martes, 27 de septiembre de 2016

03158-55.EL VIAJERO MADURO: 02.Valencia: Conceptos, Pio V y el Puente de Trinidad

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02662 (02.01.2016 - 01.Valencia: Dos días de visita)

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03161 (29.09.2016 - 03.Valencia: 01.Barrio de La Seo: De la calle del Muro a La Basílica)


      El Viajero Maduro ha vuelto a la Valencia ciudad. VALENCIA, no cabe duda, es una gran ciudad, y lo es porque está asentada sobre el suelo de una tierra fértil, porque posee palacios y templos, bibliotecas y museos, porque siempre fue, y es, el gobierno de una región española, porque maneja fondos económicos propios y ajenos, y a ella fueron duques, marqueses, condes, empresarios, militares, banqueros y políticos de alto copete, y toda una serie de cohortes funcionariales, órdenes religiosas, obispos y curas, arquitectos y maestros de obras, pintores, literatos, académicos, porque en Valencia había, y hay, dinero.... suficiente para transformar, en un periodo de veinte siglos de historia, una fértil tierra de labrantío de dos kilómetros cuadrados y medio, incursa en una isla fluvial, en una masa de asfalto, cemento, edificios y calles.

     No obstante lo anterior, y sin olvidarlo, VALENCIA es hoy una gran ciudad, la tercera de España, un poderoso centro político, económico, cultural y social, de unos 20 kilometros cuadrados, entre una multitud de pueblos productores y unas tierras de labranza, una laguna costera somera y un mar mediterráneo, sobre el que el poder del dinero ha forjado un puerto, unas zonas turísticas y unas áreas culturales, enlazadas por un sistema de vías de comunicación entre impresionantes y formidables.

     El Viajero Maduro ya estuvo en Valencia (ver documento 02662 de 02.01.2016 de este índice), y en aquella primera ocasión quedo significativamente afectado de los contenidos y de las formas que la ciudad tenía y contaba, y supo que tenía que volver a Valencia, y comprendió que volver a Valencia era una cuestión de necesidad y exigencia, un apremio surgido de ese apetito que se alimenta de sentimientos, por aprehender del lugar, de su olor, de su luz, de los silencios ociosos guarecidos en algunas de sus calles, del bullicio atronador de unas grandes avenidas, de un lecho fluvial transformado en jardines y campos de deporte, frente a puertas muradas, para lograr, de tal modo, acaso levemente, saciad la sed que pronta se posó en la mente del Viajero Maduro. Y si en aquella primera visita se presentó Valencia como un plomo atronando los sesos, en esta segunda ocasión ha quedado el Viajero Maduro sordo y aturdido ante la comprensión de la magnitud intrínseca que la ciudad domina en ideas, emociones y sentimientos.

   Y como quiérase que en aquella primera visita todo fue como a salto de mata, de ir y volver por el entramado de calles y edificios, casi sin rigor alguno, llevado por los pasos que a todos los lados quieren llegar, y se dan cuenta que no llegan, de modo que no es posible tragárselo todo sino en un tiempo más largo, quiere hacer, en esta segunda visita, un recorrido más pausado, más compacto en el espacio y sujeto al inevitable tiempo de permanencia.

    Habilitado con lo necesario, se inicia el camino; y cuenta el Viajero Maduro, en esta empresa, con la imprescindible audiencia de SUSANA.

    Está el Viajero Maduro en el MUSEO DE SAN PIO V o de Las Bellas Artes de Valencia, situado en la margen izquierda del antiguo cauce del río Turia; es un edificio que ha recibido diversas ampliaciones desde el siglo XVIII, dedicado entonces a la formación de sacerdotes. El edificio de origen es de planta cuadrangular, con claustro, dos torres en su fachada, con un cuerpo central, del poco podemos decir al encontrarse en obras. Se accede al mismo a un zaguán de planta octogonal sobre el que se sustenta una cúpula de teja vidriada azul, copia de la original que derribada. El museo está en obras, de ahí que toda el ala de la pintura más moderna, siglos XIX y XX,  no pueda ser visualizada, ni tampoco el claustro del edificio. Estamos ante un conjunto pictórico de bajo nivel artístico, sin embargo bien dispuesto y que presenta, en su parte gótica, la zona más interesante, sin que destaque ni auto ni pieza, completándose con renacimiento valenciano, así como barroco con influencia italiana, donde podemos citar piezas de Juan de Juanes, algo de Goya, Ribera, Sorolla como autores más conocidos.

   Cruzamos el PUENTE DE LA TRINIDAD, segundo tras el de Serranos en construirse y que une ambas márgenes del río; es del siglo XIV, con una actuación en 1402 que lo recompone en su fábrica, y una posterior reedificación en 1520 tras los desperfectos de una riada, disponiendo de diez arcos apuntados con contrafuertes, destacando dos escaleras que bajan al río en el sentido de la corriente, y dos estatuas bajo baldaquinos triangulares sobre columnas lisas y negras, que contienen la imágenes de Luis Beltran y Tomás de Villanueva.

    Es conveniente detenerse en el puente, aunque el tránsito de vehículos a motor es continuo y desfigura la placidez del entorno. Huele a espacio despejado, aire que corre libre por el encajonado que forman las paredes de piedras, que marcan las lindes artificiales de un lecho sobre el que el agua ya no corre, huele a arbolado diverso, vestido de tonalidades varios que se cruzan entre las sombras que forma el cielo despejado, huele a campos de deporte, entre verdes suelos y sendas de peatones, por donde cruzan las bicicletas a su aire, caladas por jóvenes robustos y muchachas vigorosas. Trata el Viajero Maduro de imaginar como por aquí los troncos de madera viajaban plácidamente río abajo, entre dos orillas de playas de tierra por los hombres vigilados, en medio de un campo natural muerto a manos del artificio humano, porque ciertamente, si la ciudad de Valencia se asienta sobre fértiles campos de labor, la vieja senda del agua sobre el Turia ha sido suplantada por el valenciano que paseo sobre el lecho y juega al balompié.

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