miércoles, 29 de enero de 2014

01748-195.ESPAÑA: Blas Piñar o el final de una irrealidad

DOCUMENTO ANTERIOR:  00887 - 01146 - 01735

DOCUMENTO POSTERIOR: 01750 - 01807 - 01968 (12.09.2014)

                                                                       -I-


      Si con MANUEL FRAGA murió el franquismo (ver documento 00887 de este índice) y con SANTIAO CARRILLO murió el comunismo (ver documento 01146 de este índice), podemos decir que con BLAS PIÑAR muere una parte de España que nunca debió de existir.

                                                                     -II-

      Fue apenas unos días después de su llegada a Madrid que escuchó Cómodo Centón el nombre de BLAS PIÑAR... ¿no le conoces?, le preguntaron; no lo conocía. Franco gobernaba en España y Carrero Blanco era el Presidente del Gobierno. Madrid era una ciudad grande, pero no tan grande, y Cómodo Centón terminó viviendo en el número siete de la calle La Paz, pudiendo ver como los números de la Policía Nacional se cambiaban de ropa en el Cuartel cuya pared apenas se alejaba cuatro metros del balcón de su habitación.

    Pasaron los días y poco a poco fue viendo como era BLAS PIÑAR un señor de unos 45 años al que no se le movían los pelos de la cabeza ni tenía arrugas su traje de chaqueta, siempre acompañado de jóvenes fornidos de camisa azul y boina roja. Periodicos y revistas le seguían, y una en especial, FUERZA NUEVA, era como aquellos que le seguían, azul y roja en su portada, espectacular en sus fotos y en sus titulares, y sobre todo envuelta en ese tono de atracción que Blas Piñar tenía.

    Pasó algo de tiempo, y estando Cómodo Centón sentado en la Pecera del Ateneo de Madrid, leyendo "Mi lucha" de Hitler, sintió la necesidad de tomar un café en el pequeño bar de aquella sociedad. Dos jóvenes algo mayores que él se sentaron a su lado y, como era normal en aquella casa, entablaron conversación con Cómodo... poco a poco fue comprendiendo El Centón que aquellos dos jóvenes eran "cosa" de Franco, y poco a poco entendió que eran seguidores de Blas Piñar; lo habían visto en la Pecera leyendo el libro de Hitler, y claro... estaba claro que Cómodo era uno de ellos, por lo que tenía que incorporarse al grupo, y conocer a Blas Piñar, que estaba allá por el Barrio de Salamanca en una calle cuyo nombre no recuerdo.

    Así que acepté aquella invitación, y fui, y tuve, apenas unos metros de mí, a aquel hombre que ya me parecía como algo incrustado en el pasado que se negaba a desaparecer. Y le escuché hablar sosegado, como sabiéndolo todo, y todo dentro de una forma, de una oratoria poco común y especialmente interesante, pero profundamente equivocada.

    Luego fue pasando el tiempo... y yo olvide a aquel hombre que hoy ha muerto. 

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