ya han explotado, dos ardiendo. Él se levanta, Ella desata la correa, baja la cremallera, y libera al pene del muro que lo está conteniendo; gotea por el glande un leve derrame, que sabe a azúcar, besan los labios el capullo,  que a miel ahora sabe, toman sus manos el tubo, hacia atrás, hacia adelante, hacia atrás, hacia adelante; levemente hacia atrás, levemente hacia adelante, mientras una corriente en cascada sigue al derrame.

    Es por la tarde, es media tarde, Ella se levanta del inodoro, Él apenas puede sostener su cuerpo erecto; un beso de amor eterno guarda el cansancio de los amantes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario