sábado, 9 de febrero de 2013

O1326-54.ALICANTE: 04.Año 1844: 04.Los mártires de la libertad

DOCUMENTO ANTERIOR: 01287 - 00786

DOCUMENTO POSTERIOR:  01351



        Volvamos, sin embargo, a la ciudad de Alicante. El día treinta y uno la Junta rebelde publicó una nueva alocución, encaminada a mantener y levantar aún más el fervor del pueblo alicantino, “y este clamor lanzado a través del mar pasiones lúgubremente explotado, llevaba por doquier, cual corriente eléctrica que invade el espacio, un mundo de encontrados efectos". A dicha alocución se añadía el ir y venir de hombres armados que patrullaban las calles y que producía en los vecinos la consiguiente agitación y desconfianza. Para reparar posibles males en este sentido, es por lo que la Junta se dirigía a los alicantinos en estos términos “Libres Provinciales, valientes de Saboya, bravos Carabineros, Alicantinos todos: la Junta olvidaría el primero de sus deberes sino manifestara su gratitud por el día de gloria que habéis dado a la patria. Los tiranos temblaran al saber que la libertad y la Reina cuentan todavía con tan firmes defensores. La patria os bendecirá al contemplarse libre por vosotros de las cadenas que se le preparan, os bendecirá también la Reina cuando rodeada de dignos ministros, conozca el abismo en que los malos españoles iban a precipitar su trono. ¡Héroes del Progreso!. Bien pronto vuestros hermanos de otras provincias imitarán vuestro noble ejemplo. Los pueblos más importantes, de que hasta ahora tiene noticia la Junta, se apresuraran a secundar los esfuerzos de la capital. Los virtuosos Nacionales abandonan sus talleres y vienen llenos de patriotismo a prestar el sagrado juramento de morir por la libertad. La confianza, el valor y el entusiasmo se distinguen por entre esas nubes de bayonetas que asegurarán ya el triunfo de nuestra noble causa. ¡Y vengan batallones enemigos, si es que los encuentra el gobierno de Madrid!, a nosotros nada nos importa, defendidos por Santa Bárbara. Así facilitaremos los impulsos de otras provincias. Liberales, nuestro triunfo en seguro. La Junta os lo promete. ¡Viva la libertad, viva la constitución, viva la Reina!.

     Este nuevo grito, apasionado y emotivo en esta ocasión, de la Junta, justo al día siguiente del pronunciamiento, no justificativo de la postura adoptada pero si destinada a los propios habitantes de la ciudad, nos presenta un primer sentimiento de que no toda la ciudad está inmersa de modo convincente en el levantamiento. El discurso, en esta ocasión, se dirige a los adeptos al pronunciamiento. Les llama libres, valientes, bravos, y gloriosos. Frente a ellos está el enemigo, los tiranos, no uno, los tiranos, muchos. Y las cadenas de siglos de opresión se han roto y han liberado incluso a aquellos que, por ignorancia, no desean ser liberados. Son, pues, grandes los héroes del progreso. Se les anima con la progresiva incorporación de nuevos hombres que abandonan sus trabajos y con el ejemplo que dan a las provincias que han de levantarse. Y se proclama a la muerte por testigo de su fervor.

     Son estas muestras entremezcladas y confusas de una acción cuyos principios brillantes se presentan solitarios.

     La proclama anterior, y segunda de la Junta, viene firmada por todos los miembros de la Junta y por los dos nuevos miembros en calidad de vocales, que son don Antonio Verdú y don Teodoro Alenda.

     Parejo al buen acontecer de los sucesos, se dio orden por la Junta se permitiese la entrada y salida de la ciudad por las puertas de costumbre, lo que fue aprovechado por gentes contrarias a las ideas levantadas para escapar de la ciudad en compañía de sus familias con pretextos que en ningún caso trató de comprobar la Junta, más empeñada, en aquellos momentos, en fraguar, en forma y contenido, la victoria. Una medida encaminada sobre esta vía fue la excarcelación del alcalde don Miguel Pascual de Bonanza y de su hermano don Juan, quienes, como se recordará, fueron detenidos en la Posada de la Higuera y puestos bajo custodia en prisión, permaneciendo el resto de los presos en sus respectivas prisiones. Otros, no obstante, y a pesar de saber o tal vez por temor a saberlo, prefirieron refugiarse en sus casas y permanecer a la espera de la decisión final de la Historia.

     Al tiempo que la proclama anterior se distribuía en Alicante, al amanecer del día treinta y uno los fuertes de la “plaza dispararon salvas de artillería, y por la tarde formaron en parada de honor los soldados del Provincial de Valencia que se habían sublevado, haciéndose estas demostraciones en homenaje de respeto al cumpleaños de S.A.R. doña María Luisa Fernanda, hermana de S.M. la Reina”.

     No obstante la demostración de fervor patriótico y amor a la Reina que con la parada se pretendía dar por parte de los sublevados, no impidió ni retrasó los trabajos de la Junta, que en opinión de muchos, significarían disposiciones de carácter precipitado y no acorde con los acontecimientos, y por tanto arbitrarias.

     El día treinta de enero mandó la Junta de Gobierno se admitiese en la plaza a libre tráfico, todos los algodones que se importasen del extranjero, pagando un veinticinco por ciento de derechos. Tal medida fue publicada el día treinta y uno en el Boletín de la Provincia con el número 1.026, y se justificaba de manera poco convincente a la vista del texto introductorio del decreto, que decía “deseando esta Junta aumentar los recursos necesarios al armamento de las fuerzas que son indispensables para operar dentro y fuera de la provincia, hasta asegurar el triunfo de la causa santa que ha proclamado, y considerando que las fuerzas destinadas a perseguir el fraude se encuentran y continuarán a su disposición para los servicios del momento, con el fin de extinguir en lo posible la introducción clandestina que por efecto de las circunstancias puedan hacerse”. Efectivamente, recordará el lector de cómo uno de los motivos aducidos para la llegada de la tropa al mando del coronel Boné a Alicante había sido el preocupante aumento de las actividades contrabandistas en esta costa de la geografía de España, y de que este era el fin que se perseguía por dichas unidades. Naturalmente dichas fuerzas se trasladaban a Alicante para ejecutar el levantamiento, y son hombres debidamente elegidos en Valencia, ya que ninguno de ellos da muestras de oposición al pronunciamiento. Esta modificación  del fin inicialmente justificado, se mantiene por la Junta al hacer ver en la disposición de que dichas fuerzas destinadas contra el fraude y ahora distraídas en el pronunciamiento, en breve volverán a su cometido especifico, cuando las circunstancias lo permitan, más entretanto y como consecuencia de un empleo más contundente de dichas fuerzas dentro de la ciudad de Alicante, el aumento de las actividades ilegales del contrabando se prevé aumenten y escapen aún más, si cabe, al control de la autoridad, por lo que conviene por la Junta la legalización, bien entendida y de forma provisional, es decir, hacer la vista gorda, de dichas actividades ilegales, lo que se justifica en base a la necesidad que tiene la libertad de dinero para triunfar, es decir, el aumentar los recursos que precisa la Junta, y ante la idea de no poder cazar a los criminales se les permite vivir siempre que coticen por la Junta a la Aduana, y se hace del encargo de su cumplimiento al señor Intendente de Rentas de la Provincia.

     Naturalmente el inserto de estos primeros decretos si bien en unos, como se dijo, procuró sosiego y tranquilidad, en otros fue alarma y confusión.

1 comentario:

  1. Muy recomendable el libro con el mismo título que el autor escribió hace años.

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