jueves, 29 de septiembre de 2016

03161-56.EL VIAJERO MADURO: 03.Valencia: 01.Barrio de La Seo: De la calle del Muro a La Basílica

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03158 (27.09.2016 - 02.Valencia: Conceptos, Pio V y el Puente de Trinidad

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   Terminada la andadura sobre el Puente de la Trinidad, tomamos la calle Muro de Santa Ana donde nos encontramos con el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús, historicista de 1891, en esquina achaflanada y fabrica plana, con lo cual nos introducimos en el BARRIO DE LA SEO, sobre una superficie aproximada de unos 600.000 metros cuadrados, y entre las calles de Serranos al oeste, Avellanas y Trinitarios al oeste, la Plaza de la Virgen al sur, y el río Turia al norte. Estamos en la Valencia romana, zona origen de la ciudad, por donde deambularemos en un entramado de calles cortas, estrechas, quebradas o no rectas y con diversos callejones sin salida, con algunas falsas plazas que en realidad son ciertos ensanchamientos de las calles y que dan prestancia visual a determinadas casas de cierto empaque en sus fachadas, o bien obligadas ampliaciones que dan paso a otras edificaciones. Los pequeños palacios o grandes caserones, presentan diferentes tipologías oscilantes entre el siglo XVIII y XIX, evidentemente trazadas sobre anteriores fábricas, se estructuran en manzanas donde les acompañan casas para clase medias, cuya conservación, en general, deja mucho que desear, de forma que las citadas grandes casas aparecen como de improviso en fachadas que dan a falsas plazas. El comercio no abunda, aunque da la sensación que fuera mayor en épocas pasadas, ni vemos la presencia de bares y tascas que aglutinen presencia humana en el área, lo que da cierto aire como de paso a zonas, al sur, más dinámicas. 

   Hay silencio en estas calles de viejos suelos; hay una parte perdida, de abandono humano cubierta, hay otra parte que se cae a trozos llenos por la gravedad atraída, y hay una parte renovada de sociedades y entes públicos que llenan de sosiego trabajo lo que antes fueron palacetes refinados. En la Plaza de San Lorenzo nos encontramos con la Iglesia de igual nombre, que no visitamos por estar cerrada, levantada sobre una mezquita y un cementerio parroquial. Y girando por la calle de Franciscanos  llegamos a la Plaza de Cisneros, pequeño recinto recogido en sí mismo y donde podemos contemplar la fachada de la Casa nº7, que es de cinco alturas, del último tercio del siglo XIX y estilo ecléctico, pero donde nos encontramos con el PALACIO DE CERVERÓ del siglo XVIII donde destaca la puerta cuadrada con su escudo de piedra, revestido de rocallas, volutas y onda, sobre el travesaño y el color ocre de su fachada, con cierta tosquedad y poder aparente.

    Siente el Viajero Maduro la soledad de los espacios de esta Valencia que parece como olvidada por los turistas y vuelta hacia si misma, pero que ayuda a disfrutar de los pasos lentos y las miradas elevadas a los cielos en busca de techados y cornisas, donde las paredes y sus huecos terminan su presencia. Vuelve el Viajero Maduro sobre sus pasos para tomar la Calle de Nules, donde quedan enfrentados dos recintos, uno de ellos es el PALACION DE LA MAESTRANZA DE CABALLERÍA entre los siglos XVIII-XIX, de dos plantas separadas por un resalte, y de gusto neoclásico; el otro es el PALACIO DE LOS CATALÁ DE VALERIOLA, del siglo XV e intervenido en el XVIII, para seguir por la Calle Conde de Almodóvar con sus edificios de viviendas, tipo ecléctico, de la segunda mitad del siglo XIX. Llama la atención, se seguido, el dibujo de una casa ardiendo de una sociedad de seguros de 1844. Éste recorrido, que se puede repetir en diversos lugares de Valencia, muestra la confluencia de palacios, edificios de diversos usos y casas de pobre consideración, todos aninando en espacios concentrados. La PLAZA DE MANISES se abre ante el Viajero Maduro, y lo primero que llama la atención es, en la calle Serranos, la Torre de San Bartolomé, barroca y lo único que queda en pie de la iglesia del mismo nombre; enfrentadas nos encontramos con el PALACIO DE JAUDENES, cuyo aspecto actual es de los primeros años del siglo XX, pero que fue residencia del Bayle de Valencia, Diputación Provincial y Museo de Prehistoria; es un edificio de tres alturas con cinco huecos por piso y frontones, con guirnaldas y cabeza de mujer, sobre los balcones de la segunda planta que acentúan su importancia. Enfrente tenemos el PALACIO DE LA GENERALIDAD VALENCIANA o GOBIERNO REGIONAL, articulado en un cuerpo central, dos torreones a los lados y cuya entrada se sitúa en una de las torres, estando su origen en el derribo de diversas casas en el siglo XV, para sufrir posteriormente ampliaciones y cambios de fachadas hasta su presencia actual, que contiene elementos renacentistas, herrerianos y modernistas. El cuerpo principal muestra un semisótano, ventanas rectangulares sobre el mismo, con parteluces, y una serie de arcos de medio punto que dan sentido a su renacentismo, rematados por una enorme cornisa de vigas de madera. Los torreones presentan dos alturas más que el cuerpo central, culminados con balcón corrido en la cuarta planta y rematado por una balaustrada con pináculos y bolas.

