domingo, 28 de enero de 2018

04134-32.NOTAS PARA UN IMPOSIBLE MANIFIESTO ANARQUISTA: 08.Primera Pre-Era: Del Círculo al Quicio

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                                   Del fin de la Anarquía al Estado)




       Si el Portento es el espacio, hallamos en el tiempo la REVELACIÓN, por la cual la materia adopta estado. La Imagen Divina salta desde el Hombre, de su interior, como pensamiento inventado que es y modo de obrar del Hombre ante su yo mismo, desde el espacio y hacía el tiempo, donde adquiere la cualidad de hecho prodigioso, materializándose ante el Hombre, quién ya ha perdido la conciencia de que es él el prodigio, revelándose de tal modo como una entidad superior al Hombre. Es cuando el Tiempo brota como una necesidad propia de la evolución; el desarrollo no se concibe sin tiempo, pues se avanza, nunca  retrocede, por la Espiral hacía el infinito de su existencia. Y esto es necesariamente porque la detención del Tiempo significa inexorablemente su propia muerte en una Espiral que deja de transformarse en si misma y para si misma. El Hombre es capaz de contar y, por tanto, de configurar su Historia como el paradigma que principia el Principio, lo que le permite demostrar que hay un origen del Algo y de la Cosa, y que tal es la Imagen Divina.    
     
  El detonante es el ILUMINADO, aquel que divisa la presencia de la Imagen Divina, transformando lo común de su ser en lo extraordinario de su visión. Ciertamente el Iluminado es, ante todo, un Hombre, uno de los que tientan las paredes de la caverna, fluyendo como parte de la Sustancia de Hombres, carente de Pensamiento, sin la cualidad del Pensar. De improviso su incapacidad para Pensar y la Lobregura del Cado forjan la Luz, que es idea del inventar la Imagen Divina. Es aquí donde Portento y Revelación se manifiestan en un hombre, y es importante comprender que lo hacen en un solo y mismo hombre, aunque tal hombre se halle en compañía de otros, todos tentando las paredes de la caverna, todos con la misma exacta posibilidad de contemplar que allí mismo la idea de la Imagen Divina parece estar como ofreciéndose a manifestarse; sin embargo, solo uno de ellos, al que conocemos como Iluminado, es capaz de responder, haciéndolo con un exvoto, durante cuya ejecución habla la Imagen Divina, le confiere un mandato, un secreto, le señala un   destino, que obra desde sí mismo hacía los demás que, inevitablemente, continúan tentando las paredes, sometidos a la oscuridad del Cado y sin la capacidad del Pensar que aflora, digamos por inercia, del ya titulado Iluminado, quién queda investido de mando, siendo capaz de ejercer exigencia de obediencia sobre aquellos, que al punto, han de ser, simplemente, subordinados. Esta aptitud para hacerse obedecer o influir sobre otras personas, sin que medie una sensata explicación, es la característica del Iluminado.

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