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DOCUMENTO POSTERIOR: 01523
Cómodo ha detenido el transitar de su vida, sabe que
el hombre que ha de continuar antes ha de pararse, pues son muchos los asuntos
que le entretienen en la senda de la supervivencia. Se siente feliz; ha logrado
alcanzar su objetivo, es el momento de exponer sus intenciones, deposita las
flores, que son el recuerdo que al muerto le queda de la visita del vivo, abre
la botella de vino, que es el recuerdo que al vivo le queda de la visita al
muerto, a continuación enuncia estos versos....
Hoy
es un día de muerte
clarea
la vida su vitalidad,
hoy
es un día de paz
la
victoriosa muerte yace si vida
.....que son el conocimiento que los hombres, como
individuos antisociales que son, deben tener de acto tan trascendental. Le
miran las mujeres que asean lápidas, le observan los sepultureros, todo se recoge en silencio; bebe
Cómodo el vino y brinda por los lejanos muertos, por aquellos que salieron a la
calle, de sus casas, desde los principios de la noche de los tiempos, dejando
su vida en un alarde de muertos, al objeto mudo de que otros vivos disfrutaran
de sus esfuerzos, saluda Cómodo al esfuerzo del muerto desconocido, y dice:
- No fiaros del tiempo.
Y
envalentonado por una idea de eternidad se acerca y les dice:
- Sólo es apretar aquí...
Y las
mujeres que asean lápidas lo pasan a papel con tan solo apretar aquel botón de
aquella cámara de fotos. Todo, aquí, ha terminado. Cómodo explicará, al paso de
los tiempos, como fue aquella romería de don Pantaleón todo un éxito histórico.
Y una trompeta alardea que es aquella la fiesta perfecta. A la puerta del
camposanto un tranvía, que esta a la espera, lo acurruca en uno e sus bancos, y
allí se adormece mientras contempla el pasar de las cosas por la ventanilla.
Eterna melodía y recuerdos que hacen del niño un hombre. Había regresado a su
casa en la Ancha
del Molino
- ¿Vive usted aquí?
- Si
- ¿Cómo se llama?
- Cómodo...
- Veamos..., Cómodo, Cómodo, Có..., ¿Centón?.
- Sí
- Yo tengo un libro suyo. ¡El de los gatos!
- Eso es...
- ¿Cómo era?
- En una casa de planta baja y piso muchos gatos
vivían. En la planta baja cientos, en el piso cuatro. Eran los cuatro gatos de
siempre.
- Eso es. Se la sabe usted de memoria. Muy breve,
¿no le parece?
- Todo esfuerzo humano es en si mismo obsoleto.
- ¡Claro!. Son cuatrocientas monedas, y sino paga
veinte de recargo. ¿Se ha enterado?
- Si
- Firme aquí. Las formas de realizar el ingreso, los
plazos y los recursos que pueden interponerse figuran al dorso. Su novela muy
corta, procure que sea mas larga, que largo fue el precio de su compra.
"Será
perro" pensó Cómodo mientras miraba a aquel gordo mal acostumbrado al sanseacabó
y punto; ¿puede el pensamiento reflejado en un papel venderse?. Babosa, gorda
babosa.
Dejó el
catorce, su casa, de La Ancha
del Molino, y de nuevo, contra todas sus voluntades, salió a emparentarse con
el mundo de las calles y de los hombres, perdida la orientación de su vida, con
los pies puntillas, rozando el bordillo de la acera, mirando al vació.
Arreciaban los vientos del poniente, prometíase lluvias, lejos las odiadas
Azores, hacía un infernal frío, un helor de diez grados capaz de acabar con el
equilibrio ambiental de la ciudad. ¡Qué tiempos!. Junto a él se detuvo un Muy
Viejo Hombre, prendido a un bastón. El otoño estaba al alba. Y dijo:
- Esto no parece Alicante
- No lo parece -dijo Cómodo-
- ¿No son vientos de aquí, verdad?
- No son vientos de aquí.
- Son vientos extranjeros.
- Del norte
- Malos vientos los vientos del norte.
- Malos.
- ¡Hay que odiar al norte!
- ¿Por qué? -preguntó Cómodo-
- Porque el odio propicia la esencia del amor,
porque el norte existe, porque sus ideas son malditas en la naturaleza de las
cosas.
- Esto dice El Viejo Loco... "debes callar
Cómodo pues tus actitudes son las propias de un rencoroso, un fracaso eres, un
perdedor es tu pensamiento. Guárdate de decirle a un Muy Viejo Hombre lo que él
ya sabe, no seas el ignorante que entiende ser el primero en descubrir el
mundo. El sol hace tiempo fue inventado; salió y se puso ayer, salió y se puso
hoy, y está previsto, al decir de la evidencia, que repita su presencia y su
ausencia mañana mismo. ¿Qué esperas descubrir sobre la esencia del sol que el
Muy Viejo Hombre no conozca?. ¡No insultes con tu presencia!"
