domingo, 27 de enero de 2013

01309: 09.APIOLAR: Cuando un hombre muere, ¿sabe que ha muerto?

DOCUMENTO ANTERIOR: 01253 - 00074 - 00072
http://heroedeherpetol.blogspot.com.es/2010/03/1la-semana-santa.html
http://heroedeherpetol.blogspot.com.es/2010/03/2-la-semana-santa.html

DOCUMENTO POSTERIOR: 01400



       Y siguieron caminando por la acera. La vesta, la capa y el cíngulo negros. Blancos los cirios, que daban luz a la noche y a la maltratada fe. Un niño extendía la mano abierta, ofreciendo la palma de la misma al cielo, para que el hermano la dulcificara con un caramelo. El color de la tarde-noche era el ámbar de los destellos de aquellas miradas. Aglaya miró a la mujer que no comprendía esa inaudita costumbre de dar caramelos en las procesiones de Semana Santa. Mientras los penitentes transitaban desde el infierno al cielo. Habían sambenitado, y de tal circunstancia la mala nota que habían sembrado se les volvía contra ellos titulándoles de cofrades. Ni fía ni porfía, ni entres en cofradía, que son juntas de ladrones y rufianes tales muchedumbres de gentes. Otros, mas avanzados, llamabanse Hermanos, que así lo eran en la penitencia como antes lo habían sido en la infamia. No obstante todos, cofrades o hermanos, ocultaban sus pecados tras los capirotes, repartiendo entre los católicos, aquellos que miraban, golosinas como acto de dulcificar sus imborrables pecados. Nadie habla jamás con un cofrade, ningún católico ha de mostrar trato alguno con ellos, pues están poseídos por el demonio, y por lo mismo han de ocultarse a ellos determinadas partes de la misa, debiendo para tales ocasiones abandonar los templos, estando ante sus puertas, donde en las noches de Semana Santa se detenían para mostrar sus expiaciones públicamente mientras la imaginaría penetraba en el templo.

     Con sus manos Crimen, acaso con escorrozo, retiró de su cabeza el capirote de color granate  y con las mismas manos que apiolaba dejó la capa granate caer sobre la colcha que cubría la cama, y se sento a mirarse la cara en el espejo. ¿Qué pretendía con aquellas penitencias? preguntó el del espejo. Crimen no comprendía la pregunta, sentía miedo de aquel que le mostraba su cara en el espejo. Los espejos no son buenos, dictó Crimen a su escasa conciencia. En una ocasión le dieron dos folios; en uno de ellos debería de escribir las buenas cosas que había hecho en esa su vida, en el otro las malas. Llenó el folio de las cosas malas, pidió otro folio y lo llenó, y pidió un tercero y casi lo llenó. Luego tomó el folio de las cosas buenas y recortó del mismo un pequeño trozo, suficientemente grande como para escribir: "morir", de este modo también parecía llenar un folio con las cosas buenas. Esto recordaba Crimen mientras se miraba al espejo y allí veía al otro. Después se desvistió de la vesta negra, de los negros calcetines y de los zapatos que también eran negros. El hombre pálido y flaco, maliciento y de lastimoso aspecto, lleno de heridas y contusiones, que Pílatos presentara al pueblo como maltratado por los judíos al decir de los cristianos, al que Crimen había custodiado con un cirio en la mano, era solo el recuerdo infernal de una eterna penitencia. "Me siento bien. Ser bueno, reconforta. Un efugio de vez en cuando ánima a seguir perteneciendo al mundo de los vivos", leiase en la pagina sesenta. "¡Que brutos!. ¡Afirman que el mundo de los muertos existe!. Yo tengo relaciones con los muertos y puedo asegurar que el mundo de los muertos no existe" leíase en la página sesenta y uno, y seguía líneas abajo "lo que pasa es que la egolatría es transportada por el oxigeno". Y hoy, en la página veinticuatro, escribía "no me siento feliz. La tortura de saberme vivo me inclina a desear los peores males para con los demás. Me siento perdido ante tanta ausencia de legalidad personal. Somos capaces de soportar no ver el suelo cuando caminamos porque nuestra barriga nos lo impide, y somos capaces de susurrar al oído de la vida que la miseria es parte de la esencia de la vida. ¡Que mas  da!". Y seguía en la misma página ensalzando a su admirado Diego, de quien se decía que mas quería ser el primero en cualquier grosería, que un segundo en la mayor delicadeza. Ser el primero, he aquí el objetivo, el fin, la esencia. Crimen abrió los ojos: que cierto era, ¡el primer hombre que murió inventó la muerte!. ¿Qué valor tiene morir después de morir el primero?. El valor del primer hombre que murió es inconmensurable. Estaba vivo, inventó la muerte y llegó solo a un espacio donde ni tan siquiera el espacio estaba, de modo que tuvo que crear, tras crear la muerte, el espacio que debía de contener el mundo de los muertos. ¡He ahí la esencia: crear el mundo de los muertos y hacer creernos que existe cuando estamos vivos. Todo es confusión; en el fondo oscuro, alrededor de las tinieblas, un rayo de luz ilumina un río caudaloso, cuyo origen y destino son desconocidos. Sobre sus aguas un barco ha deglutido a un joven reidor, desapareciendo `después, de dientes brillantes y cuerpo gordonzuelo, que sostiene en su mano derecha un racimo de uvas, las cuales nos esta ofreciendo en actitud bondadosa, mientras prieta sostiene la mano izquierda un cuchillo de vendimiador. ¡Acércate!. Será lo último que hagas en esta vida. ¡Acércate!"

     Y escribió en su cuaderno: "cuando un hombre muere, ¿sabe que ha muerto?"

No hay comentarios:

Publicar un comentario