lunes, 11 de junio de 2012

01052-06.APIOLAR: 03.Crimen

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    Crimen que su vista levantaba al cielo, a la tierra había retornado, tomo los guantes con mucho cuidado y se los puso. Era hora de entrar en el tabuco; un espejo y una luz, una mesa y una silla, y cuatro paredes vacías. Nada de cuanto tocase a partir de ese instante debería de contener huella alguna. Pusosé una media ocultando su pelo, y sobre ella una peluca, y pusosé, en su sitio el calzoncillo, los calcetines, cada uno en cada uno de sus pies, y el pantalón, cada pernera en su correspondiente pierna, la camisa y una prenda de abrigo. En un moral dispuso los instrumentos de tormento y, entre ellos, un tablero con cuadros blancos y negros, y unas fichas con significados humanos, a las cuales les dice el condenado "mutis, no rebeléis el secreto del Tabuco!", y en su conciencia el valor que precisaba para ejecutar el acto. Vivimos seguros hasta la muerte, cuando ella se presenta y dice "soy la muerte" nuestra seguridad en la vida se desvanece y nuestras viejas topezas en el vivir cobrab la quietud de saberlas imperturbables, dijo Crimen a quién, desde el mismo espejo, lo contemplaba  y trataba de entender. Cerró los ojos, pues la imagen que el espejo le devolvía no la reconocía como suya, de modo que cuando consideró estar preparado los abrió, viendo en una playa a un caballero detenerse. Una imagen de muerte dispone sobe el tablero las fichas del ajedrez. ha llegado para el hombre el momento de defenderse. Hasta este preciso instante el caballero ha pasado por la vida ligando un ataque tras otro, recogiendo las glorias de sus triunfos y porta en su armadura las hechuras de recuerdos. Le queda la muerte. En la noche más oscura y con las luces blancas mas penetrantes, el caballero, con el rosto rebosante de gozo, mira a la muerte que no sonríe. La vida se presenta según el sentido con el que se mire, y cada sentido nos ofrece un color distinto de la vida. Lejos de esto la muerte conserva siempre el mismo color, cualesquiera que sea el sentido en que la atraviesen los rayos luminosos. Aparece en el confesionario, en la procesión de penitentes es anunciada, y toma ventaja con el movimiento de las piezas, talando el árbol que cobija y sostiene al hombre. El caballero está perdido y evidencia una última estratagema; golpea el tablero, saltan y se alejan reinas, alfiles, caballos, peones, reyes y torres. A la muerte, para vencerla, hay que distraerla. Más, si el hombre sigue vivo la muerte lo encuentra. El baile sobre la colina, la danza de las siluetas: la muerte es eterna. Había movido blancas P4R y negras C3AR, blancas P3D, negras P4D, blancas A4A, negras A5C, blancas C3AR, negras C4T, blancas P3CR, y negras..., buscaba a una señorita y la quería y deseaba hermosa, porque el caballo negro retiraba de la partida al alfil blanco.

     Eran por entonces días de navidades.

     De sí retiró la chaqueta para el frío, el jersey que contribuía al calor del cuerpo y la camisa impregnada del sudor de la muerte. Los pantalones y el calzoncillo, los calcetines y los zapatos, y finalmente los guantes que protegían sus manos, todo lo cual fue a parar a una bolsa. Salió a la calle y tomó el coche, conduciendo hasta llegara una pequeña casa, de una sola habitación, que Crimen, herencia de sus padres, tenía a resguardo de cualquier mirada, en lo mas profundo y angosto de una rambla. Allí dispuso sobre un barril algo de gasolina y sobre el líquido la ropa que había sido coautora del desenlace mortal, sobre la cual dejó caer más gasolina y una cerilla sobre el conjunto. De seguido se lavo el pelo y a continuación se sentó, abriendo el cuaderno, donde escribió "en la noche todo es negro, salvo las estrellas y los sentires del alma" en la página catorce, añadiendo "...y aún eran tiempos de Antiguo Régimen que uno de mis ancestros hubo de salir huyendo hacía las Indias Occidentales, refugiado en la bodega de un mercante que cruzó el atlántico. En aquel último lugar de aquel barco halló las ratas que fueron su alimento durante varios días de navegación, hasta que no quedando de ellas ninguno, tuvo que aflorar a la cubierta para quedar en descubierto ante sus semejantes, quienes tras darle de palos por la mala obra hecha, y hacer un teatro de lanzarlos a la mar oceánica, lo tomaron de esclavo en la nave, haciéndole trabajar más allá de lo humano. De aquello aprendió tanto que apenas hubo bajado del barco, apaleo a un negro  en un puerto de las Indias Occidentales que nunca jamás en este cuento fue contado. Lo cierto fue que aquel estaba que lo vio un rico hombre al que mucho agradó la fortaleza de aquel mi antepasado, y del cual solicitó sus servicios en una encomienda que regía tierra adentro. En aquel lugar llegaron hijos y nietos, e hijos y nietos de éstos, y llegaron biznietos, de modo que entre ellos uno destacó hasta el extremo de hacerse con tanto oro que, decía mi abuelo, vino a enterrarlo en Impala, en un bancal que compró a un lugareño...", de detuvo. Ya no salían llamas del recipiente, solo humo.

      Una vez más todo estaba terminado.

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