Caminaban
uno junto al otro, que era deleitoso en Cómodo marchar junto a hombres de
mayores años, por los muchos sentimientos que de ellos se llenaba, viendo
ambos, en aquel recorrer al paso natural del tiempo, como un joven vigoroso, de
anchas espaldas, ejercitábase en las mas variadas ejecuciones gimnásticas,
tratando a su cuerpo de modo no natural. Y al verlo dijo Cómodo:
- Hacer deporte es antinatural; ¿Quién entre
vosotros vio a hormiga alguna hacer deporte?, ¿quién a un león ejercitarse en
las artes deportivas?, ¿donde está escrito que Dios hiciera deporte?, ¿Y aún
que lo haga en esta época de eterno descanso del que disfruta?. Hacer deporte
es antinatural.
- Caminar mas deprisa que el tiempo es antiético,
dijo el Viejo Loco en su libro sobre los cuatro gatos -y desvaneciéndose en el
suelo el Muy Viejo Hombre desapareció. Su marco de actuación serán las grandes
manifestaciones, los grandes mítines, los desfiles, las reuniones entre los
delegados que propondrán su solución a la sociedad bien con carácter
científico, bien con carácter irracional, según quién se reúna y quién juzgue.
En ellos se cantara, se aplaudirá, se darán vivas y mueras, se beberá, se
guarda un minuto de silencio. Poco a poco la gran base delegará en
representantes y así hasta que alguien ocupe la lejana presidencia..., y al
volverse Cómodo, el Muy Viejo Hombre mirábalo con ese aire que guarda en si
mirada quién sabe que también cambiará.
- ¡Procure mirar por donde va!
- ¡Perdón!
- ¡Y encima hablando solo, pero hombre...!
- No miraba....
- ¡Ya, ya le he oído..., un manicomio en cada
esquina...
- ¿Peleándote con la gente?
- Decía que yo hablaba solo, y era él quien se iba
diciendo no se que cosa sobre el manicomio.
- Adiós...
Respirar,
le costaba respirar. Azorado.
Siempre
con Luis le paso lo mismo; aparecía y desaparecía..., ignorando que él, Cómodo,
era dios. En esto radicaba el que Cómodo odiase a Luis y no fiase en él el más mínimo
pensamiento. Suspiró..., ¡qué pronto envejece el hombre!
Caja metálica
de sueños.
Viandante
atormentado, de celos.
Chasqueo
de dedos...
Siempre
viento de sueños.
Cálido
roce, proverbio
Y
Alicante, la bella sin belleza, mi rostro eterno.
Y el
presidente ordenará a sus colaboradores, y éstos iniciaran sus trabajos en
secreto, sin contacto con la gran masa. Esto hará posible invertir la
situación, que terminará con la elección, por parte de la cúpula, de los
representantes de la gran base, quien entonces ya será conocida como la masa.
Desde este momento la labor del llamado revolucionario será interpretar los
deseos de la masa. No importa que tales deseos sean irracionales si coinciden
con la buena marcha de la interpretación exigida por la cúpula. En caso de que
masa y cúpula no coincidan, la segunda se ocupara de corregir, como ineludible
deber revolucionario, la desviación revolucionaria de la masa. Como viento que
flojea, en sus pensamientos como viento que flojea. Así Cómodo caminaba por la Igualdad hacia el Foso.
Su pensamiento evadido decíale que cuando vague tu mente enferma por los
pasillos de tu casa y no sepas donde dejarla dormir, acompáñala, que vague tu
cuerpo. Cruzando el Foso hacía Teatinos su pensamiento evadido decíale como hay
gente que trabaja por la paz, ¡qué necios!, sí la paz existiera ya habría
llegado. Por Teatinos hacia Escapularios su pensamiento evadido decíale que
finalmente se termina trabajando por uno mismo. Bajando los anchos escalones de
la escalinata de Escapularios, a la altura del horno número cuarenta y cuatro
su pensamiento evadido decíale como la interpretación es la necedad de los
incapaces de reflexión. Y de La
Pelota a Cordeleros, donde reunido el Cid con sus seis mil
ocupaban el tiempo en juegos prohibidos muy propios de aquellas calles de
mujeres de esquinas mientras esperan su ración de mejillones de la calle La Larga , donde se cruzó con
aquellos que iban y venían de la imagen del número veinte, que iban y venían
del trabajo de chocolates y pastas movidas al vapor, pretendiendo los unos y
los otros su ración de mejillones de la calle La larga
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