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05871 (17.06.2020 - 04.Regina)
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El Perro Ciego dejaba sobre la mesa, la bandeja con
la bamba y la cebada. Cómodo Centón había leído todo cuanto, sobre el Suicidio,
tenía escrito, y parecía hallarse conforme. Miró el billete que La Vela le había entregado: “he
dejado a mi marido por un amor que no sabe que existo”. Y respondió: “Mi
querida Regina, no podemos cerrar una puerta en función de una idea; porque es
cierto que las ideas mueven el mundo de los hombres. En ocasiones, las más, es
mejor mantener el pico cerrado, y no quiero que tomes está forma de ir a ti
como la soberbia del soberbio ni la vanidad del vanidoso, que ambas cosas soy,
sino como la realidad. Has dejado tu casa..., ¿lo sabe Reginaldo?. Olvidaste
decírselo, bien..., todas las puertas de tu vida han de permanecer abiertas, no
permitas que una idea te deje sin las llaves de las puertas. Las ideas, que
carecen de virtud, solo son la expresión anterior del pensar, de modo que es el
pensar el desarrollo mismo de las ideas en pensamientos que, si son
definitivos, acaban con la necesidad del pensar y con la existencia de las
ideas. Lo que prevalece es la materialidad de la idea, ya que la tendencia de
toda idea es morir si la materia la niega, esconderse si la materia la ignora,
y vivir si la materia la afirma. Si la idea ‘he dejado a mi marido por un amor
que no sabe que existo’ se entroniza, la materia, es decir, la posibilidad de
volver o no volver, sufre de las consecuencias del pensar y queda presa del
pensamiento. Afortunadamente para el Hombre, que no para la realidad, la idea
también sirve para mentir y, lo que es peor, para ser vulnerada; así podemos
decir que olvidamos mientras recordamos. Ciertamente sino recordamos
difícilmente podemos olvidar, más si olvidamos es señal inequívoca que aún
recordamos. Cuando la realidad se trueca en dualidad, la idea fallece. Así
pues, mi querida Regina, si dejaste dicho a Reginaldo que abandonabas la casa
común, tú destino es vagabundear eternamente en el caso de que tu amor no
reconozca tu existencia; no ha de valer, en tu decencia, acudir a razones
jurídicas, pues si abandonaste, sencillamente abandonaste. El arrepentimiento
solo sirve como justificación para entrar en el reino bien de dios, bien de los
hombres. El imprudente sucumbe en su idea, el prudente vive en cualesquiera de
sus ideas. Has de ser prudente, no como virtud o idea, sino como realidad; al
cabo, lo que realmente adquiere interés es, siempre, la capacidad de decidir en
y sobre cualquier vía”, dejó la pluma sobre el papel, y un suspiro de quietud
le animó a seguir para terminar, “Regina, ¿qué puedo decirte?, en ocasiones
pienso que eres la extensión de Alicántara, es cierto que te confundo con ella
mientras ella es inconfundible. No puedo decir que lo siento, siento dejarte a
merced de las olas en un mar bravío, mientras te observo aliviado como te
hundes. Pero tengo que decirte que no se qué hacer; si te niego, me niego. Por
el contrario, si te admito, me comprometo. ¿Qué dónde está el amor en todo
esto?, te preguntas. El amor es una idea que materializamos cuando se cumple
una realidad y en una realidad. El amor
es tan libre como lo es el odio, y cuando esta dualidad retorne a su origen brillara
la realidad que no gusta”. Mojó la bamba en el agua de cebada. “Lo más notable
de la vida es que cuando uno ha sufrido las inclemencias de unas
circunstancias, alguien viene y te explica las inclemencias de las circunstancias sufridas por uno”, masticó la
bamba, “así es como se explica la realidad, al través de lo que podemos
depositar en nido ajeno y negar en propio”.
- Sabes Perro Ciego, tal vez lo que necesita este
Molino es un bambanichero. Bien podría parecer una incongruencia disponer de
una botillería en casa y no hacer uso de ella, pero la vida esta llena de
tantas inconexas relaciones que una más no causa estragos en las conclusiones
del pensar. Sin embargo, ¿por qué no habría de poderse beber en el Molino?
- Somos el producto de nuestro tiempo y el enemigo
de nosotros mismos –dijo El Perro Ciego-
Tal vez El
Lagarto de Indias tuviese razón, y fuesen aquellos atados al Molino los
embaucadores de pensamientos y galenas. Pero acabar con el Facistol era como
desterrar de aquel espacio toda la antigüedad de la vida. “A mi edad todo es
irreal, porque si fuese real sería insoportable” dijo Cómodo, y añadió: haz el
amor y no la guerra es una frase que emana del odio que uno siente por si mismo
y por lo que los demás significan. Aquel que odia sustituye la realidad por la
dualidad, y hace que Historia esté partida en dos: la que desea eliminar para
tener razón y la que desea mantener para tener razón.
- Además –añadió El Perro Ciego- ¿para qué? ¿Por qué
quieres vernos muertos? ¿Qué necesidad hay en eso? En cierta ocasión ya te lo
explicó La Calavera...
- Si, así fue.
- ¿Entonces?
- Tenía que demostraros que si bien los hombres
comen para morir y todos vosotros estáis a la altura de Dios, esto es, no
coméis para vivir eternamente, yo estoy por encima de los hombres, de Dios y
todos los pobladores del Molino, ya que como, bebo y vivo eternamente.
“En esto
podemos ver la soberbia del nuevo amo del Molino” apenas susurró La Calavera.
El Héroe
de Herpetol sonrió.
Mientras,
Regina dejaba caer su brazo.
- He dejado a mi marido por un amor que no sabe que
existo. ¿Qué puedo hacer?
Cayendo de
su mano el billete.
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