miércoles, 4 de noviembre de 2015

02574-06.EL PREDIO: 03.Hesperia al despertar

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    Ya era de noche. Habían alcanzado Alcocó, junto a la Marina, donde el resoplo final de las olas mortecinas se insinuaba a los sentidos y acallaba las palabras. Allí cenarían. Era aquel el ùltimo día, según dijo Jacobo, de vacaciones. hesperia se había, según dijo, acostumbrado a aquel ir de un lugar a otro sin mediar en gasto alguno, sin obstáculo que se interpusiese entre ella y sus deseos. Jacobo, según dijo, tenía que volver al trabajo, no porque lo necesitase para vivir sino porque el trabajo lo necesitaba a él para desarrollarse plenamente. Lo primero que haría, según dijo Jacobo, visitar a su abuela; esto llamó la atención de Hesperia, ya que en aquellos dÍas que Jacobo llevaba en Impala en cubriciones continuas jamás había dicho nada sobre una su abuela, de la cual nada más dijo. En cuanto a Hesperia se podía tomar el día libre, según le dijo Jacobo, mientras su mano elevaba una rosa del florero que depositaba en la entrepierna de Hesperia.

  Hesperia se miró y durmió.

El trato de aquel cliente excedía al contrato.

Al despertar y tras besar a Hesperia, la imagen difusa de Dulce Amalia se desequilibraba en su recuerdo, desapareciendo entre las pompas de jabón y el calor húmedo de la estancia, herventando su cuerpo en la tina que dispuso al efecto. A Jacobo Quemadura Cuarto le llegó la novedad hallándose entre las espumas de un baño; cuando el tío Justino descorrió la cortina, la noticia fue cayendo, desde lo alto, mientras las lágrimas resbalaban, mezclándose con el agua tibia de la tina y el jabón emigrando. Apenas de aquello habían pasado unos meses; hallábanse en el despacho de Jacobo Quemadura Tercero, un lugar dominado por la física; “para comprender que los hombres piensen distinto cuando solo hay una verdad, basta con comprender las consecuencias del movimiento de la tierra. Gira y da vueltas, lo que hace que la percepción del hombre en su afán por adaptarse termine por convertirse en una secuencia infinita de caprichos y mezquindades. Lo que un hombre piensa en el sol, lo ignora otro hombre en la luna, ¿crees que se puede pensar lo mismo a la luz del sol que a la luz de la luna?. Este es el origen que explica como las civilizaciones son distintas siendo iguales, porque no se piensa lo mismo estando despierto que dormido. Tal evidencia nos muestra como la realidad física desconocida es realidad metafísica inventada. Así cuando no explica la física, es cuando inventa la metafísica. Pues en la física solo es posible la física, mientras que en la metafísica todo es posible, ya que en la física solo existe el conocimiento, mientras que en la metafísica solo existen opiniones” decía Jacobo Quemadura Tercero a su hijo. Y añadía mientras contemplaba golgada de la pared la distancia entre el Molino y el Masete que fuera otorgada a su abuelo, y la que media entre Arlot y el Masete a su padre, “de modo que un día el pergamino te entregará la medida que te corresponde, y a partir de ese instante tendrás que iniciar tu búsqueda del Hombre de Las Quinolas”. El físico había entregado su alma al dios verdadero sin lograr el objetivo para el que había nacido: liberar al Hombre de Las Quinolas. Había recibido la revelación entre el Molino y Quisicosa, treinta cadenas, había reptado por los conductos opacos de aquel carnero venido a pergamino, más antiguo que el Virgilio Vaticano, sin que de sus esfuerzos resultase algo más que la transmisión de una herencia y un matrimonio decantado por el destino. 

- Entrarás esta tarde a las cinco y cuarto en mi despacho, mientras me encuentre atendiendo a una alumna. Es muy importante, me dijo nuestro padre, y allí estaba ella. Se llamaba Cirene Cuarto –contó Jacobo Quemadura Tercero a su hermano. Estaba ante ella. Toda la vida esperando aquel momento y aunque lo tenía anunciado por su padre, no pudo impedir que naciese en él una extraña sensación a indiferencia-

- Aquel día llovía, ¡y como llovía!, cuando llegó a mi lado su cuerpo. Huía de las gotas con el alma mojada, mientras yo la miraba. ¿Qué podía hacer si por fin la tenía respirando del mismo aire que yo respiraba?. Compartir aquel aire era nacer juntos al mismo camino, porque yo Jacobo, entre aquellas gotas de agua, ya la amaba. Observé por sus libros, por sus puntas mojadas, que era estudiante de médico y aquella información añadida a mis deseos incremento, sin saberlo, el amor que, lejos de nacer, ya estaba hecho. Sin embargo, y no se por qué, ella salió corriendo de mi lado, de aquel portal a otro, ignorando el amor que me estaba ahogando. La seguí, la ignoré y abandone en un nuevo portal, a su aire, entre las gotas asesinas que del cielo caían a destajo –contaba Justino Quemadura tercero a su hermano-          

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