   Siguiendo por la CALLE CABALLEROS podemos ver como el Palacio de la Generalidad termina en un jardín, que es el espacio que ocupó el antiguo ayuntamiento de la ciudad, y que da a la PLAZA DE LA VIRGEN, que es casi cuadrada y contiene, no centrada en el espacio total, la Fuente del Turia, de piedra y bronce, donde se fijan las ocho acequias principales del campo de la ciudad. Como el Viajero Maduro entra en dicha plaza por la Calle Caballeros, frontalmente ve la fachada de la BASÍLICA DE LA VIRGEN DE LOS DESAMPARADOS, de mediados del siglo XVII, y sobre la misma, lo primero que llama la atención es la cúpula no centrada en el edificio, lo que genera un malicioso pensamiento en el Viajero Maduro, pues siendo Valencia el centro de un reino, no sabe dónde está el centro de un edificio. La Fachada, de color salmón pintada, de unos 25 por 50 metros aproximadamente muestra dos grandes puertas grises y simétricas, sobre las cuales vemos un balcón sobre cada una con pilastras y columnas, así como frontones curvos partidos. Entre los balcones citados, que conforman el piso superior, aparece un tercer balcón, de modo que todo este largo de la fachada refiere el extenso de la cúpula, quedan algo menos de un tercio de la misma, y a la izquierda del Viajero Maduro, en la que se ubica oficinas, el Camarín y la Capilla de la Comunicación. Unas pilastras articulan todo el muro de fachada, recorriendo la totalidad de la altura del edificio y marcando las distintas partes de la misma. El Viajero Maduro accede por las puerta de la derecha, y ya en su interior observa la planta ovalada, con una puerta a los pies, llamada De Bronce y que mira a la Catedral, el altar mayor en la parte opuesta, presentando dos altares en los dos puntos más cercanos de la planta.  

     El interior del templo está lleno de gente, apenas cabe un alma más, el silencio es sepulcral, salvo el leve rugir de los pasos sobre el pavimento, la respiración contenida, se acelera inconscientemente; hay labios que se mueven, algunos silban aires imperceptibles, otros permanecen cerrados, y solo de vez en cuando una frase al oído manifiesta la existencia de una corta conversación. La devoción lo impregna todo, y aquí los valencianos piden amparo y solicitan auxilio, de forma que tiene El Viajero Maduro la sensación de estar profanando, con su ateísmo, el consuelo espiritual de los presentes, más una vez repuesto de tal encontronazo entre esencialista y existencialista, trata el Viajero Maduro de obviar a la clientela que se ofrece a la imagen de una mujer, ligeramente inclinada hacia adelante, ricamente vestida y joyada, una talla del siglo XV de gótico francés, y que fue, en origen, la protectora de disminuidos mentales y desamparados, es decir, locos, y hoy es la madre de los buenos valencianos, de modo que no quiere El Viajero Maduro, en este texto, discernir quiénes son buenos valencianos y quiénes lo son malos. El recinto interior es magnífico, y si es ovalado en su base, muestra sin embargo una cúpula semiesférica sobre tambor y pechinas que se apoyan en pilastras y columnas de mármol rojas y negras con fachada en blanco, con cuatro arcos de medio punto y cuatro puertas, sobre cuyo conjunto vemos una serie de balcones interiores. Toda la fábrica esta insertada de una infinidad de pinturas de diferentes autores que, sin duda, merecen una nueva visita y menos feligreses, que piensa El Viajero Maduro que si bien está en un centro de devoción mariana, debería de observarse un tiempo para que los creyentes eleven su plegarias, y un tiempo para que los ateos pudiésemos contemplar, a nuestro antojo, la belleza contenida en el templo.

    Así que dicho lo dicho, abandonamos el templo.

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