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DOCUMENTO POSTERIOR: 01351
Volvamos,
sin embargo, a la ciudad de Alicante. El día treinta y uno la Junta rebelde publicó una
nueva alocución, encaminada a mantener y levantar aún más el fervor del pueblo
alicantino, “y este clamor lanzado a través del mar pasiones lúgubremente
explotado, llevaba por doquier, cual corriente eléctrica que invade el espacio,
un mundo de encontrados efectos". A dicha alocución se añadía el ir y
venir de hombres armados que patrullaban las calles y que producía en los
vecinos la consiguiente agitación y desconfianza. Para reparar posibles males
en este sentido, es por lo que la
Junta se dirigía a los alicantinos en estos términos “Libres
Provinciales, valientes de Saboya, bravos Carabineros, Alicantinos todos: la Junta olvidaría el primero
de sus deberes sino manifestara su gratitud por el día de gloria que habéis
dado a la patria. Los tiranos temblaran al saber que la libertad y la Reina cuentan todavía con
tan firmes defensores. La patria os bendecirá al contemplarse libre por
vosotros de las cadenas que se le preparan, os bendecirá también la Reina cuando rodeada de
dignos ministros, conozca el abismo en que los malos españoles iban a
precipitar su trono. ¡Héroes del Progreso!. Bien pronto vuestros hermanos de
otras provincias imitarán vuestro noble ejemplo. Los pueblos más importantes,
de que hasta ahora tiene noticia la
Junta , se apresuraran a secundar los esfuerzos de la capital.
Los virtuosos Nacionales abandonan sus talleres y vienen llenos de patriotismo
a prestar el sagrado juramento de morir por la libertad. La confianza, el valor
y el entusiasmo se distinguen por entre esas nubes de bayonetas que asegurarán
ya el triunfo de nuestra noble causa. ¡Y vengan batallones enemigos, si es que
los encuentra el gobierno de Madrid!, a nosotros nada nos importa, defendidos
por Santa Bárbara. Así facilitaremos los impulsos de otras provincias.
Liberales, nuestro triunfo en seguro. La Junta os lo promete. ¡Viva la libertad, viva la
constitución, viva la Reina !.
Este nuevo grito, apasionado y emotivo en
esta ocasión, de la Junta ,
justo al día siguiente del pronunciamiento, no justificativo de la postura
adoptada pero si destinada a los propios habitantes de la ciudad, nos presenta
un primer sentimiento de que no toda la ciudad está inmersa de modo convincente
en el levantamiento. El discurso, en esta ocasión, se dirige a los adeptos al
pronunciamiento. Les llama libres, valientes, bravos, y gloriosos. Frente a
ellos está el enemigo, los tiranos, no uno, los tiranos, muchos. Y las cadenas
de siglos de opresión se han roto y han liberado incluso a aquellos que, por
ignorancia, no desean ser liberados. Son, pues, grandes los héroes del
progreso. Se les anima con la progresiva incorporación de nuevos hombres que
abandonan sus trabajos y con el ejemplo que dan a las provincias que han de
levantarse. Y se proclama a la muerte por testigo de su fervor.
Son estas muestras entremezcladas y
confusas de una acción cuyos principios brillantes se presentan solitarios.
La proclama anterior, y segunda de la Junta , viene firmada por
todos los miembros de la Junta
y por los dos nuevos miembros en calidad de vocales, que son don Antonio Verdú
y don Teodoro Alenda.
Parejo al buen acontecer de los sucesos, se
dio orden por la Junta
se permitiese la entrada y salida de la ciudad por las puertas de costumbre, lo
que fue aprovechado por gentes contrarias a las ideas levantadas para escapar
de la ciudad en compañía de sus familias con pretextos que en ningún caso trató
de comprobar la Junta ,
más empeñada, en aquellos momentos, en fraguar, en forma y contenido, la
victoria. Una medida encaminada sobre esta vía fue la excarcelación del alcalde
don Miguel Pascual de Bonanza y de su hermano don Juan, quienes, como se
recordará, fueron detenidos en la
Posada de la
Higuera y puestos bajo custodia en prisión, permaneciendo el
resto de los presos en sus respectivas prisiones. Otros, no obstante, y a pesar
de saber o tal vez por temor a saberlo, prefirieron refugiarse en sus casas y
permanecer a la espera de la decisión final de la Historia.
Al tiempo que la proclama anterior se
distribuía en Alicante, al amanecer del día treinta y uno los fuertes de la
“plaza dispararon salvas de artillería, y por la tarde formaron en parada de
honor los soldados del Provincial de Valencia que se habían sublevado,
haciéndose estas demostraciones en homenaje de respeto al cumpleaños de S.A.R.
doña María Luisa Fernanda, hermana de S.M. la Reina ”.
No obstante la demostración de fervor
patriótico y amor a la Reina
que con la parada se pretendía dar por parte de los sublevados, no impidió ni
retrasó los trabajos de la Junta ,
que en opinión de muchos, significarían disposiciones de carácter precipitado y
no acorde con los acontecimientos, y por tanto arbitrarias.
El día treinta de enero mandó la Junta de Gobierno se
admitiese en la plaza a libre tráfico, todos los algodones que se importasen
del extranjero, pagando un veinticinco por ciento de derechos. Tal medida fue
publicada el día treinta y uno en el Boletín de la Provincia con el número
1.026, y se justificaba de manera poco convincente a la vista del texto
introductorio del decreto, que decía “deseando esta Junta aumentar los recursos
necesarios al armamento de las fuerzas que son indispensables para operar
dentro y fuera de la provincia, hasta asegurar el triunfo de la causa santa que
ha proclamado, y considerando que las fuerzas destinadas a perseguir el fraude
se encuentran y continuarán a su disposición para los servicios del momento,
con el fin de extinguir en lo posible la introducción clandestina que por
efecto de las circunstancias puedan hacerse”. Efectivamente, recordará el
lector de cómo uno de los motivos aducidos para la llegada de la tropa al mando
del coronel Boné a Alicante había sido el preocupante aumento de las
actividades contrabandistas en esta costa de la geografía de España, y de que
este era el fin que se perseguía por dichas unidades. Naturalmente dichas
fuerzas se trasladaban a Alicante para ejecutar el levantamiento, y son hombres
debidamente elegidos en Valencia, ya que ninguno de ellos da muestras de
oposición al pronunciamiento. Esta modificación
del fin inicialmente justificado, se mantiene por la Junta al hacer ver en la
disposición de que dichas fuerzas destinadas contra el fraude y ahora
distraídas en el pronunciamiento, en breve volverán a su cometido especifico,
cuando las circunstancias lo permitan, más entretanto y como consecuencia de un
empleo más contundente de dichas fuerzas dentro de la ciudad de Alicante, el
aumento de las actividades ilegales del contrabando se prevé aumenten y escapen
aún más, si cabe, al control de la autoridad, por lo que conviene por la Junta la legalización, bien
entendida y de forma provisional, es decir, hacer la vista gorda, de dichas
actividades ilegales, lo que se justifica en base a la necesidad que tiene la
libertad de dinero para triunfar, es decir, el aumentar los recursos que
precisa la Junta ,
y ante la idea de no poder cazar a los criminales se les permite vivir siempre
que coticen por la Junta
a la Aduana , y
se hace del encargo de su cumplimiento al señor Intendente de Rentas de la Provincia.
Naturalmente el inserto de estos primeros
decretos si bien en unos, como se dijo, procuró sosiego y tranquilidad, en
otros fue alarma y confusión.
Muy recomendable el libro con el mismo título que el autor escribió hace años.
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