lunes, 14 de septiembre de 2015

02487-43.EL VIAJERO MADURO: 01.Jijona: El Salt (Alicante)

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02424 (04.08.2015 - 01.Aguas: Camino del Observatorio)

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02508 (27.09.2015 - 03.Alcoy: Cruz y Ermita de San Cristóbal (Alicante)
03391 (28.01.2017 - 02.Jijona (Alicante): 02.Salt de Xixona)


     JIJONA (Alicante) es la ciudad del turrón y de los helados, un pequeño núcleo de apenas algo más de 6.000 pobladores que tiene su origen cierto en un castillo moro, que fue tomada por Jaime I de Aragón, y que alarga su origen a tiempos más remotos, habiendo sido una de las capitales del antiguo Reino de Valencia y frontera entre los reinos de Castilla y Aragón. 

    En su término municipal se encuentra EL SALT o un salto de agua que la corriente del río de La Torre, en realidad "rambla" efectuada en su derrota; digamos que un río es una corriente continua de agua, mientras que una rambla son fondos de evacuación de agua procedentes del escurrimiento de los montes en momentos determinados de intensos lluvias. El PAISAJE es semiárido, sujeto a insolaciones que marcan perfectamente diferencias claras entre solanas y umbrías. En la zona del Salt que vamos a recorrer la vegetación se presenta degradada, con pequeñas agrupaciones de pinos en las umbrías que ocupan el espacio entre las cimas de los montes y los lechos de las ramblas, mientras que en las solanas se asienta el esparto, el tomillo y espinos que precisan de pocas cantidades de agua, resultando la color de la tierra entre blanca y parda según las aportaciones de agua a los extendidos matorrales. Durante el recorrido podremos ver algunos espacios, pequeños bancales, donde algún que otro jijonenco persiste en cuidar almendros, siendo en tales lugares donde se aprecia especialmente el carácter calcáreo de la tierra. 

    La EXCURSIÓN responde a varios modos de ejecución. Se puede hacer por entero en bicicleta o en coche a motor, así como a pié. Puede extenderse desde el pueblo de Jijona y ser terminada en el Polígono del Espartal o viceversa, realizarse a pié desde la Biblioteca de Fernando Galiana, siguiendo desde aquí por la calle de Onil al camino de la Peña al Cementerio hasta alcanzar la autovía, dejando a la izquierda La Casa de La Senieta, siguiendo por  debajo y en paralelo de la misma hasta el cauce del río Coscó, que siempre hemos tenido a nuestra izquierda, con un total de unos 700 metros hasta situarnos bajo el Puente de la Autovía.

    El Viajero Maduro ha decidido realizar el que sería el camino habitual, de ahí que entrando a la población por la carretera de Alicante, haya recorrido el interior urbano por la calle del Vall y calle de Alcoy, pasando el puente sobre el río Coscó y llegando al Pozo Silim en el Almarx del Colomer, barrio donde El Viajero Maduro deja el coche. Hay que situarse en una especie de plaza-cruce y mirando al norte vemos como la carretera sigue hacia a Alcoy, y a la derecha el Camino del Cementerio (no confundir con el Camino de la Peña al Cementerio antes mencionado); aquí se inicia la excursión. 

   El camino, que es carretero y de firme ligero, baja y recorre unos 200 metros hasta girar noventa grados al este, encarando al Cementerio, andaremos otros 200 metros y llegaremos a un cruce a la derecha donde se lee "Camino del Salt", que tomamos. A partir de aquí el camino se vuelve carretero, sube, otros 200 metros, entre pinos que proporcionan una agradable sombra y alcanza unas casas, situándose en paralelo a la Autovía y en dirección sur, desde donde recorreremos unos 1.000 metros hasta situarnos bajo el Puente de la Autovía, lugar donde nos encontraríamos si hubiésemos iniciado el camino en la Biblioteca de Fernando Galiana, ya descrito en un párrafo anterior.

    Este tramo de 1.000 metros nos enfrenta a la vista la mejor panorámica de la ciudad de Jijona. En lo alto el Castillo, a la derecha la Torre Blai, en escalera sobre la pendiente del monte el núcleo urbano descendiendo hasta el río Coscó. Y justo debajo una pequeña agrupación boscosa. Vale la pena detenerse; el Viajero Maduro lo hace, y contempla envuelto en un silencio solo roto por el rotar de los motores de la autovía. Arriba el sol, ¡que sol!, y pregunta El Viajero Maduro... ¿quién te habrá puesto ahí?

