sábado, 2 de septiembre de 2017

03835-59.IMPOSIBLES: Las almas olvidadas

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03812 (18.08.2017 - El dinero del burka)

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-I-

     Antes de la  batalla recibió Lucio Catulo la orden de, al frente de la decuria, inspeccionase una colina circundante; a pocos metros de la plana cumbre recibió la decuria una descarga de flechas, una de las cuales vino a herir, hacer caer al suelo, y dejar moribundo al caballo que portaba a Catulo, quien desde el suelo pudo ver a varios de sus jinetes muertos, mientras otros, en sus monturas, se aprestaban al encuentro. Lucio, con la energía propia de un veterano con más de veinte años de servicio, ordenó la retirada a los de a caballo, y repitió dos veces más la orden ante la miradas de sus hombres, y con el filo de la espada, ya desenvainada, inquirió que se pusieran a salvo y allí le dejasen. Dos salieron a galope, cinco más desmontaron, arrearon a las bestias y corrieron hacia Catulo. 

   Los arvernos ya estaban encima; la vida, supo Catulo, estaba perdida. Pronto sobre los restos de la decuria se abalanzaron cincuenta galos sobre los seis romanos, y en breves instantes, entre gritos de gargantas y truenos de metales, un golpe por la espalda hizo caer a Lucio Catulo. Un hierro tronó contra una de sus rodillas, crujía la articulación mientras un hacha seccionaba su mano izquierda, y al tiempo de lo anterior pudo ver la punta de un filo penetrar en su hombro derecho. Dos hombres de Vercingétorix le miraban, y otros más se aproximaban entre un silencio sepulcral que anunciaba el último suspiro. Todo acabó cuando, de nuevo el hacha, penetró en su cuello.


-II-

    Cuando llegó al cielo, nadie salió a recibirle; simplemente entró por la puerta y un administrativo le indico que estaba empadronado en el Círculo de Las Almas Olvidadas. En este círculo las almas carecían de nombre, de ahí que fuese imposible saber quién era cada una de aquellas almas. 

     Ya en el cielo Lucio Catulo supo de la buena nueva; Cayo Julio César había vencido en Alesia, supo que fue recibido en Roma, supo que el Senado se plegó a sus pies, supo que un grupo de senadores lo habían apiolado, y supo de la llegada de Cayo Julio César al cielo, y fue llevado, con el resto de "las almas olvidadas" a la puerta del cielo, donde les dieron banderitas, donde tenían que dar la bienvenida a Cayo Julio César, banderita que Catulo lucía en su mano derecha a la par que sostenía, con la misma, su cabeza. 

- ¡César, César, César! -gritaba Lucio Catulo- ¿No me reconoces?

    Una mirada de dos segundos, un levantamiento de hombros, un gesto con las manos de César...; ciertamente no le había reconocido... a él, él que le acompañó desde Mileto para degollar a los piratas que, previamente, habían tenido preso a César. 

- Es así -le dijo Cafo, un alma tosca, a su lado; y sin más le hizo un corte de mangas a César- ¿Sabes adónde va Julio César? -Dijo "no" Lucio Catulo moviendo su cabeza- Va al Círculo de Las Almas Recordadas -y añadió- Sabías tú que yo propicie el corte de mangas?

- No 

- Pues por eso yo estoy, porque tú no lo recuerdas, en el Círculo de las Almas Olvidadas

     Lucio Catulo, entonces, lo comprendió, ¿valió la pena luchar y morir por César?, cuando él mismo se contestó a su pregunta; y entonces lo decidió... el alma de  Lucio Catulo se suicidó, teniendo por cierto que no valía la pena tener alma.

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