jueves, 1 de septiembre de 2016

03098-13.EL PRESIDENTE DE IMPALA: 01.Las llaves

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       El Cerrajero, sabiéndose de nuevo el mas importante entre ellos, entró parsimoniosamente en la casa, pringándole la nariz un tufo; "¡huele!". La casa, pensó, era increíble; pero huele. Se personó, de seguido, ante la cara de la puerta de la Sala de Recibos, "es muy antiguo" pensó, y se frotó las manos. 

- ¿Lo podrá hacer? -preguntó el Haz de Seguridad-

- Es muy antiguo - respondió El Cerrajero- No sé que decirle.

- ¿Tal quiera empezar por otra?

- ¿Da igual? -preguntó- Veamos...

- Por aquí -iba delante el Haz de Seguridad-  

- Es igual -comentó El Cerrajero-

- ¿Y aquella?

La pasó por el tamiz de su inteligencia

- Lo mismo -comentó El Cerrajero. Observó la siguiente, reconoció la que seguía, analizó la que estaba más allá, estudio las más que a las vistas siguieron, y meditó en los pros y en los contras, diciendo- que tras indagar, todas son complicadas y no hay dos iguales.

- ¿Qué quiere decir? -se interesó el Haz de Seguridad-

- Que además de abrir una a una, puede suceder que el conocimiento que adquiera con las que pueda abrir no sirva para las siguientes. ¿Lo comprende?

- ¿No puede abrirlas?

- Sería la primera vez que no consigo abrir una puerta. 

- ¿Entonces?

- ¿Han perdido las llaves?

- No las tenemos

- Fíjese, yo diría que hay una llave que las abre todas, y sin embargo son distintas las cerraduras

- ¿Qué quiere decir? 

- Lo digo porque todas son iguales. Esta casa parece tener todas las cerraduras para una sola llave. Sin embargo, no. Siendo una igual, cada una es diferente de las demás.

- Sino puede o no sabe, dígamelo

- ¿Y qué va a hacer?. ¿Llamar a otro cerrajero?. ¡Llámelo!

       El Haz de Seguridad no lograba comprender lo que acontecía. Dio orden de abandonar la Casa de Impala, y dejo dicho al Alfíl que se ocupase personalmente de su custodia. De seguido comunicó por teléfono al Subpresidente General la situación en la que se encontraba embarrancado. Al amanecer pudo explicarse ante el Consejo de Impala, "...al salir de la casa el olor parecía ir aumentando, bajaba ligeramente la temperatura ambiente y dejabase ver que todo allí dentro empezase a moverse. La cuestión, señores, es ¿qué hacer?". Luego añadió que "había otra cosa. Al salir de la casa uno de los peones me advirtió sobre la Torre de Impala. Me hizo ver, mientras allí íbamos y me señalaba la torre, que ésta no era cuadrada sino redonda. Sé lo que están pensado. Ningún miembro de la guardia ni yo tampoco, habíamos bebido ni tomado ninguna sustancia. Todo lo que les he contado es real". 

María, al través de los visillos del Salón de la Torre de Impala, admiraba cuanto sucedía alrededor de la casa; los hombres allá abajo, enfundados en sus uniformes iban y venían, trazaban sinuosas líneas por los patios de la Fortaleza de Impala, miraban a la torre, nada veían; ella, en la soledad de la torre, se disponía a morir. ¿Qué otra cosa se podía hacer a su edad?. "No quiero resistir mi amor, ni quiero al tiempo ofrecerle obstáculos. Dame la muerte mi amor, álzame de este suelo, que este páramo de soledades me llena de frío el cuerpo, me adormece el ánimo. Vuelve, llévame contigo". Y sus remembranzas la aturrullaban, haciendo de ella una finchada sin controversia, porque era cierto que los recuerdos vinieron, en aquellos días, a ocupar los espacios del presente: La Vieja María quedó con la obligación de cuidar de ella, lo que tenía que hacer con harta diligencia antes de morirse, por lo que, al ser poco el tiempo de que disponían, se determinó que los primeros meses ambas marías durmieron juntas, primero en la misma cama, después en camas separadas, finalmente en cuartos distintos. De este modo pretendiase que la joven aprendiese a compartir y a poseer individualmente la inteligencia. Supo por las ciencias físicas que el aire pesaba, que era forma de saberlo tomar una vejiga de buey que había que estrujar hasta que quedase sin aire y pesarla, que luego se introducía aire y se pesaba, y se podía ver de esta forma que pesaba mas la vejiga con aire que sin aire. Supo, también, que el viento era aire agitado y que el mercurio era un metal tan escurridizo como el agua. Un día El Empíreo dijo:

- No pudiendo el agua mantenerse en pie, ¿cómo podría hacerlo yo?

María La Vieja advirtió: 

- Es uno de los principios del comodismo.

Sin el aire, le enseñó La Vieja María, no había sonido.

Y eran otros los principios, advirtió María La Vieja, que estaban contenidos en las exculpaciones del Señor de Las Hoyas, de quien contaban que en sus principios fuera memorialista con biombo, ganando parte de su entendimiento de los asuntos que trataba en la calle y en los portales, al abrigo de su movible pared. Porque sentir es un pensamiento que no existe.  

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