viernes, 11 de enero de 2013

01295-17.NECROLOGÍA: 01.Senescencia

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      Hoyas sentía el podrido semblante de su rostro, horadado y cubierto de insectos, imaginando que había nacido para pensar. Seguía vigente, profundamente arraigado, El Lamento del Vencido de aquel Cómodo Centón que la historia dudaba que hubiera existido. ¿Qué somos una vez hemos nacido?, ¿acaso un pellejo sonrosado destinado a amarillo?. Somos aquel que da la piel en un piélago infinito.  
     Se habían sentado en un banco, una losa de piedra que hacía las veces de sepulcro y de soler, una piedra antinatural, allanada por el hombre, frente a la gibosa, entre las verdes esculturas de Ramón, condenados a vivir bajo un cúmulo infiltrado de ideas desavenidas, embrujados por las alas de un pequeño animal alado, junto a una serie larga de hormigas tropezando entre ellas, con obstáculos, sin reyertas, sin insultos, sin miradas inclinadas a lo absurdo, se habían sentado en un banco, mirados por las manos malditas de la mujer roída de lluvias, que no eran sino los llantos desgastados de la mujer incrustada en aquel podio de piedra, con los pensamientos condenados a cargar con el alma de la otra vida, entrelazados para ser olvidados en aquel océano, cada uno en su bote y bogando sin respiro
-   Estamos predestinados
-   ¿Si?
-   Si –aseguraba Ramón-
-   ¡Ah!. Yo no.
-   Tú también –aseguraba Ramón-
-   Los que tenéis alma estáis predestinados. Yo, no.
-   No puedes cambiar cuatro mil años de historia. La metempsicosis es una realidad, aunque tú te empeñes en negarla y otros en degradarla. Arrancó en oriente y se renovó en occidente, pervive a pesar de sus transformadores y es la esencia que nos permite vivir sin sufrir de las cábalas ignorantes...
-   Me llamas ignorante...
-   Sabes que no, porque no lo eres. Solo te empeñas en aislarte y esto te perjudica. Por lo demás...
-   ¿Qué?
-   Trasmigramos de unos cuerpos a otros, buscamos la perfección, aunque podemos retroceder en nuestros intentos, son nuestros merecimientos quienes son destinan.
-   ¿En función de qué escala de valores?
-   Justicia y amor
-   ¿Por qué justicia y amor?.
-   ¿Qué sino?
-   Odio y guerra –dijo Hoyas- Trasmigrar es miedo a morir, negación de vivir. Yo soy lo que no existía al nacer y seré lo que no existe al morir.
-   Egipcios, griegos, cabalistas, druidas, galos, brahmines nos enseñan como un castigo no llegar a la perfección hasta que se han expiado las culpas cometidas en la vida anterior. ¿Niegas el conocimiento de tantos?
-   Afirmo su temor ante la ignorancia. Actúo conforme a las enseñanzas de cualesquiera dios, quien siendo solo acierta frente a la multitud de hombres. Veras, al desconocer nuestro origen y nuestro destino precisamos de algo que nos ayude entre el principio y el fin. Sencillamente creemos; el designio de dios establece el destino del hombre. Aceptamos lo inevitable como algo absoluto e imaginamos que tenemos voluntad capaz de decidir dentro de lo inevitable. Más si esto es así, ¿no sería acertado pensar que hacemos el bien por la gracia de dios ó el mal por influencia de dios, de modo que solo podemos practicar aquello que dios ha decidido?. Los hombres son elegidos ó reprobados desde la eternidad, y en cuanto a su capacidad de decisión mitigan el enfrentamiento con dios aceptando el libre albedrío ó bien se aferran rígidamente a la fuerza del destino.
     En este punto se silenciaron, como resultado de ver venir a las mujeres ellos mismos se silenciaron, con el silencio conturbado, maniatados sus esfuerzos y enmudecidos cualesquiera de las conocidas despachaderas. Venían a ellos, falocráticos, con sus cuerpos femeninos levantaban polvaredas traídas por sus propios vientos, hacía ellos. Como almas incandescentes, abiertos los pechos, rampantes las piernas, veloces los brazos, con sus manos gobernando el movimiento de sus cuerpos. Venían a ellos, hablando y en silencio, con las miradas penetrando en el espacio, más allá del tiempo, agitadas sus mentes ante los machos. Venían a ellos, galopando entre los arbustos y las flores, enseñoreándose del contorno, magnificando sus atributos, señalando sus perímetros a los ojos de ellos en silencio y callados.
     Allí fue, en aquel preciso instante de la historia nunca contada que Leonor les hizo aquella foto, de píe junto a la Gibosa, a los cuatro, después junto a Odeón, la misma fotografía que Hoyas, POR ENTONCES FRISANDO LOS SESENTA AÑOS, miraba sintiéndose aislado; los ojos abiertos, tanto tiempo a la vera de la luz blanca de aquella pantalla, rezumaban dolor y desasosiego, inquietudes no justificadas y una inútil permanencia sobre la tierra. Pero siempre, siempre Senescencia surgiendo entre los leves polvos de un vericueto tortuoso, contorneado de impopulares plantas, pequeñas y enanas, plantas pobladoras de una tierra de resacas, siempre Senescencia mostrando las últimas curvas de los alientos alterados por los sudores de un fin que no llegando sabemos que llevamos dentro.
-   La muerte es una enfermedad, la que nos mata.
     Le decía Senescencia.
-   El tiempo no existe, sin embargo su existencia condiciona toda la existencia que quita sentido al vivir.
     Le decía Senescencia.
     Más, era Hoyas quién se empeñaba, imbuido en un soberbio papel de rector, en negar el conocimiento de los demás, mediante el método de imponer el suyo y clasificarlo como el único verdadero, diciendo como era el arte principal de todas las artes, sin duda, era el escribir, y ampliando su dicho con cuanta más soberbia adquiría decía, y son tres las columnas que conforman el arte del escribir. El teatro, la novela y la poesía. El teatro es artificio. La novela es esencia. La poesía es intimidad. De modo que por debajo del escribir conviven las restantes artes.
     Senescencia sonrió, era la primera vez que lo hacía.
     Lo anterior lo redujo a cadenas.
     Una luz negra, nacida en un punto sin color, entubada se expandía como los imperios y sin razón.

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