viernes, 1 de octubre de 2010

00317-25.ALICANTE.1691: 1.El ataque francés

Ver documento anterior 00234
Ver documento posterior 00318

(De Aguas Altas y Barañes)

Por el camino de Castilla, donde la pista acaba en la puerta de la Huerta de Sueca, veíase llegar al muro mucha y variada gente de Orihuela, de Biar, de Elche y de Novelda. Llegaron gentes de Almansa y de Yecla, de Albacete y de Sax, de La Gineta, La Roda, Jumilla y Torraba. Penetraban los muros por los huecos que abriánse en sus piedras, guardaban adarves, con sus corregidores, alcaldes mayores y tenientes llegaban, todos bajo el justicia y jurados, con nobles y caballeros, engalanados, y de infantes acompañados. ¿Quién, con ellos, tomaría la ciudad? ¡Ardía en victoria Alicante!; las calles, plenas de hombres, jamás, dijeron algunos, conoció un bullicio tan mayúsculo y exultante. Bullían los negocios, las rameras sus cuencos, los comerciantes sus cajas, corriendo todo el trajín en volandas, por los aires, vestidos de alegrías; sólo los franceses que habitaban la ciudad se escondían y decían "no romperán el fuego los navíos de Luis XIV; somos amigos". Barcelona, contaba el viento que viajaba desde el norte, soportaba el fuego del enemigo, y resistía el acomodo de las bombas francesas el lienzo de los muros y las fábricas de los edificios.

El alférez Ivorra Sexona soñaba aquella noche con su madre, aquella mujer que morir fue lo primero que hizo sin que en el acto mediara la voluntad de hombre alguno, pues murió sin pedir permiso.

Los austriacos fueron levantados de la fortaleza de Santa Bárbara y dispuestas las cuatro compañías sobre los muros, cubriendo la guarda en lo alto del macho con voluntarios; nutridos grupos de mujeres y niños acampaban entre la berma y el foso, formado parapetos de fajina y empleando conjunto de haces y sarmientos alquitranados, hojarasca y estacas, disponiéndolo todo sobre la próxima orilla, entre el mar y la muralla. Por entonces dejaron de admitirse voluntarios, pues se ordeno el voluntariado universal. La Junta de Guerra decidió asignar al alférez Ivorra la vigilancia de Agua Amarga, a donde se retiró con el pliego de órdenes que recibiera de don Pablo Martínez de Vera, capitán de los tercios del milanesado, que servía de enlace entre la Junta de Guerra y las unidades al sur de Alicante; acompañabanle sus jinetes y un contingente de cincuenta chuzos y treinta zapas, tomando posesión, con ellos, de la Cala de los Borrachos; desde allí podían ver, extendidos, los muros de la ciudad, y entre éstos y ellos, las tropas de don Pablo, de seiscientos arcabuces y mosquetes, con trescientos chuzos, todos interesados en un trincherón que previamente se abriera en la playa con doscientos zapas. De igual modo procedió el Ivorra en los Borrachos, que era playa más alejada de la ciudad y por lo mismo adelantada al Baver, de la que hacía como una primera línea. Abrieron los zapas, auxiliados de los chuzos, agujeros y levantaron paredones de arena a pocos metros de la zona intermedia entre el mar y la tierra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario