lunes, 23 de noviembre de 2015

02602-10.EL PRESIDENTE DE IMPALA: Los principios de Impala

DOCUMENTO ANTERIOR
02516 (01.10.2015 - Y decía el Presidente)

DOCUMENTO POSTERIOR
02863 (14.04.2016 - El licurgo)


     "Solo trabaja quien sirve para trabajar. Hay quienes no sirven para trabajar y hay quienes servimos para mandar" se razonó a si mismo.

De modo que manteniendo la estrategia, cambio la táctica.

En uno de los palacios de Impala dispuso de una pequeña sala donde colocó tres mesas y tras ellas tres sillas; contrato a dos empleados, un hombre y una mujer que por allí pasaban, los futuros padres del Sobrehaz Social, y él se nombró jefe: fue un día muy feliz; nombrarse jefe uno mismo a si mismo es una sensación inexplicable. Iniciar una empresa era realmente satisfactorio, máxime cuando esa empresa no estaba sujeta a la necesidad de ganar dinero ni nacía sujeta a préstamos ni a obligaciones de ningún tipo. Pero aquel primer día fue un fracaso; nadie entró en la oficina.

- ?Por qué nadie ha entrado en la oficina? -reflexionó el Empíreo en la soledad de su vacía mesa, no teniendo ningún asunto que resolver, mientras el humo de su tabaco de pipa rezumaba por su cerebro- 

- ¿Sabe alguien que estamos aquí? -preguntó El Administrativo-

- No, creo que no -respondió el Empíreo-

- Será eso.... -dijo La Ayudante-

- Tenéis razón; no es culpa de la gente no haber venido hoy. 

- Eso pensamos... -ratificó La Ayudante-

- Pero nosotros estábamos aquí, no es culpa nuestra que no haya venido nadie. Cuando uno tiene interés en algo no puede obviar por razón o sentimiento alguno su búsqueda. Es cierto que el artista, acabada su obra, debe buscar su exposición pública, pero no es menos cierto que el empresario que se dedica a la expresión pública de arte es culpable de no haber hallado al artista a tiempo. Lo fácil es quedarse sentado, pero es lo fácil para ambas partes: tanto para el artista como para el comerciante de arte.

- ¿Y si hacemos un poco de publicidad? -dijo El Administrativo-

- No sé... -dudaba el Empíreo- Si hacemos publicidad seríamos como Dios que tuvo que enviar a los profetas y a Cristo, y luego a los santos, y mandó escribir, dicen, unos libros para darse a conocer, y otros libros mandó escribir para atemorizar a quienes había convencido para que le siguieran; no quiero ser así. 

- En tal caso, seguiremos así -afirmó rotunda La Ayudante-

- Yo ya estoy aquí, ¡dispuesto!, ellos que vengan que son ellos los que tienen las necesidades

- Eso no es justo -dijo El Administrativo-

- Pero es real -sentenció el Jefe-  

- ¿Entonces? -preguntó El Administrativo-

- Mañana vendré algo mas tarde -dijo La Ayudante, que era de los tres, por su cargo, el que menos mandaba, dejando mudos al Empíreo y al Administrativo, que ambos mandaban mas que el Ayudante, y sin embargo, cuando ambos quedaron solos, se hicieron admiraciones sobre La Ayudante, que al decir del Administrativa estaba "muy bien", porque es importante que los empleados tomen decisiones, pero pueden resultar, al tiempo, un peligro para los jefes; más, le dejaron hacer, ellos eran dos, pues para atajar la cabeza del temerario siempre habría un día. Buscó La Ayudante a alguien que estuviese dispuesto a arriesgar su vida y lo llevo a la oficina de Impala; allí el Administrativo le presentó un documento por el cual el Arriscado se comprometía a levantar un negocio personal, de modo que se daría trabajo a si mismo y levantaría a su familia de la miseria; aquel Arriscado aceptó. Luego el Presidente invitó al Administrativo, al Ayudante y al Arriscado a un vino, y aquella invitación se hizo famosa, porque de ella, a uno que pasaba, le rogaron hiciera una foto, haciéndola bien, y le ofrecieron posibles para que montara un negocio de fotos, y aceptó, y éste fue el segundo arriscado, quién avisó a un amigo, que aunque no era fotógrafo dijo poder hacer una foto con la cámara de su amigo el fotógrafo, segundo arriscado, en compañía del primer arriscado, de La Ayudante, del Administrativo y del Jefe de Impala, a quién le ofrecieron recursos para reformar una antigua carpintería que fuera de su abuelo, y lo sorprendente, al transcurso de los días, fue que otros hallaron que aceptaron y que no fue necesario salir a buscar más, pues hacían cola para ser arriscados. 

Más, hubo que recapacitar:

- Dar esta bien, mejor es retener.

La misión del Empíreo se había revelado: servía para pensar.

Los arriscados se sometían al sistema contable de Impala y aceptaban cuantas inspecciones Impala considerase oportuno hacer. Impala se comprometía a auxiliarle con un dinero que debería de devolver de los beneficios obtenidos a la determinación anual de resultados; para el caso de que no hubiese beneficios se aplazaba el pago del crédito contraído. 

- ¿Sin hipotecas? -preguntó un desconfiado-

- ¡Sin hipotecas! -afirmó rotundo un Arriscado- 

El Crematologo rascose la nariz, por su exterior, y el mentón, también por su exterior, pues consideraba que era el Empíreo, en exceso, repentista y así no se podía ser en el mundo de las inversiones. Dijo: deberíamos de preselecionar los proyectos, analizarlos y comprobar las características del emprendedor, controlar la realización de la inversión y hacer un seguimiento hasta que consideremos es posible la desinversion. Los proyectos deben ser concisos y explícitos, situación de la empresa, problema y objetivo, solución y cantidad a invertir. Lo que nos llevaría a determinar si el producto puede desarrollarse, si se podrá producir, comercializar, dará beneficios y tendrá futuro en su actividad. Deberíamos de atender la existencia de un contrato tipo y sus anexos, estatutos, estructura, composición, trabajadores, inmuebles, litigios y relaciones. Sin olvidar las necesidades del mercado: si existen consumidores, su número, su potencial económico, su homogeneidad. Otro asunto sería que tipo de inversión deberíamos de realizar, si en origen, en inicio de la actividad, en crecimiento, consolidación o bien en su salida al mercado. Y finalmente que tipo de seguimiento deberíamos realizar, sin olvidar las posibilidades de recuperación del fondo invertido.

El Empíreo lo miró. ¿Qué decía?. Tan solo quería ceder un dinero a una persona que lo necesitaba. El Empíreo no tenía enemigos porque cuando uno de ellos aparecía, y era el caso del Crematologo, lo apiolaba. 

Mas no hubo, como antes se dijo, necesidad de buscar a nadie más, pues por miles llegaron los arriscados a las oficinas de Impala, de modo que cada día era necesario contratar a un nuevo ayudante en Impala y poner una mesa más y una silla acompañando a la mesa, con todo el material de oficina que aquello requería, y hubo que contratar a otros ayudantes. Se levantaron casas, se compraron tractores, se financiaron laboratorios, y otros. Y hubo que contratar a un arquitecto, a un deliniante, a guardias de seguridad, a médicos y maestros, a abogados, a gente de la limpieza y a electricistas, a fontaneros y carpinteros, científicos, investigadores, inventores, de modo que al cabo de un año en el pequeño palacete las oficinas de Impala ya no cabían ni ellos ni el caos que allí gobernaba. No era aquella la idea que el Empíreo tenía de ser jefe; ¡no!. Y fue cuando el Empíreo, acosado por tanto trabajo como tenía como jefe y añorando aquellos días que sobre su mesa no había trabajo, dejó su vista sobre los rayos del sol traspasando el cristal de una ventana y decidió estructurar a Impala a través de haces, a cuyo frente ponía a un jefe, lo que le causo hondo pesar y horas de mucho sufrimiento ya que solo él quería ser jefe, y esto lo hacía así para no tener él necesidad de trabajar, pues en esto únicamente seguía el Empíreo a Dios, quién había levantado la empresa en seis días y se puso a descansar, retirándose al Palacete del Diputar, desde donde gobernaría la existencia de los demás, pues él, como ya ha sido dicho, vino al mundo a reflexionar. 

El Palacete del Diputar era un edificio cuadrado de tres plantas con un patio central, sobresaliendo de la entrada principal una torre de dos pisos que terminaba en una azotea. Toda la fábrica del edificio era de piedra, resuelta con grandilocuencia, simetría y compacta unidad, descomponiéndose en tras planos principales. En la primera planta predominaba la composición horizontal, con grandes huecos terminados en arcos y sillares claramente diferenciados. El cuerpo intermedio lo forman las dos plantas superiores, forjada toda de balcones, con mayor prestancia los de la planta inferior, quedando las balaustradas de los de la planta superior confundidos a ras de la propia fachada. La torre que ponía término al edificio se hallaba decorada con pilastras gigantes semiempotradas que sostenían un frontón partido sobre el que apoyaba sus patas un impala. Se ubicaba en el Llano de Impala.

Pero...., ¿cómo gobernar la existencia de los demás?

- El hombre en su origen respondía a elementos naturales de la existencia; el alma en si misma contenía todos los elementos vitales. Mientras esto fue así el hombre permaneció en su estado natural de animal avanzado. Cuando el alma, para ser explicada, adquiere la dualidad como resultado de su esencia, el hombre pasa a ser dominado por espíritus malos y espíritus buenos, el hechicero interpreta y de sus conclusiones nace el poder, quien exalta la naturaleza social del sacerdote frente al carácter individual del hechicero. El sacerdote trasforma el principio: lo bueno y lo malo surgen como falsa dualidad de enfrentamiento. No cabe reconocer que el espíritu bueno y el espíritu malo son parte de la naturaleza y que el hombre no deja de ser un elemento de la naturaleza, sino que el mal y el bien son entidades divinas ajenas al concepto natural y el hombre es un ser superior a la naturaleza, por tanto, su señor natural -dijo el Presidente, quién mostrándose humilde había alcanzado las más altas cotas de la soberbia. Siempre tuvo una concepción dual de la definición de hombre, como individuo y como individuo en sociedad, de modo que consideraba la humildad como un acto de soberbia- 

No hay comentarios:

Publicar un comentario