jueves, 14 de febrero de 2013

01330-10.EL FIN DE LA HISTORIA: En el cinisterio y del deporte

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Cómodo ha detenido el transitar de su vida, sabe que el hombre que ha de continuar antes ha de pararse, pues son muchos los asuntos que le entretienen en la senda de la supervivencia. Se siente feliz; ha logrado alcanzar su objetivo, es el momento de exponer sus intenciones, deposita las flores, que son el recuerdo que al muerto le queda de la visita del vivo, abre la botella de vino, que es el recuerdo que al vivo le queda de la visita al muerto, a continuación enuncia estos versos....

                    Hoy es un día de muerte
                  clarea la vida su vitalidad,
                      hoy es un día de paz
               la victoriosa muerte yace si vida

.....que son el conocimiento que los hombres, como individuos antisociales que son, deben tener de acto tan trascendental. Le miran las mujeres que asean lápidas, le observan los  sepultureros, todo se recoge en silencio; bebe Cómodo el vino y brinda por los lejanos muertos, por aquellos que salieron a la calle, de sus casas, desde los principios de la noche de los tiempos, dejando su vida en un alarde de muertos, al objeto mudo de que otros vivos disfrutaran de sus esfuerzos, saluda Cómodo al esfuerzo del muerto desconocido, y dice:

- No fiaros del tiempo.

     Y envalentonado por una idea de eternidad se acerca y les dice:

- Sólo es apretar aquí...

     Y las mujeres que asean lápidas lo pasan a papel con tan solo apretar aquel botón de aquella cámara de fotos. Todo, aquí, ha terminado. Cómodo explicará, al paso de los tiempos, como fue aquella romería de don Pantaleón todo un éxito histórico. Y una trompeta alardea que es aquella la fiesta perfecta. A la puerta del camposanto un tranvía, que esta a la espera, lo acurruca en uno e sus bancos, y allí se adormece mientras contempla el pasar de las cosas por la ventanilla. Eterna melodía y recuerdos que hacen del niño un hombre. Había regresado a su casa en la Ancha del Molino

- ¿Vive usted aquí?
- Si
- ¿Cómo se llama?
- Cómodo...
- Veamos..., Cómodo, Cómodo, Có..., ¿Centón?.
- Sí
- Yo tengo un libro suyo. ¡El de los gatos!
- Eso es...
- ¿Cómo era?
- En una casa de planta baja y piso muchos gatos vivían. En la planta baja cientos, en el piso cuatro. Eran los cuatro gatos de siempre.
- Eso es. Se la sabe usted de memoria. Muy breve, ¿no le parece?
- Todo esfuerzo humano es en si mismo obsoleto.
- ¡Claro!. Son cuatrocientas monedas, y sino paga veinte de recargo. ¿Se ha enterado?
- Si
- Firme aquí. Las formas de realizar el ingreso, los plazos y los recursos que pueden interponerse figuran al dorso. Su novela muy corta, procure que sea mas larga, que largo fue el precio de su compra. 

     "Será perro" pensó Cómodo mientras miraba a aquel gordo mal acostumbrado al sanseacabó y punto; ¿puede el pensamiento reflejado en un papel venderse?. Babosa, gorda babosa.

     Dejó el catorce, su casa, de La Ancha del Molino, y de nuevo, contra todas sus voluntades, salió a emparentarse con el mundo de las calles y de los hombres, perdida la orientación de su vida, con los pies puntillas, rozando el bordillo de la acera, mirando al vació. Arreciaban los vientos del poniente, prometíase lluvias, lejos las odiadas Azores, hacía un infernal frío, un helor de diez grados capaz de acabar con el equilibrio ambiental de la ciudad. ¡Qué tiempos!. Junto a él se detuvo un Muy Viejo Hombre, prendido a un bastón. El otoño estaba al alba. Y dijo:

- Esto no parece Alicante
- No lo parece -dijo Cómodo-
- ¿No son vientos de aquí, verdad?
- No son vientos de aquí.
- Son vientos extranjeros.
- Del norte
- Malos vientos los vientos del norte.
- Malos.
- ¡Hay que odiar al norte!
- ¿Por qué? -preguntó Cómodo-
- Porque el odio propicia la esencia del amor, porque el norte existe, porque sus ideas son malditas en la naturaleza de las cosas.
- Esto dice El Viejo Loco... "debes callar Cómodo pues tus actitudes son las propias de un rencoroso, un fracaso eres, un perdedor es tu pensamiento. Guárdate de decirle a un Muy Viejo Hombre lo que él ya sabe, no seas el ignorante que entiende ser el primero en descubrir el mundo. El sol hace tiempo fue inventado; salió y se puso ayer, salió y se puso hoy, y está previsto, al decir de la evidencia, que repita su presencia y su ausencia mañana mismo. ¿Qué esperas descubrir sobre la esencia del sol que el Muy Viejo Hombre no conozca?. ¡No insultes con tu presencia!"