   Llegamos, pues, al punto donde cruzamos la autovía por debajo, asciende unos 100 metros el camino, que ahora es algo más blanco y polvoriento, y llegamos a un cruce; el de la izquierda es un camino que termina en el Cementerio, enfrente está el camino que nos conduciría al Almarx. Tomamos a la derecha, hacia el sur, a nuestra derecha baja el monte mientras que a nuestra izquierda podemos ver diversos bancales, dejamos un camino que sala a la izquierda y otro que lo hace hacia la derecha, recorremos unos 400 metros mientras vuelve a subir ligeramente el camino que hace un ángulo; desde aquí, si nos salimos apenas nada del camino podremos contemplar el Barranco del Río Coscó que larga unos cien metros y presenta una hendidura de unos 60 metros. En el fondo abundan las piedras revueltas entre ellas, se muestra agreste, sinuoso y harto complicado de recorrer; los pinos crecen en el mismo cauce y sumen montaña arriba hasta la Ermita de Santa Bárbara a 80 metros por encima de donde estamos. Al fondo vemos unas casas situadas en el ángulo abierto del río, lo que nos recuerda a una especie de meandro. El paraje es magnífico, pequeño y recogido sobre sí mismo, y da al Viajero Maduro la impresión de estar contemplando cómo un micromundo ajeno al resto de la tierra, e imagina el Viajero Maduro como será la torrentera de aquel espacio del Coscó en un día de gota fría, pues aún siendo no muy pronunciado el desnivel, la estrechez y el matorral abundante de su lecho, deben de contribuir a que el agua se muestre bravía y veloz a un tiempo. 

   Seguimos durante otros 100 metros mientras el camino va girando hacia el este. Nuevo punto de parada. Ante nosotros y a unos setenta metros más abajo ve el Viajero Maduro como el río Coscó intercepta al río de La Torre y se incorpora a su andadura, dando lugar a un valle de unos 800 metros de largo que progresivamente se va abriendo hasta el lugar que llaman de La Paella, donde gira a la derecha el río de La Torre. La panorámica merece su contemplación; vemos bancales y algunas casas, varias balsas y una pequeña masa forestal en el cauce derecho del río, así como un camino que recorre todo el valle en la margen izquierda del río. 

    El Viajero Maduro sigue su andadura hacia el este, en paralelo al Río de la Torre, cuyo lecho se sitúa entre 40 y 50 metros al fondo. A unos 160 metros vemos, a la derecha, lo que queda de la Casa de Los Morant, un pequeño inmueble de planta baja y un primer piso que dispone de una conejera aneja, que tuvo horno y cuya actividad principal debió de ser el ganado, ya que la tierra se muestra hostil y el acceso al agua se encuentra demasiados metros abajo. 

     Recorremos entre el monte de Almarx, cuya cima está 70 metros más arriba, a la izquierda y el río a la derecha, a cuarenta metros de profundidad, una tierra más blanca que parda, reseca, que desciende suavemente, otros 230 metros y aunque no vemos el cauce del río, sabemos que está por la pendiente montañosa que tenemos enfrente. Busca el Viajero Maduro el salto de agua, hemos recorrido casi 3.000 metros... y nada. ¿O estamos en el mal camino o no hay salto de agua?

    El camino se curva, dirección norte, durante unos 70 metros de largo. Estamos en el lecho del río de La Torre; ¡es un imposible!, y vemos en paralelo al cauce un camino, perdiéndose ambos por nuestra izquierda. En realidad el camino cruza el lecho, pero de momento no lo sabemos. Nuestro camino hace, a semejanza de un río, un meandro, virando al sur mientras asciende, y en ese ascender, a la derecha, encontramos un letrero, un mapa, y diversas indicaciones de flora. Estamos en EL SALT.

    Ciertamente, desde esa plataforma, vemos como baja un camino, de escalones y rampas formado, con una barandilla de madera a la derecha; lo seguimos, y ante nuestra ajena admiración descubrimos una cola de agua de unos 20 metros de altura que se deposita en una balsa natural, que al desbordarse genera otras más, mientras descienden. El agua surge entre dos paredes casi juntas que se van separando hasta formar un pequeño rincón y en su base una balsa de agua. Vemos como dichas paredes tienen marcados diferentes afloramientos de agua, lo que nos muestra la porosidad de las mismas y sus roturas como consecuencia de la congelación nocturna del agua depositada, de ahí que se ven pequeñas piedras en el entorno, y vemos como en los últimos metros una naturaleza verde cubre las paredes. El color se entremezcla entre turquesa y verde en los tolls, que presentan un agua limpia y apetitosa para el baño, mientras se aleja hacia el sur camino de la costa de El Campello.

     Nadie hay en el lugar; huele bien, sentimos una brisa. El Viajero Maduro se sienta sobre una lisa y dura piedra; es evidente que el agua puede pasar sobre la misma en caso de abundante caudal; mira las paredes que forman la canal por donde cae el agua, son calcáreas, dándose cuenta que están formadas por sucesivos estratos o placas, una sobre otra, que en algunos puntos han sufrido roturas, de ahí que se puedan ver respetables rocas que, sin duda, se han desprendido de las paredes, apreciando como existen losas en equilibrio inestable que acumulan posibilidades para cambiar de lugar. 

   Ha merecido la pena; hemos visto una panorámica frontal de Jijona, un encajonamiento del río, un espectacular plano general de dos ríos uniéndose y una caída de agua sobre un precioso toll. 

   Sí el recorrido ha sido andando, regresaremos por el mismo camino. Sí lo hemos hecho en coche, podremos seguir el camino hasta alcanzar el Polígono del Espartal y, desde aquí, regresar a Alicante.

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