     Caminaban uno junto al otro, que era deleitoso en Cómodo marchar junto a hombres de mayores años, por los muchos sentimientos que de ellos se llenaba, viendo ambos, en aquel recorrer al paso natural del tiempo, como un joven vigoroso, de anchas espaldas, ejercitábase en las mas variadas ejecuciones gimnásticas, tratando a su cuerpo de modo no natural. Y al verlo dijo Cómodo:

- Hacer deporte es antinatural; ¿Quién entre vosotros vio a hormiga alguna hacer deporte?, ¿quién a un león ejercitarse en las artes deportivas?, ¿donde está escrito que Dios hiciera deporte?, ¿Y aún que lo haga en esta época de eterno descanso del que disfruta?. Hacer deporte es antinatural.
- Caminar mas deprisa que el tiempo es antiético, dijo el Viejo Loco en su libro sobre los cuatro gatos -y desvaneciéndose en el suelo el Muy Viejo Hombre desapareció. Su marco de actuación serán las grandes manifestaciones, los grandes mítines, los desfiles, las reuniones entre los delegados que propondrán su solución a la sociedad bien con carácter científico, bien con carácter irracional, según quién se reúna y quién juzgue. En ellos se cantara, se aplaudirá, se darán vivas y mueras, se beberá, se guarda un minuto de silencio. Poco a poco la gran base delegará en representantes y así hasta que alguien ocupe la lejana presidencia..., y al volverse Cómodo, el Muy Viejo Hombre mirábalo con ese aire que guarda en si mirada quién sabe que también cambiará.
- ¡Procure mirar por donde va!
- ¡Perdón!
- ¡Y encima hablando solo, pero hombre...!
- No miraba....
- ¡Ya, ya le he oído..., un manicomio en cada esquina...
- ¿Peleándote con la gente?
- Decía que yo hablaba solo, y era él quien se iba diciendo no se que cosa sobre el manicomio.
- Adiós...

     Respirar, le costaba respirar. Azorado.

     Siempre con Luis le paso lo mismo; aparecía y desaparecía..., ignorando que él, Cómodo, era dios. En esto radicaba el que Cómodo odiase a Luis y no fiase en él el más mínimo pensamiento. Suspiró..., ¡qué pronto envejece el hombre!
     Caja metálica de sueños.
     Viandante atormentado, de celos.
     Chasqueo de dedos...
     Siempre viento de sueños.
     Cálido roce, proverbio
     Y Alicante, la bella sin belleza, mi rostro eterno.

     Y el presidente ordenará a sus colaboradores, y éstos iniciaran sus trabajos en secreto, sin contacto con la gran masa. Esto hará posible invertir la situación, que terminará con la elección, por parte de la cúpula, de los representantes de la gran base, quien entonces ya será conocida como la masa. Desde este momento la labor del llamado revolucionario será interpretar los deseos de la masa. No importa que tales deseos sean irracionales si coinciden con la buena marcha de la interpretación exigida por la cúpula. En caso de que masa y cúpula no coincidan, la segunda se ocupara de corregir, como ineludible deber revolucionario, la desviación revolucionaria de la masa. Como viento que flojea, en sus pensamientos como viento que flojea. Así Cómodo caminaba por la Igualdad hacia el Foso. Su pensamiento evadido decíale que cuando vague tu mente enferma por los pasillos de tu casa y no sepas donde dejarla dormir, acompáñala, que vague tu cuerpo. Cruzando el Foso hacía Teatinos su pensamiento evadido decíale como hay gente que trabaja por la paz, ¡qué necios!, sí la paz existiera ya habría llegado. Por Teatinos hacia Escapularios su pensamiento evadido decíale que finalmente se termina trabajando por uno mismo. Bajando los anchos escalones de la escalinata de Escapularios, a la altura del horno número cuarenta y cuatro su pensamiento evadido decíale como la interpretación es la necedad de los incapaces de reflexión. Y de La Pelota a Cordeleros, donde reunido el Cid con sus seis mil ocupaban el tiempo en juegos prohibidos muy propios de aquellas calles de mujeres de esquinas mientras esperan su ración de mejillones de la calle La Larga, donde se cruzó con aquellos que iban y venían de la imagen del número veinte, que iban y venían del trabajo de chocolates y pastas movidas al vapor, pretendiendo los unos y los otros su ración de mejillones de la calle La larga 

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